Los debates detrás de la interna radical en el Congreso

Se abrirá una instancia de diálogo con todos los sectores para intentar evitar la ruptura. Los radicales opositores no estuvieron en la reunión de bloque, quieren que se expulse a mileistas y reestructurar el espacio.

23 de octubre, 2024 | 16.50

Finalmente, la UCR no se rompió pero la relación está más que tensa. Con la intención de resolver las distancias, se abrió una mesa de diálogo entre las distintas variantes dentro del espacio para intentar contener a todos. Así se definió en una reunión de bloque de la que el sector más combativo decidió no participar para, en su lugar, exigir la expulsión de los radicales libertarios y un reordenamiento del bloque. Quieren la secretaria parlamentaria y una revisión de los lugares en comisiones que, entendieron, fueron repartidos de manera desigual en esta primera etapa. 

En el fondo de la discusión descansan varios argumentos, de distinto tipo, que grafican el estado actual de confusión pero que, en algunos casos, tienen arrastre de años y no son una novedad. Entre ellos destacan la importancia numérica a la hora de negociar, la necesidad de recuperar ciertas banderas y reconstruir la identidad, las diferencias entre el AMBA y el interior del país, la construcción del sentido correcto y, finalmente, el rol del partido.

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El tamaño del bloque en cualquier negociación es crucial. La influencia de un espacio político no es la misma con 33 miembros que con 20, por lo que la intención es mantener el número de representantes sin caer en dramatismos. Aquellos que, ante la posibilidad de un quiebre formal, decidieron no migrar hacia otras opciones encontraron cierta libertad para adoptar una postura más flexible. La existencia de un sector opositor, encabezado por Facundo Manes y Martín Lousteau, colocó a algunos dirigentes en el incómodo lugar de tener que justificar sus posturas en cada discusión. Ante una posible ruptura, ahora o en el futuro, podrían liberarse de esa carga.

En la UCR coexisten tres sectores: los que sostuvieron los vetos de Javier Milei, los firmes opositores al gobierno y un grupo más indefinido y pendular. Para este último, el bloque no debería adoptar una posición opositora por default, sino evaluar cada caso de manera puntual. Sin embargo, no percibieron esa disposición en sus detractores.

Es evidente que el bloque no está funcionando de manera homogénea. Quienes abogan por una oposición firme a Milei observan con preocupación el deterioro de la identidad y la defensa de las banderas históricas, afectadas por las panquequeadas, selfies y comidas de algunos correligionarios con los libertarios. Por lo tanto, la disputa no es solo una cuestión de fortaleza numérica, sino también de qué representa el partido. La necesidad de "perder músculo" para ganar "identidad" se plantea como una opción estratégica para presentarse como una alternativa clara en las elecciones.

Por eso, la disputa también está orientada en ese sentido. No sólo una cuestión de fortaleza numérica, sino de qué representa el espacio. Perder una cosa (músculo) para ganar otra (identidad) y pensarse como una opción clara en las elecciones. Esta percepción encuentra resistencia en quienes argumentan que las banderas radicales no son únicamente alfonsinistas y que la sociedad cambió. Desde esta visión, sostienen que es necesario actualizar algunas consignas para evitar ser percibidos como un partido vecinal. El votante tradicional ya optó por otras alternativas, como el PRO o La Libertad Avanza. ¿Puede el radicalismo clásico regresar al presente sin adaptaciones?

Otro de los temas subyacentes en esta disputa es el AMBAcentrismo. Aún no está claro cómo abordar la relación con el gobierno por las diferentes percepciones que la ciudadanía tiene del presidente. Están quienes sostienen que el ruido de la Capital Federal y el conurbano no representa a la totalidad de los sentimientos engendrados en el país y que, en el interior, el panorama no es igual. 

Este cuestionamiento se inscribe en un debate más amplio que va más allá de la UCR y afecta a todos los partidos: el liderazgo. Tras las elecciones de 2023, los gobernadores de Juntos por el Cambio han cobrado una relevancia notable por sus triunfos en sus respectivas provincias, lo que desencadenó una lucha por la conducción: ¿debe ser desde el territorio o desde el Comité?

Hasta ahora, Martín Lousteau, presidente del partido, no pudo lograr un movimiento masivo de los legisladores tras sus decisiones. Incluso llamó a rechazar vetos que cinco de los suyos terminaron avalando. El porteño optó por tomar una postura marcadamente opositora al gobierno, no sólo con el rechazo de los DNU y la ley Bases, sino también por impulsar investigaciones en la comisión bicameral de inteligencia.

Él fue quien, en la interna radical del año pasado, pidió por la conducción del bloque en manos de Rodrigo de Loredo como condición para reunificar el espacio. Los suyos, Evolución, habían roto post elecciones 2021 y después de un año volvieron a estar juntos. El número, sin embargo, se redujo desde ese entonces hasta ahora.

Cuando se partió el espacio, se fueron 12 legisladores de Evolución pero, en este nuevo escenario, serían sólo cuatro los más decididos a ocupar un lugar opositor. Desde el sector no se alarmaron: la corriente no se rompió, sólo se “fueron” los que, en su momento, llegaron buscando un lugar. No puros.

Finalmente, en la pelea interna está la discusión de sentido. Con la jugada de no romper, las distintas tribus radicales quieren forzarse, unas a otras, a tomar la decisión difícil de echar al contrario.