El canciller Santiago Cafiero viajará este lunes para una corta visita a Washington, donde será recibido el martes a la tarde por el secretario de Estado, Antony Blinken, Dado que es el primer encuentro personal entre ambos harán un repaso de toda la agenda bilateral, pero el interés del gobierno argentino está puesto en conseguir el decisivo respaldo de la Casa Blanca para las negociaciones con el FMI. En verdad, lo que urge en el Gobierno es que ese respaldo se vea reflejado en los hechos. En la Casa Rosada describen una especie de teléfono descompuesto entre el presidente Alberto Fernández y sus funcionarios con el sector político de la administración de Joe Biden y la conducción del Fondo Monetario, a donde nunca llegan las directivas prometidas.
El embajador Jorge Argüello trabajaba para ampliar la agenda de contactos de Cafiero en la capital norteamericana pero se complicaba por el poco margen de tiempo -el canciller estará sólo 48 horas- y la situación sanitaria. Por ejemplo, Cafiero y Blinken deberán saludarse con los codos y no intercambiarán obsequios. Una posibilidad dentro de la Casa Blanca era que también se viera con el asesor especial para Seguridad Nacional, Jake Sullivan, o con el asesor para la región, Juan González. Además, podría encontrarse en el Capitolio con algunos de los 18 legisladores demócratas que escribieron esta semana una carta a la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, para que Estados Unidos respalde ante el FMI la eliminación de las sobretasas que se aplican a los países con préstamos excepcionales, como en el caso de Argentina.
Es la política
Es una constante: el apoyo de la línea política de la gestión demócrata que se diluye entre la oficina de Yellen y la sede del Fondo, ubicada a sólo tres cuadras. Por eso, hace unos meses, luego de mantener un diálogo con Sullivan, Fernández dio por hecho el acuerdo y así lo expresó en algunas entrevistas. Pero luego se encontró con la impávida respuesta de la titular del organismo, Kristalina Georgieva, asegurándole que no había recibido ninguna indicación de parte del principal socio del directorio. La escena se repitió hace unas semanas. De nuevo Sullivan, que se supone que es el principal asesor y mano derecha de Biden en cuestiones de seguridad y política exterior, le aseguró al Presidente que la propuesta argentina sería aceptada y, una vez más, Georgieva respondiendo que su celular no había sonado.
Hay quienes sostienen que el problema no es Yellen -con quien Martín Guzmán tiene algún vínculo, dado que el esposo de la secretaria ganó el premio Nobel de Economía junto a Joseph Stiglitz, mentor académico del ministro- sino su principal asesor, David Lipton, quien fuera el número dos del Fondo cuando se le otorgó el préstamo récord a Macri. Un halcón que entonces actuó como colibrí pero que ahora vuelve a ser halcón para reclamarle al gobierno argentino que ajuste y así pague la ridícula suma que le dieron a la gestión anterior. Igual, suena poco creíble que Lipton tenga poder como para frenar una decisión de Biden, de ahí la necesidad del diálogo entre Cafiero y Blinken en la búsqueda que ese respaldo se concrete.
"No fue un préstamo técnico, fue un préstamo político que Donald Trump le dio a Macri para ayudarlo. Por eso pensamos que la solución tiene que ser política y no técnica", explicaban en la Cancillería en la previa del vuelo. Es el único problema concreto en la agenda bilateral que, por lo demás, tiene muchos puntos en común en cuestiones como energía nuclear y cambio climático. De hecho, el encuentro entre Cafiero y Blinken se iba a producir en la primera semana de enero, en una cumbre de no proliferación nuclear en Nueva York que se suspendió por el virus. Rápidamente, Argüello concretó este nuevo encuentro.
El rol argentino
En Gobierno destacaban el rol argentino para el equilibrio en la región, en especial el de Alberto Fernández con su capacidad de dialogar con todos los actores, papel potenciado ahora como presidente pro témpore de la Celac. Como suele suceder con las gestiones demócratas, Biden hasta ahora prestó muy poca atención al "patio trasero" y se dedicó a las tensiones con China y, ahora mismo, con Rusia. Justamente, la amenaza rusa de poner misiles en Cuba y Venezuela podría actuar como alarma para dirigir la mirada hacia el sur del continente. Por eso, evaluaban que los encuentros que Fernández mantendrá con el presidente ruso, Vladimir Putin, y con el chino Xi Jinping durante la primera semana de febrero lejos de complicar el vínculo podrían actuar como despertador a Biden para que intervenga en ayuda de Argentina y evite que el país considere algún tipo de auxilio financiero de parte de estas otras potencias que buscan expandir su influencia en la región.
"¿Por qué no ayudaría a Alberto Fernández que es un presidente democrático moderado, que es amigo del papa Francisco y que está pidiendo crecer para pagar? ¿Con quién va a hablar en América del Sur el Departamento de Estado si no es con él?", se preguntaba un funcionario. Con todo, reconocían lo neblinoso de la situación. En la cumbre del G20, en noviembre pasado en Roma, la delegación argentina quedó convencida de haber metido un golazo en el documento final donde los principales jefes de Estado expresaron su interés en que el directorio del FMI eliminaran las sobretasas. Pero los representantes de esos mismos países en el organismo nunca cumplieron esa directiva, repitiendo la lógica desconcertante de declaraciones de respaldo que se evaporan en el aire, algo que Cafiero planteará en el encuentro con Blinken.