El frente de todos y sus urgencias

04 de junio, 2022 | 18.37

El frente de todos y su gobierno tienen en este próximo (poco) tiempo algunas tareas en las que se juega su futuro…y no solamente eso, también el futuro de la patria.

La primera, sin lugar a dudas, es defender a los sectores populares de la amenaza de las dificultades alimentarias que tendencialmente aumenta el actual proceso de inflación y, en particular, los aumentos de precio de los alimentos. Y, a partir de esa urgencia, producir un aumento de los recursos de los trabajadores que por lo menos compense la creciente carestía de la vida. No se trata (solamente) de impedir el deterioro de las expectativas del frente en el actual contexto económico; se trata también de impedir que la actual situación pueda ser utilizada para maniobras desestabilizadoras. Y, no en último lugar, dar señales de cumplimiento del compromiso con el que triunfó y asumió el gobierno: primero los últimos.

Todo esto es urgente. Es determinante en la escena estrictamente actual. Es decir, no puede demorarse. Lo que se haga de modo urgente en esa dirección será la premisa principal del futuro. Ahora bien, es tentador agregar a esto que esa hoja de ruta no es electoral, que es “independiente” de la cuestión electoral. Pero no es cierto. Políticamente, la tarea de defender la continuidad de un gobierno opuesto al neoliberalismo y a las variantes hasta un poco delirantes que se desarrollan en sus cercanías, es una tarea políticamente central. No es “paralela” al primer plano de medidas paliativas en defensa de los intereses populares, es prioritaria en términos del presente y el futuro del país y su pueblo.

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En el medio de la elaboración de este texto aparece como “noticia en desarrollo” el pedido de renuncia del presidente Fernández al ministro Kulfas, después de que trascendiera que fue desde ese ministerio que se había se había lanzado una fuerte descalificación y difamación de la vicepresidenta. Por la trascendencia que este episodio seguramente irá adquiriendo con el paso de las horas, puede enlazarse el hecho con lo que podríamos llamar la necesidad de reconstruir la convivencia en el interior del frente.

A esta altura está totalmente claro que la base material del disenso interno está en las políticas públicas. Así lo dejó totalmente claro el proceso que va desde la designación de Roberto Feletti en la secretaría de comercio exterior hasta su renuncia. De algún modo se podría decir “hasta que no se dirima el problema del rumbo” no se resolverá la viabilidad político-electoral del frente. Pero la política no circula por compartimientos estancos, el buen funcionamiento orgánico de la política no puede ser separado de su rumbo. Sin embargo, este enfoque es parcial. Y peor aún, reduce la política al momento de la toma de decisiones que, ciertamente es lo principal pero no agota el proceso político. Porque hoy el momento de la toma de decisiones forma parte de un disenso público en el interior del gobierno y del frente. La idea (falsa) de que lo importante es lo que se resuelve y no quién y cómo resuelve no da cuenta de la política real; es algo así como un “reduccionismo programático”, es decir que si y solo si tenemos acuerdos programáticos un gobierno funciona bien. Nosotros estamos protagonizando un gobierno de coalición verdadero, no una mascarada como fue el gobierno de Macri, formalmente compartido por todos los miembros de la coalición, pero en la práctica ordenado en torno de las decisiones del presidente y sus círculos más cercanos. ¿Por qué el gobierno del frente no puede funcionar de la misma manera? No es solamente porque es el gobierno de un frente sino, principalmente porque el sector que conduce el gobierno no es el más potente -política y electoralmente- en su interior. Esa anomalía constitutiva viene desde el mensaje de Cristina en 2029 que instauró la fórmula presidencial: quien es la figura más potente del espacio decidió colocarse en el segundo lugar.

Estas cuestiones muy elementales no son totalmente tenidas en cuenta por los actores principales. Alberto dice “el presidente soy yo” y Cristina dice “tenés la lapicera, solamente falta que la uses”. Hay algo en el funcionamiento del gobierno que debe ser urgentemente modificado y es el lugar de Cristina en la escena. No tiene ninguna importancia el peso (o el no peso) de la vicepresidencia en nuestro régimen constitucional. El problema es que la política no se acaba en la constitución, sino que allí solamente “empieza” en términos de legitimidades formales. Es imposible colocarse en un lugar de prescripción de cómo se resuelve este problema. No hay ninguna “ciencia política comparada” que nos pueda ayudar, sencillamente porque no hay ningún antecedente de que una candidata a vicepresidenta designe al candidato a presidente.

Hasta ahora el presidente adoptó un enfoque formal de este problema: yo soy el presidente, yo decido. Eso no puede estar en duda. El problema está justamente en la decisión. Está en cómo hacer para que Alberto ejerza su lugar formal-legal sin dañar el funcionamiento de su relación política con Cristina porque ése puede ser un enorme activo a favor de su propia capacidad de decisión y de la fuerza política que esa decisión adquiera. Lo que puede ser un activo también puede ser -como de hecho está ocurriendo hace ya un buen rato- un problema adicional o un obstáculo adicional a todos los que la propia realidad argentina proporciona. Lo que puede ser una fuente de potencia pasa a ser un problema.

Este problema no se ha encarado hasta ahora. Y cuando se habla de ese problema, todo confluye en la “institucionalización” del frente, lo que pasaría a funcionar como una garantía fundamental de su viabilidad y fortaleza política. Puede ser muy importante la institucionalización. Siempre y cuando su eje sea la relación política entre el presidente y la vice. Sin ese requisito la institucionalización sería el nombre de una nueva entelequia con la pretensión de darle respuestas orgánicas y funcionales a problemas que son políticos.

¿Está bien que nos planteemos estos interrogantes en medio de las urgencias sociales que nos atraviesan? Quienes sostienen que el futuro está en manos de las decisiones que se tomen en este corto pasaje de la vida política que va desde hoy (o desde ayer) hasta el lanzamiento de la campaña electoral tienen razón. Pero a condición de que no concibamos esas decisiones como la producción de acciones desprovistas de soporte político colectivo. En muchos casos algunas de esas decisiones pueden ser dramáticamente decisivas para el futuro mediato y para el inmediato. Pero justamente la concepción de esas decisiones tiene que tener la potencia de todo el frente. No alcanza con la metáfora de la lapicera. Hace falta discutir cómo el uso de esa lapicera puede ser la fuente de decisiones que no sólo sean política y técnicamente adecuadas, sino que tengan en su interior la fuerza de la unidad.

Suele utilizarse como recurso retórico la pregunta ¿unidad para qué? Tal vez convenga pensar que el cómo de la unidad es inseparable del para qué. Las medidas son adecuadas o no lo son, también por la potencia del sujeto colectivo que las decide. Ese sujeto colectivo, el frente, es lo que hay que ponerse a construir seriamente.