Ya llevamos más de un año transitando con la incertidumbre y el miedo a cuestas. La irrupción pandémica, como ya se ha dicho en sobradas ocasiones, cambió al mundo para siempre. Sin embargo, y a pesar de que seguimos navegando en el mar de incertidumbre que inundó a la humanidad, en nuestro país pudimos consolidar dos grandes certezas: el rol del Estado nacional y la fuerza de la organización socio-comunitaria. Es el momento de que el Congreso de la Nación asuma un rol fundamental en la Argentina que se viene.
Durante la pandemia, hemos podido ampliar y mejorar el sistema hospitalario para garantizar la atención médica de cada argentino y cada argentina que lo necesitó a lo largo de todo este tiempo. A la par de ello, el operativo de vacunación avanza a un ritmo que nos llena de esperanzas y que nos permite pensar en que el final de esta pesadilla está cada vez más cerca. Desde el primer minuto en el que advertimos la dificultad de millones de argentinos y argentinas para cumplir con la cuarentena y habida cuenta de los problemas estructurales de nuestro país en cuanto a informalidad laboral y al hacinamiento y precariedad en el hábitat, los movimientos sociales fuimos parte central en el sostenimiento de la asistencia en todos los barrios populares. El esfuerzo colectivo hecho desde los centros comunitarios, clubes de barrio, iglesias o escuelas fue de un volumen nunca visto a lo largo de nuestra historia y permitió multiplicar la asistencia alimentaria en los barrios humildes.
Toda esta experiencia tiene que servir de algo: permitirnos construir la plataforma sobre la que se construya la Argentina que viene, la de la pospandemia. Esa Argentina debe ser más justa e inclusiva. Donde todas las personas puedan aspirar a un trabajo digno, a jugar un rol social, a sentirse parte de ese algo más grande que los contiene, los respeta y les da un lugar. Para lograrlo, es imprescindible que la agenda social tantas veces postergada esté presente en nuestro Congreso Nacional. Y esa agenda tiene ejes que deben priorizarse cuanto antes.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
En primer lugar, tenemos un gran objetivo: la transformación de los planes sociales en trabajo. El desafío es incorporar a todos los que hoy en día están excluidos. Para ello es fundamental el desarrollo de lo que nosotros llamamos el Estado como último empleador. Ya se ha hecho evidente, después de más de veinte años, el fracaso de políticas hacia los sectores populares que consistían simplemente en una transferencia de ingresos: este tipo de acciones sólo tienen sentido en un marco transitorio y de emergencia. Lamentablemente, como este mecanismo se han perpetuado, estructuró en nuestro país una situación que solo genera más exclusión. Por lo tanto, el Estado sí debe transferir ingresos, pero generando empleo en ese mismo paso. Podrá, de ese modo, romper con un status quo en el que el mercado formal ya no genera el trabajo necesario para el conjunto de la sociedad.
Por otra parte, la pandemia nos demostró la fragilidad y la desigualdad en el acceso educativo y la conectividad de la que disponen los barrios populares. Estamos ante la oportunidad de poner en agenda y llevar adelante las políticas públicas que se necesitan para garantizar la presencia de dispositivos tecnológicos y conectividad en los hogares. Conectar Igualdad fue desarrollado con ese espíritu: el de darle más oportunidades a los que menos tienen. ¡Y vaya si tuvo resultados! Estamos en condiciones de hacer todas las transformaciones en esa materia que tanto necesita nuestro país.
Sin lugar a dudas, el Congreso de la pospandemia tiene que poner todo el esfuerzo en la transformación de toda la cadena relacionada con el costo de la mesa de los argentinos y argentinas. Necesitamos un Estado fuerte que pueda intervenir sobre el esquema de precios. La batalla contra la inflación en nuestro país lleva décadas sin poder resolverse y no vamos a encontrar esa solución sin transformar las estructuras que están imbricadas en la cadena de distribución. Apenas seis grandes cadenas concentran más de la mitad de la superficie de venta de los supermercados en Argentina. Esto distorsiona el precio original y hace que el productor sea el que menos parte recibe del precio final. Son pocas manos digitando la inflación y la pobreza de millones. Se sale de esta situación, fortaleciendo los mercados populares y de cercanías, y multiplicando la cantidad de bocas de venta donde los productores puedan llegar de forma directa al consumidor.
Y, por último, no podemos obviar otro elemento indispensable: la salud pública. En los ojos del mundo quedó demostrada la importancia de un sistema de salud público. Es enorme la red comunitaria que fortaleció los cuidados durante el aislamiento en los diferentes barrios de nuestro país y que hoy en día contribuye fuertemente al éxito del operativo de vacunación más grande de la historia. Con más salud tenemos una Argentina más sana en todo sentido.
La Argentina de la pospandemia tiene que ser con toda la sociedad adentro y tiene que romper con los cimientos de la desigualdad que hoy en día estructuran la realidad. Es en el Congreso de la Nación donde se tiene que poner el foco en dar respuesta a esta agenda social impostergable: tomar el ejemplo que representó la sanción del aporte de las grandes fortunas y avanzar con estos puntos imprescindibles. Reivindicar a los excluidos y ponerlos en el lugar que les corresponde es una condición sine qua non para reconstruir la Argentina.