Argentina actual: ¿qué y a quiénes preocupa e interesa?

13 de junio, 2022 | 15.08

Una interpelación como la que propongo difícilmente podrá responderse categóricamente, con carácter absoluto y planteando rígidas certezas. Sin embargo, entiendo útil hacer algún intento cuanto menos enunciativo y ver en qué medida resultaría aplicable el clásico dilema entre el árbol y el bosque en la perspectiva adoptada para discernir la realidad.

Lo que nos llega a diario

Cotidianamente nos abruman una cantidad de situaciones, de noticias, de episodios de los más variados y, qué no decir, de las constataciones directas del humor social -en las relaciones interpersonales y en la calle en el transporte público o entre automovilistas-, de la siempre ascendente carestía de bienes y servicios -incomprensible para la mayoría e inexplicable para los responsables-, de las dificultades para hacer el trámite más elemental -por ejemplo, que nos atienda alguien en una Compañía de Teléfonos por un reclamo-, de la cada vez más lejana posibilidad de acceder a una vivienda propia o de que alcance para pagar el alquiler.

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La potencialidad de los medios de comunicación al alcance de casi todos (celulares, internet y sus múltiples plataformas) que alimentan infinitamente las redes sociales, como la televisión por aire o por cable, nos proporcionan mensajes variopintos pero poca información consistente, convincente y de fuentes cuya confiabilidad es más escasa todavía.

La producción nacional televisiva es pobrísima, siendo generosos en la apreciación. El formato magazín trata con igual superficialidad noticias de la farándula, políticas, deportivas o criminales. En los que se plantean “debates” con panelistas e invitados, nadie se escucha y sólo se preocupan por ganar protagonismo subiendo al máximo el tono de sus intervenciones -tanto en la intensidad de su voz como en las groserías e irrespetuosidad que expresan-, todo ronda hacia el escándalo y asumiendo una sabiduría que no poseen y -en buena parte de los casos- una autoridad ética o moral cuya ausencia salta a la vista.

El Periodismo brilla por su ausencia en casi todo el espectro mediático, los mercenarios cumplen a pie juntillas con quienes les pagan, los enrolados “ad honorem” se enrollan en relatos reiterativos sin una pizca de espíritu crítico ni voluntad alguna por formular a sus entrevistados repreguntas que puedan incomodarlos; y en general, sabiendo que su público (lectores, audiencias, televidentes) no es otro que el que comulga con sus opiniones integrado por los ya convencidos o proclives a aceptarlas acríticamente.

Relevamientos y revelaciones

La divergencia aparente entre aspectos sustanciales que afectan nuestra existencia, con el mundo de lo tangible e impostergable que nos agobia, se verifica cada vez más nítidamente.

El divorcio de las inquietudes ciudadanas e institucionales, con lo que nos inquieta personalmente, constituye una grieta de verdad y de creciente ampliación.

La indiferencia frente a toda vicisitud que no nos afecte directamente pareciera ser la norma de convivencia prevalente, así como e desentenderse de toda otra eventual afectación que pudiera ser su consecuencia y que sí podría alcanzarnos en un futuro.

La cultura del individualismo que viene imponiéndose en las sociedades occidentales, en la nuestra salta a la vista, es parte de un proceso multicausal con un patrón común, pero tanto como no responde a un sino fatal e inexorable ni, exclusivamente, a la exitosa y sobrefinanciada estrategia neoliberal, tampoco es ajena al fracaso del discurso y de las resistencias ensayadas por los sectores que se le contraponen.

Existe un quiebre de sentidos, una fragmentación alarmante del cuerpo social que se proyecta en las concepciones parcializadas del acontecer, que marca un cambio de época sin utopías movilizantes, sin dogmas siempre necesarios aunque sujetos a revisiones que los revaliden o los invaliden, sin recatos de ninguna índole a pesar de vivir un tiempo en que los archivos (eventualmente descalificantes) están a la mano de cualquiera o nos son presentados rápidamente para evidenciar contradicciones insalvables.

La ética es un valor que cotiza a la baja, sólo algo por encima de la solidaridad claramente depreciada, la coherencia no configura un imperativo ni una preocupación por los efectos distorsivos de la propia imagen.

Se parte de la desconexión de hechos, conductas, sentidos, deseos y ambiciones egoístas o altruistas. Más que un mosaico, se conforma un amasijo digno de una reflexión discepoliana, un rompecabezas al que se le esconden o se le pierden piezas que, fatalmente, impedirá armar una figura comprensible del todo por sus partes y de las partes al todo que las une.

Los debates políticos y las percepciones sociales

Los internismos son inherentes a los espacios partidarios, como a todo otro ámbito de la sociedad civil en que se despliegan relaciones de poder, pero en aquellos es necesario que se produzcan como representaciones que identifiquen en alguna medida a quienes pertenecen o se sienten atraídos por las ideas o los referentes que los protagonizan.

Identidad que para constituirse exige que esas representaciones se acoplen o expresen las demandas ciudadanas, que haya una cercanía que no muestre esas disputas como ajenas, intrascendentes para cada uno de nosotros, que no den la impresión que nada variará sustancialmente por la forma en que se resuelvan.

Justamente esos presupuestos no son los que parecieran primar en las percepciones de quienes no están ligados directamente a ese tipo de controversias, no mueven ni conmueven al común, a quienes se les reserva un mero lugar de espectadores circunstanciales que lo más seguro será que opten por hacer un zapping ligero que, lógicamente, nunca les permitirá interiorizarse de la trama del drama o la comedia que pasa frente a sus ojos.

Las tensiones dentro de Juntos por el Cambio con algunos radicales por la denostación que Macri hiciera de Yrigoyen, entre Bullrich y Carrió por los afanes aliancistas con un personaje siniestro como Milei, entre el larretismo y otras expresiones dirigenciales por imponer sus candidatos para la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, posee ribetes nada desdeñables para los que pudieran acompañar con su voto a esa fuerza política como para todos los demás y, sin embargo, en general no despierta pasión ni atención alguna.

En el Frente de Todos, se notan idas y venidas en orden al elenco de Gobierno con una salida (la de Kulfas) que hizo mucho ruido, paradójicamente por un “off”. Una embozada operación contra la dirigente con mayor caudal de votos propios y además Vicepresidenta de la Nación, a la que se agregó una inusitada renuncia (de veinte páginas) en la que el ex Ministro diseñaba un Programa de Gobierno en su despedida y, luego, su posterior declaración ante el juez Rafecas en la que admitía como suyo el “off” -que antes negara como de su autoría- y, a la vez, negaba que fueran ciertas las graves acusaciones que le dirigiera a Cristina y a los funcionarios que le reportan. Un episodio que no sólo exhibe las dificultades, las hipocresías y la falta de compromisos ciertos con una “unidad” que debería desvelar a quienes enfrentan al neoliberalismo, por ser ésa, condición necesaria para no caer en el mismo abismo que en el 2015, tampoco da la impresión que exceda de ser la comidilla de propios y extraños sin que genere alarmas en la ciudadanía.

La persistencia de un deficiente servicio de Justicia, que -como el pescado- se pudre por la cabeza y compromete seriamente la institucionalidad republicana, a la par que coloca en serio riesgo garantías individuales y colectivas fundamentales de un Estado democrático, no inquieta en demasía a la población y les resultan distantes, hasta que uno se ve envuelto en un reclamo judicial cuya tramitación dura entre cinco y diez años o, peor aún, nos toca de cerca la desgracia de caer en las redes de los sótanos de la democracia o ser víctimas de la violencia policial y de las trampas que pueden hacernos perder la libertad, la integridad psicofísica y la vida misma.

Las exigencias de abordajes con perspectiva de género, los reclamos por el respeto de las diversidades y por la ruptura con las imposiciones patriarcales, suelen atribuirse a “minorías” promotoras de un activismo alejado de las aflicciones generales. Sin embargo, las mujeres -aún considerándolas desde la clásica y anacrónica división en dos sexos- en modo alguno son una “minoría” sino que son mayoría en nuestro país; así como su postergación en diferentes planos (personal, familiar, sexual, profesional, laboral, político, sindical, empresarial) es una realidad irrebatible y de absoluta injusticia que se manifiesta a diario, que se traduce en una violencia inconcebible que debe combatirse y cuya expresión más extrema son los femicidios cuyas víctimas pertenecen a todas las capas sociales.

Las desconexiones que desconciertan

La soberanía expresada en materia de salud, educación, monetaria, alimentaria, vías navegables, litoral marítimo, territorio (suelo y subsuelo), independencia económica, autodeterminación nacional y relaciones internacionales equilibradas, constituyen temas de enorme trascendencia en sí mismos, pero no están desligados de otros que se nos presentan más terrenales e inmediatos en nuestra conflictuada cotidianeidad.

La inflación nos aqueja y, con razón, ocupa un lugar central entre las demandas de la sociedad por las frustraciones que acarrea. La pobreza y la miseria, como las inseguridades que se les asocian -y que no se limitan a la generada por el delito-, no se las liga a aquel fenómeno como tampoco se ahonda en la codicia indecente que es una de sus causas principales.

En ese contexto se inscribe la “jocosa” respuesta de Federico Braun (dueño de la cadena de Supermercados “La Anónima”) a la pregunta sobre qué hacía su empresa con la inflación, diciendo con total impudicia “remarca precios todos los días”. Frase repugnante que fue celebrada, risueñamente, por toda la caterva de empresarios reunidos con motivo de los veinte años de AEA (Asociación Empresaria Argentina), representantes del Gran Capital que opera en la Argentina, responsable de la descomunal formación de activos en el extranjero con las ganancias generadas en el país y siempre remisos a todo aporte solidario como quejosos por la mentada “presión impositiva”.

El fuerte contenido crítico del discurso del Presidente Fernández en la Cumbre de las Américas, recriminando al país anfitrión el arrogarse el “derecho de admisión” por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, como por el bloqueo impuesto a los dos primeros, y reclamando una reestructuración de la OEA comenzando por la remoción inmediata de quien la conduce, Luis Almagro fiel servidor de aquel mismo país; no se compadece con las declaraciones de nuestro embajador Jorge Arguello, que pareció pedir disculpas, afirmando: “Más allá de las palabras, la relación con Estados Unidos es excelente. Nunca una relación bilateral se va a ver afectada si sus interlocutores hablan con claridad”.

Más allá de las palabras están los hechos, entre los cuales y, particularmente en lo concerniente a violaciones de derechos humanos e injerencias antidemocráticas, son muchos los que registra EEUU como para considerar, sin desmedro de las formalidades propias de la diplomacia y en línea con la postura de la Argentina expresada por Alberto Fernández, quien también ejerce la Presidencia de la CELAC.

Hablando de palabras, resonancias e implicancias. En la CABA se prohibió en todos los niveles educativos el uso de lenguaje inclusivo (“@”, “x, “e”), dando claras directivas de que se deberán “desarrollar las actividades de enseñanza y realizar las comunicaciones institucionales de conformidad con las reglas del idioma español, sus normas gramaticales …”.

Quizás esta cuestión pueda ser de relativo interés para la población, y tal vez así sea en especial para la que reside en esta ciudad, pero su relación con derechos sociales conquistados y nada menos que con la soberanía manifestada en el lenguaje por un mero acto autoritario, inconsulto y de mera especulación electoralista, no debería pasarnos inadvertido.

Es interesante a ese respecto, la Declaración (“¿Prohibición de usos lingüísticos?”) emitida por la Junta Departamental de la Carrera de Letras -Facultad de Filosofía y Letras (UBA)-, en donde se señala:

“En primer lugar, es importante recordar que no existen las lenguas sin sus hablantes: no existe algo así como un sistema inmutable que pueda ser desacoplado de los usos lingüísticos y sus variaciones; no hay buenxs y malxs hablantes sencillamente porque no existe una gramática correcta establecida de antemano; hay formas de hablar, diversas, que hacen a las gramáticas. (…) Y, por supuesto, no podemos dejar de mencionar que las restricciones o prohibiciones sobre ciertos usos lingüísticos y no sobre otros suponen valoraciones sociales y estigmatizaciones también sobre sus hablantes. (…) La lengua no necesita ser preservada ni defendida por ninguna institución; se construye y reconstruye de modo permanente entre, por y para sus hablantes. (…) Los usos de la lengua siempre son políticos en el sentido más amplio y fuerte de ese término; la intención de prohibir usos lingüísticos también lo es y lejos está de garantizar la libertad.”

Agregando, a su vez, que “(…) Respetar los derechos humanos es también respetar la Ley de Identidad de Género y los derechos lingüísticos de las personas en toda su dimensión.”. Para concluir planteando básicos interrogantes: ¿Qué se intenta prohibir cuando se tratan de regular los usos de la lengua? (…) ¿Por qué el Estado de la Ciudad de Buenos Aires decide acudir a normas y regulación de una institución colonial como la Real Academia Española para avalar o justificar sus políticas lingüísticas en el ámbito de la educación argentina?"

Dar sentido a lo trascendente desde el pie

Sin subestimar la potencia y capacidad operativa de las usinas neoliberales en la formación del sentido común, como la fortaleza de los lazos del coloniaje que nos enredan desde hace décadas, es preciso advertir la indeclinable responsabilidad que le cabe a la clase política.

A unos, los más conservadores y reaccionarios, porque se nutren de la desvinculación aparente entre lo que padecemos a diario y los grandes problemas nacionales (sociales, económicos y culturales). A los otros, los que aspiran a una Democracia plural, participativa y garante de justicia social, por las serias limitaciones -cuando no despreocupación- por hacer visible ese intrincado mundo en donde la política es la herramienta de transformación por excelencia.

Para el peronismo y sus aliados, en particular, por la incapacidad o desidia en orden a dejar de lado mezquinas especulaciones sin renunciar a los debates imprescindibles. Por la falta de voluntad o de imaginación militante para llegar, efectivamente, a sus bases dando respuesta a sus necesidades más inmediatas, acompañada de una clara identificación de esos problemas cotidianos con los que conforman la esencia de los modelos de país en pugna. No conformándose, en definitiva, con la excusa de que el “árbol” -plantado por el enemigo- es lo que impide ver el “bosque” del que se ocupan los dirigentes populares.

Si bien el “bosque” nos brinda completitud para apreciar un panorama pleno de complejidades, no podemos prescindir de los “árboles” que lo conforman y de la relevancia que poseen no sólo por la inmediatez que representan para nuestra percepción vivencial sino porque son, en definitiva, los que individual y colectivamente constituyen aquella entidad de conjunto. Mal podríamos ocuparnos del bosque, sin entender y atender a los árboles que le dan existencia como tal.

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Álvaro Ruiz

Abogado laboralista, profesor titular de derecho del Trabajo de Grado y Posgrado (UBA, UNLZ y UMSA). Autor de numerosos libros y publicaciones nacionales e internacionales. Columnista en medios de comunicación nacionales. Apasionado futbolero y destacado mediocampista.