El FMI no cambia. Así como en 2018 le otorgó un crédito impagable a Cambiemos buscando que Mauricio Macri fuera reelegido, ahora presiona a Alberto Fernández en el año de su intento de reelección y ayuda así, otra vez, a la derecha local. Aunque las negociaciones son secretas, El Destape accedió a los detalles centrales de las discusiones en curso. Para 2022 las pretensiones del Fondo y la propuesta del Gobierno no están lejos. En 2021 el déficit fue del 2,9%, con la ayuda de buenos precios internacionales de commodities, un fuerte crecimiento y el Aporte a las Grandes Fortunas. Martín Guzmán propuso bajarlo ligeramente en 2022 y hasta ahí están de acuerdo aunque, como las condiciones de 2021 no se repetirán, habrá que ajustar un poco para cumplir. Pero el FMI exige que para 2023 el ajuste sea nada menos que del 1% más. Una cantidad que obligaría al país a bajar gastos de capital y jubilaciones y también a subir fuerte las tarifas. Si Alberto firma eso la economía caerá y se perderá empleo. Hablando en términos políticos, significaría firmar la derrota del Frente de Todos en las elecciones 2023.
Es importante entender que la firma de un acuerdo no elimina los vencimientos de 19.115 mil millones de dólares en 2022 y 19.367 en 2023 que firmó Macri. No habrá reestructuración, sino refinanciación. El FMI impone un crédito de facilidades extendidas que ante cada vencimiento le entregará al país los dólares suficientes para cancelar el vencimiento actual. Pero para entregar esos fondos el país tiene que cumplir con el acuerdo que firme, cumplimiento que será controlado cada tres meses con sus economistas hurgando papeles en el país. Si no se cumple Argentina puede caer en default. Es decir que Alberto transitaría el año electoral cumpliendo un compromiso de ajuste bajo la amenaza latente de una cesación de pagos. Si bien existe un mecanismo para casos de incumplimiento llamado waiver ("disculpas" en inglés), la actitud beligerante del organismo en los últimos meses no genera confianza en esa herramienta. Si el Fondo se corre y abandona al país como con Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa será difícil incluso llegar a las elecciones.
El crédito que tomó Macri fue 10 veces mayor al que le correspondía al país. Por eso fue considerado de “Acceso excepcional”. Esa categoría implica de por sí una serie de condicionamientos entre los que destaca que “la deuda debe ser sostenible”. Como el nuevo crédito que otorgará el Fondo para pagar el anterior sigue siendo 10 veces superior al normal también es de Acceso excepcional y tiene que cumplir esas condiciones. Ese es el argumento del Fondo para exigir un rápido y violento ajuste para que la deuda sea sostenible, ya que en 2026 hay que empezar a pagar. No hay que olvidar que en ese año el país también estará pagando la deuda privada que dejó Macri y renegoció Guzmán.
En el Frente de todos nadie habla de no firmar
En la coalición hay consenso en no caer en default, por lo menos por voluntad propia. Razón por la que seguramente el acuerdo se firmará. Uno de los temas -no menor- es cómo presentarlo. Alberto afirma que lo explicará en estos términos: "Teníamos que pagar 19 mil millones en 2022 y otro tanto en 2023, y ahora vamos a estar cuatro años sin pagar. Conseguimos que al firmar nos devuelvan el dinero que pagamos estos meses, seguiremos discutiendo sobretasas en marzo, lo que bajaría intereses por 10 mil millones y seguiremos trabajando para conseguir que otros países nos cedan sus derechos de giro por Covid. Pero debemos 45 mil millones más intereses”. En esa última frase está la clave para que se entienda que el problema que dejó Macri sigue existiendo.
En el Patria aceptan que “algún arreglo va a haber”, pero señalan que “va a ser un mal arreglo” y que “va a abortar el crecimiento”. No proponen no firmar, pero señalan que se debió negociar más duro. No confiar en las relaciones personales. “Aún si no se hubiera conseguido nada, políticamente estaríamos mejor”, señalan.
La inflación también juega
El acuerdo con el FMI marcará el ritmo de la actividad económica: a mayor ajuste menor crecimiento. Electoralmente hablando: a menor crecimiento más lejos de reelegir. El otro ítem que juega es la inflación. Los consultores privados aseguran que será mayor que en 2021. Pero son los mismos que erran siempre. Guzmán asegura que será menor que en el año que pasó. Muestra el dato de la caída de la inflación anual de los últimos 4 meses. En setiembre el interanual fue del 52,5%; en octubre, del 52,1; en noviembre, del 51,2 y en diciembre, del 50,9. Ese es el dato que mostró Alberto y los medios sacaron de contexto. El ministro señala que en los primeros meses de 2021 la inflación se movía a un ritmo del 4% mensual. De hecho entre enero y marzo fue del 13%. Guzmán señala que ya no suben los precios internacionales como el año pasado, que hay menos emisión y que se mejoraron las herramientas de control de precios. Así espera que en los próximos meses el interanual siga cayendo y terminar 2022 por debajo de 2021.
El FMI juega para la derecha, siempre
Desde el principio de la negociación el Gobierno resaltó la buena relación del ministro Guzmán con la directora del Fondo, Kristalina Georgieva. Hubo reuniones con el Papa y un ambiente amigable. Pero cuando llegó la hora del cierre del acuerdo fue el Fondo de siempre. No se puede asegurar que con una negociación más dura cambiara algo. Pero está claro que seguir creyendo que son amigos del país no es buena idea. El ajuste que pide el Fondo no le serviría para cobrar, porque generaría una caída en el nivel de actividad que resultaría en una baja de la recaudación. La señal del Fondo es política. El crédito que otorgó en 2018 ayudó a los bancos a sacar sus dólares e intentó sostener a Macri en el poder. Si hay una salida a esta encerrona es política y se trata con el Gobierno de los Estados Unidos. El martes el canciller Santiago Cafiero viaja a reunirse con su par norteamericano, Antony Blinken. La pregunta que se hace Cafiero y le trasladará al representante de Estados Unidos es cuál será la incidencia en la región de que el Fondo empuje al precipicio a Argentina y si el ala política de la administración de Joe Biden evaluó el impacto que tendrá en el cono sur, un territorio que disputa con China y Rusia, la hasta hoy indiferente posición norteamericana. El tiempo se acaba y si hay una salida será política.