La primera vacuna efectiva contra el Covid-19 se diseñó en los laboratorios Moderna, en Massachusetts, Estados Unidos, el 13 de enero de 2020, apenas 48 horas después de que China diera a conocer al mundo la secuencia genética del nuevo coronavirus. Ese día cayó lunes. Un equipo de científicos había descubierto la solución a la pandemia que paralizó el planeta durante un año en, literalmente, un fin de semana. Un mes más tarde, ya estaba fabricada y comenzaban los ensayos clínicos de Fase 1.
Lo que sucedió entre aquel lunes de enero que pasó desapercibido para el mundo y este domingo de diciembre, algo más de once meses más tarde, en vísperas de que esa misma vacuna se comience a aplicar a la población general, es la historia del mayor esfuerzo colectivo del que tenga registro la humanidad para testear, verificar la seguridad, comprobar la efectividad, fabricar en escala, distribuir e inocular miles de millones de dosis (de Moderna, de Pfizer, de Sputnik y pronto de otras tantas) en una carrera de tiempo contra el virus.
Menos de once meses pasaron entre que se descubrió la enfermedad y una vacuna, la de Pfizer, obtuvo la primera autorización de emergencia en un país importante de occidente, en este caso el Reino Unido. Para entonces, Rusia y China ya inoculaban a números importantes de su población mediante procedimientos excepcionales. Es, por mucho, la vacuna que se terminó en menos tiempo en la historia y además, en el marco de su desarrollo, se avanzó áreas que acelerarán la producción de otras vacunas en el futuro próximo.
La diferencia la hizo el financiamiento récord que recibió el sector mientras duró la pandemia. Los fondos llegaron desde los gobiernos, organismos multilaterales, la sociedad civil y el sector privado, pero la carga más pesada recayó sobre los hombros del Estado, sponsor principal de prácticamente todas las vacunas que están aprobadas o en la fase final de los ensayos clínicos. Recordatorio para los fanáticos del ahorro estatal. Mientras tanto, las grandes fortunas del globo nunca concentraron tan rápido tanta riqueza como en los últimos meses.
La contracara del fenómeno es que esos mismos países que invirtieron dinero para el desarrollo de las vacunas, una vez que comienzan a fabricarse las primeras dosis las reclaman para sí. Esta semana nos enteramos que los países más ricos están acaparando vacunas por varias veces el número de su población, aún cuando buena parte del mundo todavía no pudo asegurarse las dosis mínimas necesarias para inocular a los grupos de riesgo. En los países más pobres del mundo, la solución podría demorarse hasta el 2022.
Un informe publicado por el New York Times da cuenta de que el gobierno canadiense adquirió suficientes dosis como para darle a toda su población cinco veces el tratamiento. Las compras del Reino Unido triplican la cantidad de gente que puede vacunarse; las de Estados Unidos la duplican y tienen opción de compra por cientos de millones más. “Los países de ingresos altos se pusieron al principio de la fila y vaciaron las estanterías”, dijo Andrea Taylor, investigadora de la Universidad de Duke que formó parte de ese estudio.
El viernes por la noche hubo una buena noticia, que pasó mayormente ignorada por los medios argentinos. La iniciativa COVAX, un pool de vacunas diseñado para distribuirlas de manera equitativa en países de ingresos bajos y medios de todo el mundo, anunció que tiene acuerdos cerrados para adquirir tratamientos suficientes para dos mil millones de personas, el doble de lo previsto inicialmente. Argentina es socia de COVAX y recibirá a través de ese programa 9 millones de vacunas durante la primera mitad del año.
Quienes critican la estrategia de vacunación desplegada por el gobierno argentino ignoran la disputa global por insumos clave de altísima demanda y oferta limitada durante la pandemia. Hace menos de ocho meses se secuestraban aviones en tierra para decomisar cargamentos de guantes de latex y barbijos. Son escenarios hobbesianos, donde se hace lo que se puede con lo que se tiene, y Argentina tiene bastante poco, porque la pandemia cayó sobre tres años de recesión macrista. Comprar millones de dosis de vacunas no es barato.
Y transportar millones de dosis de vacunas tampoco es sencillo. En ese ámbito, vuelve a quedar destacada la importancia estratégica de contar con una aerolínea de bandera. Siempre puede haber cambios de planes, pero a la hora del cierre de esta nota, el vuelo AR1060 de Aerolíneas Argentinas tenía programada su partida del aeropuesto de Ezeiza con rumbo a Moscú para el martes que viene a las tres y media de la madrugada. Regresará un par de días más tarde, cargado con la primera partida de Sputnik destinada a los argentinos.
Para ese momento, día más día menos, el ente regulador ruso habrá aprobado el uso de esa vacuna en mayores de 60 años, a partir de la publicación de estudios que comenzaron junto a los de la población general pero tardaron algunas semanas más en concluir. No se registraron, durante esas pruebas, reacciones adversas graves ni una efectividad menor que en personas de otras edades. Entre los países que también van a adquirir la Sputnik están Corea del Sur, Israel, la India y México.
Como ya se conoce públicamente, el acuerdo con los rusos establece una primera partida de vacunas para 300 mil personas antes de fin de año, 5 millones más para el 15 de enero y un mes más tarde el remanente para llegar a 10 millones. Argentina tiene, además, la prioridad de compra para otros 5 millones, que el gobierno activará si para marzo no hay otra alternativa disponible. Con esas dosis se apunta a inmunizar a toda la población de riesgo y los trabajadores de primera línea antes del comienzo del otoño.
En marzo entraría en circulación la vacuna de Oxford y Astra Zéneca, si las fechas se ajustan a lo esperado. El compuesto activo va a fabricarse en la Argentina, se envasará en México y desde allí el laboratorio está encargado de la distribución. El contrato estipula que llegarían al país vacunas para 12,5 millones de personas. Las 9 millones que corresponden por el programa COVAX también serían de este tipo, lo que suma tratamientos para 21,5 millones de personas.
Una cuenta simple permite llegar a la conclusión de que la Argentina tiene acuerdos para disponer, en el primer semestre del año que viene, de vacunas suficientes para 36,5 millones de personas, lo que equivale al total de la población adulta del país. Un dato que no encaja en el relato imperante de fracaso logístico y político del gobierno. No debe extrañar que algunos medios intenten contar la historia cambiada. Sí debe llamar la atención la escasa resistencia que encuentran en esa tarea.
Queda claro que tener contratos o acuerdos de palabra no garantiza su cumplimiento. El gobierno, por eso, busca cubrirse ante eventualidades negociando con China para que lleguen cargamentos con dos de sus vacunas. El caso de Pfizer sirve como guía: la empresa redujo a la mitad sus estimaciones de producción para este año y comenzó a postergar acuerdos. Más cara y más difícil de distribuir, el gobierno argentino contaba con las dosis comprometidas para fin de año; con la demora, cubrir ese diferencial dejó de tener sentido.
Las comparaciones con otros países que intentan pintar a la Argentina como un fracaso en esta materia son vagas, en el sentido de que no se tomaron el trabajo de averiguar qué sucede en la región. No hace falta compararse con Brasil, donde Jair Bolsonaro dijo que no se vacunaría para no convertirse “en un yacaré”. En Chile, ejemplo dilecto de cierta intelectualidad local, el primer cargamento, sólo 20 mil dosis, programado para esta semana, ya tiene demoras. En México también están a la espera. Colombia comenzará en febrero.
Hasta ahora, sólo cuatro países comenzaron con las campañas de vacunación: China, Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido. La Argentina formará parte de un segundo pelotón compartido con la Unión Europea, Canadá, Australia, Corea del Sur, Israel, Chile y México, entre otros, que tendrán acceso en los últimos días de este año o, a más tardar, los primeros del 2021. Para el próximo otoño, la población de riesgo puede estar inmunizada. Para el invierno, todos los adultos. Hay que cuidarse: el rebrote puede llegar antes.
Una digresión para el final. Este año inusual y doloroso también fue el año en el que más personas dedicaron su vida de manera exclusiva a salvar tantas otras. Este jueves levantemos nuestra copa por los paramédicos, enfermeras, profesionales de la salud, personal de las clínicas y hospitales, de los hogares geriátricos, por los científicos que hicieron seis vacunas en un año, por los voluntarios y por todos los trabajadores silenciosos que hicieron posible semejante hazaña. Feliz Navidad para todos y todas.