Independencia económica y unidad nacional: el problema político principal

29 de mayo, 2021 | 19.00

“El problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina”. Eso decía textualmente Cristina Kirchner en su mensaje del 27 de octubre del año pasado. Es muy llamativa la falta de atención, en general, a estos dichos. Porque cuando se habla de la “economía bimonetaria”, se está hablando claramente de un problema de independencia económica. La cuestión, como en su momento sostuvo Ricardo Aronskind, no es solamente la moneda sino el estado argentino, su capacidad de decisión en términos económicos. Pero no es solamente la gravedad de la cuestión lo que hace llamativo el silencio casi general a su alrededor: es también la enunciación de un acuerdo social, político, económico ¡y mediático! como el único modo de resolver el problema.

Tal vez haya parecido una frase de ocasión, tan habitual, por otra parte, en la dirigencia política y que suele estar acompañada por el reclamo de que existan “políticas de estado” es decir que estén más allá de los partidos y los gobiernos de turno. Durante la década de los años noventa esa demanda resultó totalmente funcional al intento del poder económico y político concentrado de dar a las “reformas de mercado” propias de esa etapa el alcance equivalente a un artículo de la constitución nacional.

¿Cómo lograr, entonces, que el fin del bimonetarismo alcance el rango de una política de estado? ¿Cómo, cuando la coalición de gobierno y la de oposición no pueden ponerse de acuerdo sobre la presencialidad o no de las clases y cuando esa querella es saldada por la Corte Suprema con un fallo abiertamente parcial a favor de la oposición? Como suele suceder en política la emisión de un punto de vista estratégico no presupone la existencia de condiciones para ponerlo en marcha; al contrario, el enunciado es programático y entraña el abordaje de un conflicto cuya resolución resulta vital para la suerte del país como comunidad política unida. Dicho sea de paso, de modo recurrente reaparece -hoy desgraciadamente en boca de políticos radicales- la puesta en cuestión de la pertenencia de tal o cual provincia a la Argentina. Es decir que la defensa de la integridad de la Argentina, que se desprende del propio preámbulo de la Constitución ha pasado ser materia opinable en la discusión política.

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Se podría argumentar mucho sobre el relieve que tiene esta frase de Cristina (presentada entonces como la tercera de las tres “certezas” que planteó) en el tiempo mismo en que se insinúa un reacomodamiento geopolítico importante, una lucha posicional entre las dos principales potencias Estados Unidos y China por la supremacía global. Habría que incluir en ese contexto, la importancia que tiene el territorio de nuestro país en términos de alimentos, agua, materias primas en general y, muy en particular las reservas de litio, material estratégico para la revolución industrial en marcha. No hace falta adherir a ninguna posición conspirativa o paranoica para presumir que las prevenciones de Estados Unidos -recientemente expuestas por funcionarios de ese país a propósito de la cuestión de las vacunas rusas y chinas en la región- aluden a la importancia del país en el contexto de esta disputa en la cumbre del poder mundial. Como al pasar puede mencionarse el dramático y unánime comportamiento de los oligopolios mediáticos en la discusión sobre la “vacuna rusa” y la “vacuna china” y el conmovedor nuevo movimiento social surgido en la política local que es convocado alrededor de la consigna “solidaridad con Pfizer”.

Claro que de la frase de la ex presidenta no se desprende solamente la constatación de un problema estratégico neurálgico y nunca resuelto. También surge la perplejidad de la propuesta para su solución: un acuerdo de sectores económicos, sociales y mediáticos. Esto fue dicho hace poco, cuando ya todas las predicciones sobre el “fin de la grieta” habían rodado por la tierra. Cuando la oposición había girado hacia las posiciones más belicosas, cuando los “sectores mediáticos” ya formaban fila en el dispositivo de guerra contra el gobierno de les Fernández.

Lo que hace este texto es nombrar un vacío. Algo que opera en la realidad por su “no existencia”. Es la solución, pero su carencia es el problema mismo. Nombrar el vacío es poner en el centro del discurso político aquello que “hoy no puede ser” y que mientras no pueda ser, Argentina no solamente no superará la cadena de ciclos críticos cada vez más dolorosos y destructivos, sino que no podrá desplegar ningún proyecto soberano de país. De alguna manera el “frente de todos” es el fruto de esta idea, de este enunciado. Claro que la amplitud del frente es limitada y que su función principal es electoral y de gestión de gobierno, no de resolución de querellas estratégicas.

En el tiempo que vivimos ese acuerdo es irrealizable. Su enunciado, sin embargo, tiene una enorme importancia. Establece una hipótesis de cuál es el principal problema argentino de hoy y del período que lleve resolverlo: la cuestión de la independencia económica del país como infraestructura de su soberanía nacional y soporte de la justicia social. Como problema de época tendrá formas distintas y alternativas en el tiempo. Tal vez hubiera que conversar paralelamente un acuerdo de no violencia, o de control compartido de la violencia para evitar que el encono mutuo (que en el discurso ultra de la derecha de Juntos por el Cambio alcanza su paroxismo) provoque nuevos enfrentamientos violentos.

Justamente cuando la unidad nacional en defensa de nuestra patria y nuestra comunidad política nacional sufre más violencia es necesario establecer las bases, pensar el camino, la táctica y la estrategia para que los que queremos la independencia alcancemos la fortaleza que la asegure.