A seis meses desde que comenzó, en un mercado de animales exóticos en Wuhan, la pandemia sigue creciendo, cada vez a mayor velocidad. Aunque el pico de la primera ola de contagios parece haber quedado atrás en el hemisferio norte, los nuevos casos que se detectan cada día en América Latina, Asia y, en menor medida, África, alcanzan cifras inéditas. Desde hace más de dos semanas que el promedio es superior a los cien mil positivos cada 24 horas. El miércoles se registró el dato más alto hasta el momento: 130.400 infectados en un solo día.
La enfermedad tardó cuatro meses en llegar al primer millón de contagiados, el 3 de abril. Es probable que cuando leas esta nota, apenas dos meses más tarde, ya sean más de siete millones en total las personas que tuvieron coronavirus. Al ritmo actual, el próximo millón solamente tomará una semana. Países del tercer mundo con ciudades superpobladas de infraestructura frágil son el caldo de cultivo ideal para el coronavirus. No es casual que en esta etapa se haya ensañado con Brasil, Rusia, la India, México, Egipto o Sudáfrica. Es posible que allí sea más difícil dejar atrás el pico que China, Europa o Estados Unidos.
A pesar de los datos favorables, allí la situación está lejos de haber sido solucionada. New York tuvo, esta semana, su primera jornada con cero víctimas fatales desde que comenzó el brote, pero en estados como Alabama, Arkansas, Virginia, Wisconsin y las Carolinas todavía no llegaron a su pico y aumentan sus casos a una velocidad preocupante. En simultáneo, muchos temen que las protestas tras la muerte de George Floyd, sin distancia social pero con gases lacrimógenos y más de cuatro mil detenidos hayan resultado un caldo de cultivo ideal para un nuevo brote. En los próximos días sabremos el alcance de las consecuencias.
La posibilidad de una segunda ola de contagios también preocupa a los expertos en Europa, que desde hace algunas semanas comenzó a retomar, paulatinamente, algunas actividades. Aún es demasiado pronto para evaluar los resultados. En países que comenzaron a regularizar actividades, como Corea del Sur, Israel o Singapur, hubo que dar marcha atrás rápidamente cuando comenzaron a detectarse focos infecciosos que ponían en riesgo la estrategia sanitaria. Incluso en China, donde la pandemia está bajo control, siguen vigentes medidas de restricción para evitar que los casos importados causen un rebrote.
En sudamérica, Brasil sigue siendo el más afectado: esta semana superó a Italia y ya es el tercero del mundo en cantidad de víctimas fatales, sólo detrás de Gran Bretaña y los Estados Unidos. Cada día se detectan alrededor de 30 mil casos nuevos y ya suman más de 600 mil en total. Uno de cada diez infectados en el planeta desde que comenzó la pandemia, vive en Brasil. Son tantos, que el equipo que aparentemente lleva la delantera en la búsqueda de una vacuna contra el coronavirus eligió a ese país para llevar a cabo la próxima etapa del estudio que buscará comprobar su eficacia.
Se trata del desarrollo que llevan adelante en conjunto la farmacéutica AstraZeneca y la Universidad de Oxford, en Inglaterra, y que ya está siendo testeado en diez mil voluntarios de ese país. Desarrollada sobre la base de una vacuna contra otro tipo de coronavirus que un año atrás había demostrado ser segura para su aplicación en humanos, eso le permitió al equipo de investigación saltear etapas de testeo y pasar directamente a las pruebas clínicas. Aunque su efectividad aún no fue comprobada en humanos, el resultado de las pruebas en monos rhesus macacus fue muy positivo.
En una apuesta inédita, la farmacéutica ya comenzó a fabricar 400 millones de dosis sin esperar a que la vacuna sea aprobada. Así, si finalmente se comprueba su utilidad, espera tenerlas listas tan pronto como en septiembre, para distribuirlas en Estados Unidos, que compró la prioridad por 1200 millones de dólares, y en el Reino Unido. Una segunda tanda de financiamiento, de la mano de ONGs internacionales servirá para montar una línea de producción independiente en la India, de donde prometen que saldrán 2000 millones de dosis antes de fin de año, destinadas al tercer mundo.
Es solo uno de las más de cien iniciativas que en todo el planeta buscan una vacuna para detener la pandemia. Además, se están testeando una docena de drogas experimentales o que se utilizan para tratar otras enfermedades, por ahora sin grandes avances. Sin embargo, los tratamientos con plasma de la sangre de personas recuperadas han demostrado un nivel de efectividad considerable en casos avanzados. Un estudio argentino que comenzó esta semana prueba aplicándolo ante la aparición de los primeros síntomas. Si tiene éxito, podría reducir sensiblemente la mortalidad y el stress de los sistemas de salud en todo el mundo.
Hasta tanto no se desarrolle algún método efectivo de prevenir o combatir la enfermedad, el aislamiento y el rastreo de contactos de los casos detectados es la única forma efectiva de atenuar sus consecuencias que se ha encontrado hasta ahora. Decenas de países lo han aplicado de distintas formas, atendiendo las particularidades de cada caso, con distintos grados de éxito. No es casual que los tres países que acumulan la mayor cantidad de casos y de víctimas fatales, Estados Unidos, Brasil y Gran Bretaña, tengan gobiernos que en algún momento o a lo largo de todo el proceso se resistieron a imponer una cuarentena.
Son muchas las cosas que aún no sabemos del coronavirus después de seis meses. La enfermedad se comporta de manera errática. Con algunas ciudades o países se ensaña salvajemente, mientras pasa por otros con una levedad sorpresiva, sin que haya por ahora ninguna explicación al respecto. Los síntomas también sorprenden: aunque en un comienzo se pensaba que era un virus que sólo afectaba el sistema respiratorio, con el correr de los meses se descubrió que también puede causar problemas en otros órganos, que van desde la pérdida del olfato hasta ACVs.
Tampoco sabemos cuánto tiempo dura la inmunidad que adquieren los infectados una vez que se curan. El rango puede ser desde pocos meses hasta toda la vida, aunque los primeros estudios con pacientes recuperados muestran que después de algunos meses los valores empiezan a decaer. De cualquier manera, estudios serológicos demostraron que en países donde hubo grandes brotes del coronavirus, apenas un cinco por ciento de la población desarrolló anticuerpos: no es posible, con esos datos, apuntar a una “inmunidad de rebaño” mediante el contagio, como aún proponen algunos trasnochados. A seis meses de la aparición del coronavirus, los desafíos, lejos de aflojar, se multiplican.