En medio del brote más importante de coronavirus en el país y sin margen político para otra cosa, la ciudad de Buenos Aires endurecerá las condiciones de aislamiento a partir de la semana que viene. Por estas horas, el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta, asesorado por su equipo de infectólogos, sigue de cerca la evolución de la pandemia en territorio porteño para diseñar cuál será el esquema que va a regir en la próxima etapa de la cuarentena, a partir del lunes. La decisión se tomará en forma coordinada con las autoridades nacionales y bonaerenses y no se anunciará antes del viernes.
La magnitud del nuevo aislamiento dependerá de la evolución de la curva de casos durante esta semana, cuando se pueda medir el impacto que tuvieron en la difusión de la enfermedad los últimos cambios al régimen de restricciones, puestos en práctica durante la semana pasada. Sin embargo, en el gobierno porteño descartan que pueda haber nuevas flexibilizaciones. Por el contrario, se tomarán medidas para disminuir la circulación de gente y volver a niveles más parecidos a los que hubo durante el primer mes de cuarentena, cuando la pandemia estaba bajo control.
La decisión de volver a restringir la actividad no tiene tanto que ver con el comportamiento social sino con prepararse ante la inminencia de un pico en los contagios, aclaran las autoridades de la Ciudad. La evaluación que hace el equipo de Rodríguez Larreta sobre las novedades implementadas la semana pasada es positiva: consideran que, como el aumento de casos respondió a focos en geriátricos y en villas, no hay evidencia de que la mayor cantidad de gente en las calles haya provocado una suba en los niveles de contagio. Sin embargo, la decisión está tomada: habrá un endurecimiento desde el lunes.
En el ministerio de Salud porteño trabajan sobre la hipótesis de que en los próximos días podría comenzar a observarse una pendiente más empinada de casos, vinculada a cuestiones estacionales y a la evolución del contagio antes que al mayor grado de actividad de las últimas semanas. Por eso, consideran prudente anticiparse dando marcha atrás con algunas de las medidas que flexibilizaron el aislamiento desde que se decretó la cuarentena. El debate por el alcance de las nuevas restricciones se dará durante los próximos días, en el marco de tensiones cruzadas dentro y fuera del gobierno de la ciudad.
Por un lado, intendentes del Frente de Todos y funcionarios del gobierno bonaerense siguen haciendo presión públicamente para que Rodríguez Larreta vuelva a cerrar la ciudad. El argumento que esgrimen es que resulta imposible controlar la circulación de personas y del virus en todo el área metropolitana si los porteños mantienen su nivel de actividad. Según un estudio que circuló profusamente estos días, sobre datos oficiales, la mitad de los puestos de trabajo en CABA son ocupados por residentes en el Gran Buenos Aires. Un día normal, son dos millones y medio de personas. No hay forma de regular ese caudal.
Por otra parte, siguen las internas en el propio gobierno de Juntos por el Cambio, donde varios funcionarios de primera línea todavía apalancan para forzar una mayor apertura. “Horacio ya no los escucha”, aclaran cerca suyo. Ya no es un secreto para nadie que detrás de esas aventuras emancipatorias está el expresidente Mauricio Macri. Cerca del jefe de gobierno porteño también vinculan a Macri con la difusión que están teniendo algunas investigaciones sobre irregularidades, como la compra trucha de barbijos, que antes solían pasar desapercibidas en los medios de comunicación opositores.