La aparición de una fuerza de ultraderecha de tono violento e intolerante le da un marco de especial trascendencia al balotaje presidencial de hoy, en la que más de 36 millones de argentinos decidirán al jefe del Poder Ejecutivo por los próximos cuatro años entre Sergio Massa y Javier Milei. En el 40 aniversario del retorno democrático, los consensos construidos a lo largo de estos años -la condena a las violaciones a los derechos humanos, la democracia como vehículo para el acceso a la educación, la salud y la alimentación, la búsqueda de una mayor equidad social- vinieron a ser puestos en cuestión por parte de La Libertad Avanza, con el respaldo para esta segunda vuelta del sector de Juntos por el Cambio que comandan Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Para más, las últimas encuestas publicadas mostraron un escenario de gran paridad, con una diferencia dentro del margen de error. Las denuncias infundadas sobre un posible fraude terminaron de agregar un marco de tensión extra a esta jornada decisiva en el cierre de un año electoral extenuante.
Este surgimiento de una fuerza local emparentada con las ideas de Donald Trump y de Jair Bolsonaro tiene como caldo de cultivo los varios años consecutivos de pérdida del poder adquisitivo de los ingresos y la permanencia de altos índices de pobreza, que este gobierno no pudo revertir en un contexto desfavorable que enhebró pandemia, guerra y sequía. El voto a Milei se sustenta principalmente en el segmento de los jóvenes, preponderantemente varones, los más frustrados por la falta de horizontes.
Son quienes también dudan de la importancia de un sistema democrático en el que siempre vivieron y sienten que no da respuesta a sus necesidades. Desde distintos sectores de la sociedad surgieron voces -incluyendo presidentes como el español Pedro Sánchez, el brasileño Lula y el mexicano Andrés Manuel López Obrador- que alertaron sobre lo que se estaba poniendo en juego en esta elección luego de una campaña donde se propusieron cosas que se pensaba que jamás se podían llegar a plantear. Venta de órganos y de armas, reivindicación de lo actuado por la dictadura militar, un sistema optativo de paternidad y ruptura de relaciones con el Vaticano fueron algunas de las iniciativas que surgieron desde La Libertad Avanza.
Sin que prácticamente ninguna encuesta lo anticipara, Milei ganó las PASO de agosto, con un porcentaje cercano al 30% de los votos. En octubre, cuando el candidato libertario se animó a pronosticar un triunfo en primera vuelta, fue superado por casi 7 puntos por Massa. Para perforar ese techo de apoyos, Milei buscó de inmediato el respaldo de Macri. Si bien así su discurso "anti casta" perdió sustento, las encuestas aseguran que pudo sumar a una buena parte de los votantes de Bullrich y posicionarse de nuevo con posibilidades. El resto de Juntos por el Cambio -los radicales, la Coalición Cívica- se pronunció por la neutralidad. Lo mismo hicieron los otros candidatos presidenciales fuera del balotaje: el gobernador cordobés Juan Schiaretti y la diputado del FIT Myriam Bregman.
Sergio Massa buscó durante estas semanas mostrarse como el candidato más preparado y confiable ante las falencias de su oponente, que en los sondeos aparece a la vista de la gente como alguien inestable emocionalmente. Como pocas veces en el peronismo, la campaña de Unión por la Patria fue profesional y alineada políticamente detrás de su candidato, figura excluyente del armado. En su doble rol de ministro, el Massa candidato pagó el costo por la marcha de la economía, principalmente el alza de los precios. Por eso, la estrategia apuntó a plebiscitar la figura de Milei y su falta de capacidad para ocupar el principal cargo del país. El libertario aportó lo suyo con algunas de sus posiciones como la promesa de cortar el vínculo comercial con China y Brasil porque sus gobiernos son "comunistas" y los elogios a la ex premier británica Margaret Thatcher.
Al discurso polarizador y por el "fin del kirchnerismo" que adoptó Milei en su alianza con Macri y Bullrich, Massa respondió profundizando la idea de la "unidad nacional" que propone llevar a la práctica a partir del 10 de diciembre, con un gobierno del que formarán parte central figuras de la oposición. En primer término para controlar, por lo que pondrá a su cargo la Oficina Anticorrupción y la mitad del directorio del Banco Central. Pero también para ejecutar: adelantó que el ministerio de Economía estará encabezado por un especialista de otra fuerza política. Focalizó su propuesta en la defensa de la educación y de la salud pública, y se dirigió especialmente a las mujeres, un electorado que mayoritariamente teme a Milei y en el que UP tiene depositadas sus esperanzas de triunfo.
El debate del domingo pasado -claramente ganado por Massa, algo reconocido hasta por la oposición-, le permitió revertir la tendencia en los sondeos que hasta ahí lo mostraban algún punto abajo y ubicarse algún punto arriba. En estos últimos días, en los que rigió la veda de publicación de sondeos, esa tendencia se habría mantenido y en el comando de Unión por la Patria se mostraban esperanzados en la posibilidad de obtener una victoria, en un margen estrecho. La llave para resolver el resultado estaba dado en dos territorios. Por un lado, la ventaja que Milei seguramente obtendrá en Córdoba y Mendoza, sus dos plazas fuertes. Por el otro, la que Massa conseguiría en la provincia de Buenos Aires, el 37% del padrón nacional. La dimensión de una y otra definirán la balanza. En CABA y Santa Fe la disputa se presentaba pareja. En el norte y en la Patagonia Massa podía conseguir alguna ventaja.
Ante la posibilidad de un escenario parejo tomaban otra importancia las sospechas que desde La Libertad Avanza buscaron instalar en los últimos días respecto a la transparencia de los comicios. Presentaron una denuncia sobre un presunto "fraude colosal" en octubre, en el que efectivos de Gendarmería habrían cambiado urnas. Pero cuando fueron citados por la justicia electoral debieron admitir que no tenían ninguna prueba sino sólo versiones anónimas y rumores de las redes sociales. Ayer, hubo un encuentro informal convocado por la Cámara Nacional Electoral con los apoderados de las dos listas con el objetivo de "preservar la convivencia democrática". Un dato inquietante es que la fuerza de Milei repartió menos boletas que las requeridas para el comicio, algo sobre lo que volvieron a alertar desde la justicia de la provincia de Buenos Aires, que aprobó un protocolo especial.
El sistema electoral argentino es de probada transparencia: de las nueve elecciones presidenciales desde el retorno democrático, en cinco ganó la oposición y nunca se presentaron cuestionamientos serios. Hay algo folclórico en alertar sobre posibles trampas antes del comicio para mantener alerta al operativo de fiscalización, pero en este caso la situación es diferente por los antecedentes de la ultraderecha en el mundo, a la que Milei está vinculado. El desconocimiento de sus derrotas formó parte del menú de salida del poder de Trump y de Bolsonaro, que incluyeron la toma violenta de los poderes legislativos, por lo que existe una preocupación real por lo que pudiera suceder.
La elección tendrá otra particularidad: se realiza en un fin de semana largo, con mucha gente que optó por irse de descanso a algún lado. La participación será otro de los ítems a tener en cuenta. En las primarias de agosto votó apenas el 69% del padrón y en octubre la marca subió al 77%. En ambos casos, entre los porcentajes más bajos de la historia reciente.