El 2022 de Juntos por el Cambio fue un año de supervivencia. Lejos de lo deseable frente a una interna potente en el Frente de Todos, la alianza opositora no logró contener sus diferencias y no pudo colocarse en el lugar de mero espectador de un gobierno que, en el segundo cuatrimestre, algunos consideraron terminado antes de tiempo. Las pujas hacia el seno de la coalición hicieron tambalear el armado en más de una ocasión, con la duda constante en torno a su continuidad o la posibilidad de una ruptura. Finalmente, con casi la totalidad de los 365 días vividos, la cohesión se mantuvo pero la ferocidad del 2023 podría ponerla en jaque nuevamente.
El PRO arrancó su interna electoral en 2021, cuando Horacio Rodríguez Larreta se impuso y logró poner dos nombres propios en las cabezas de listas a legisladores nacionales, tanto en la Ciudad como en la provincia de Buenos Aires, negociando con los halcones para que se bajen. Ahora, ese panorama cambió rotundamente con la irrupción de un Mauricio Macri que alborotó la jaula de los pájaros amarillos subiendo candidatos en todos los lugares posibles, dispersando el tablero y desacomodando las jefaturas políticas. Cada uno mostró un líder diferente y ese será uno de los puntos a acomodar el año que viene, la búsqueda de referencias claras, ya sea una sola o dos bien marcadas y definidas, sintetizando las opciones en polos.
Ahora, el mapa, salvo en algunos distritos donde no florecieron mil nombres, se manifestó muy atomizado, como los claves CABA y Buenos Aires. Pero, hacia futuro, se empezó a vislumbrar, al menos, la magnetización hacia los polos. De un lado, los más duros y, del otro, los presuntamente más blandos. Una copia en miniatura de lo que será la batalla nacional en caso de no lograr concretar un acuerdo para tener un nombre único que compita sólo con el radicalismo y no con los compañeros de partido. Probablemente, María Eugenia Vidal decida seguir con su construcción para el 2027 y, esta vez, acompañar a su amigo Larreta frente a Patricia Bullrich, por ahora decidida a no bajarse de ninguna contienda. Una opción que, a principios de año, algunos tenían en carpeta y se fue diluyendo producto de los resultados en las encuestas.
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En ese ordenamiento, será clave la actuación de Macri. El ex presidente apareció para subir a otros nombres al ring y complicar a Larreta pero, al mismo tiempo, darle la chance de no ser el único armado para enfrentar al kirchnerismo, dándole la posibilidad de aplicar la estrategia del pararrayos, con muchas figuras plausibles de ser atacadas electoralmente, diluyendo los golpes personales.
Mauricio, casi ausente en 2021, este año decidió no quedarse afuera y complicó un mapa en el que las opciones moderadas quedaron completamente corridas de la escena, dándole lugar a los polos más extremos de la grieta. Y en 2023, tampoco será prescindible. No sólo aún no definió si será o no candidato, una posibilidad cada vez menos posible, pero sí dejó en claro que será una pata clave a la hora de mostrar un apoyo explícito entre los, hasta ahora, dos slogans planteados. Por un lado, “La fuerza del cambio”, de Bullrich, haciéndose cargo del nombre y concepto de la alianza y, por el otro, “La generación del 23”, de Larreta, con un nuevo concepto más alejado del sello de la coalición. Hizo lo mismo al usar la palabra “transformación”.
A nivel nacional, los actores amarillos pasaron a quedar claros, salvo la duda de Macri. Larreta, con la intención de ampliar hacia el centro. Bullrich, con la estrategia de polarizar y endurecer. María Eugenia Vidal, con la mente puesta en encontrar una síntesis entre halcones y palomas, para evitar la división interna. Entre ellos, habrá tironeos para lograr evitar la competencia. Pero será una definición para el 2023.
En la provincia, el panorama se mostró mucho más difícil. Surgieron cuatro candidatos halcones (Néstor Grindetti, por Macri; Javier Iguacel y Joaquín de la Torre, por Bullrich; y Cristian Ritondo, por Vidal) frente a una sola paloma amarilla (Diego Santilli, de Larreta). Si bien aún no se conformaron los polos conceptualmente visibles, el año que viene podría ser el año de la unificación de los duros frente a los blandos. Unión de fuerzas para intentar arrimar el bochín y acercarse al nombre que, hoy por hoy, mide mejor en distrito bonaerense.
Allí podrían jugar un rol clave los libertarios. Aún con negociaciones lejanas, sumar a José Luis Espert a una gran PASO eliminaría la chance de filtración de votos y permitiría erosionar a los halcones del PRO, dividiendo el voto en una interna. Javier Milei, en tanto, aún no definió quién lo representará en Buenos Aires pero será otro de los desafíos para no dejar voluntades en el camino, dado que serán unos comicios difíciles frente a un Axel Kicillof más fortalecido.
La Ciudad también mostró dispersión pero pareciera ser el distrito más sencillo de ordenar. El PRO ya lanzó a cuatro candidatos, tres de ellos promocionados solamente por Larreta. En esa tropa están Soledad Acuña, ministra de Educación; Fernán Quirós, su par de Salud; y el legislador vidalista, Emmanuel Ferrario. El otro funcionario porteño, que también tuvo sus fotos con el intendente pero que ya se transformó en el nombre de Bullrich en la Capital Federal es Jorge Macri. Pese al coqueteo con los radicales, el líder capitalino apoyará a alguien del macrismo y probablemente sea el alcalde de Vicente López bajo licencia.
El radicalismo tampoco la tiene sencilla pero posee otras herramientas para intentar resolver los dilemas internos. A nivel nacional, están claramente lanzados Facundo Manes y Gerardo Morales, con Alfredo Cornejo como una posibilidad más pero que recién en febrero definirá su futuro, un destino que tal vez lo devuelva a tierras mendocinas. Eso dejaría renga a Bullrich en su fórmula presidencial, que claramente había encontrado en el senador un compañero ideal.
Morales y Gustavo Valdés, gobernador de Corrientes que no pondrá en juego su puesto el año que viene, compiten por ver quién podría acompañar a Larreta en una fórmula presidencial junto a otra radical, la senadora de corta carrera política, Carolina Losada. El otro dirigente con nula experiencia de gestión, Manes, no bajaría sus pretensiones bajo ningún punto de vista aunque algunos esperanzados creen que podría acordar otro puesto frente a una derrota casi segura.
El de Manes es un caso particular. Fue señalado en reiteradas ocasiones por su presunta intención de romper la alianza. El neurocientífico se mostró varias veces molesto con los manejos internos de ciertos referentes de la oposición y su gestión en los gobiernos ocupados. Si no llegara a encontrar un lugar para competir dentro de JxC, podría irse y llevarse a un puñado de dirigentes. Eso, por el momento, fue descartado de plano.
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La ventaja de la UCR es la Convención radical, órgano encargado de definir todo lo vinculado a lo electoral. Por lo tanto, en una votación que no será para nada amable, se resolverán allí todos los inconvenientes, incluido el lugar a ocupar. En los últimos días, Morales propuso una interna partidaria para llevar un solo candidato. Eso, hasta el momento, no evolucionó.
En la provincia, el radicalismo mostró dos candidatos poco taquilleros. Maximiliano Abad, titular del Comité de la UCR local, y Martín Tetaz, del espacio de Martín Lousteau. No tendrán chances de hacer una elección cabeza a cabeza pero sí podrían forzar una negociación jugosa con el macrismo en caso de buscar la unidad. A Morales, en cambio, le hubiera encantado que Manes bajara el territorio bonaerense para fortalecer la presencia del partido.
Para el jefe de la UCR, el mejor panorama posible para el radicalismo sería Manes en Buenos Aires, Rodrigo de Loredo en Córdoba, Lousteau en CABA, Carolina Losada en Santa Fe y Alfredo Cornejo en Mendoza. El tema es que, salvo los lanzados de Evolución, el resto no pareciera estar muy de acuerdo en cumplir los deseos del presidente del Comité nacional. Pero en política, los destinos no están claros.
En la Ciudad, Lousteau se plantó como el candidato puesto por la UCR. De excelente vínculo con Larreta, incluso le generó inconvenientes al jefe de Gobierno por su amabilidad y su gobierno de coalición. Dada la convivencia, acordaron habilitar la PASO para que Evolución pueda competir dentro de JxC, lo que motivó al macrismo duro a advertirle al jefe de Gobierno que no hay posibilidad de entregar la Capital Federal.
En ese distrito, como en Buenos Aires, la Coalición Cívica también tendrá un papel central. Son las dos provincias con mayor presencia. En CABA, con apoyo a Quirós y en Buenos Aires, con una Maricel Etchecoin, titular del partido, que hace rato empezó a caminar como candidata. Por la relación con Larreta, probablemente se arribe a un acuerdo pero la relación de Elisa Carrió con Jorge Macri no es la mejor, por lo que podría haber chispazos.
Además de retener CABA, seguir gobernando Corrientes, Jujuy y Mendoza, la alianza buscará conquistar provincias clave como Santa Fe, Entre Ríos y Chubut, a manos del peronismo. En la primera, con altas chances gracias a la conformación de un frente de frentes con el socialismo y el progresismo, probablemente con el radicalismo liderando. En la segunda, con un Rogelio Frigerio fortalecido que emocionó a más de un dirigente nacional. En la tercera, con una interna fuerte entre la UCR y el PRO, pero con un nombre macrista más fortalecido, el de Ignacio Torres, que disputará una peleada carrera a las urnas con el oficialismo local.
En Jujuy y Corrientes, se mantendría el sello radical. En la CABA, el del PRO. En Buenos Aires intentarán lo posible para buscar ganarle a Axel Kicillof, que está arriba en las encuestas. En Mendoza, el macrismo empezó a ilusionarse con la chance de arrebatarle la provincia a la UCR que, desde el retorno de la democracia, se alterna con el PJ la conducción del territorio.
Con ese panorama, Juntos por el Cambio intentará no sólo ganar la presidencia sino ampliar su margen de influencia y pasar de gobernar cuatro distritos a siete u ocho. Pero, antes que nada, deberá resolver el gran desafío, el de volver a sobrevivir como herramienta electoral camino a una interna que será muchísimo más feroz que la del 2022. Y, después de eso, lograr apegarse a un plan aún no presentado para mutar de rejunte para las urnas a coalición de gobierno. Eso, con los condicionantes que, indudablemente, generará Mauricio Macri.
La gran diferencia respecto a la gestión Cambiemos pasará por la apertura. Hasta ahora, se coincidió en la necesidad de mostrar una integración real de todos los socios de la alianza y respetar el federalismo. Por eso, en los planes ideales, la fórmula mixta será la estrategia a emplear con, en lo posible, acompañante del interior para una cabeza porteña. Eso descartaría boletas puras del PRO y porteñas. Por la UCR, en tanto, habrá una batalla entre quienes decidan aceptar eso, ser segundos del macrismo y quienes, como Manes, apuesten por algo exclusivo del partido o, a lo sumo, en alianza con no macristas y la inclusión de peronistas no kirchneristas. La tercera posición.