Incluso a los dirigentes más memoriosos en la CGT les cuesta recordar una ocasión en la que llegara el día del Congreso que debe elegir autoridades sin contar con una definición previa. Señal de los tiempos, extraños, inciertos, que transcurren. Algunos de los líderes históricos de la central obrera, que saben por mañosos pero más saben por viejos, recordaban anoche jornadas ya remotas de sillazos e insultos con la esperanza de que hoy no se repitan escenas similares en la víspera de una elección de medio término. “¿A quién podría beneficiar algo así?”, se preguntaba, en voz baja, un veterano de muchas roscas sindicales, que conoce perfectamente la respuesta.
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Lo cierto es los delegados al congreso de la CGT están citados para ir llegando hoy a partir de las siete de la mañana a Parque Norte, el tradicional recinto para estos cónclaves, y aunque hubo muchos que apenas durmieron, abocados a encontrar una salida de compromiso durante la madrugada, al despuntar el alba todavía no había acuerdo. El trabajo previo que se realizó pacientemente durante meses para enhebrar la reunificación cegetista después de un lustro de diásporas se comenzó a enredar con el resultado de las PASO, zozobra desde hace una semana y entró en crisis 48 horas antes de la cita. Se define en real time. No apto para cardíacos.
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En letras de molde, el problema pasa por la conformación de la punta de la pirámide organizacional, esa secretaría general que durante buena parte de este siglo funcionó como un cuerpo colegiado. El actual titular de la CGT, Héctor Daer, y el dirigente de Camioneros Pablo Moyano, tienen asegurado un asiento en esa mesa. Un acuerdo inicial le reservaba la tercera silla al metalúrgico Antonio Caló, pero a último momento intervino el gastronómico Luis Barrionuevo para imponer la reelección de su hombre de confianza, Carlos Acuña, titular del gremio de trabajadores de Estaciones de Servicio. Ese es el conflicto que no terminaba de resolverse a horas de la votación clave.
Con esa fórmula quedaría reeditada la conformación que había adoptado la CGT a partir de 2016, durante el gobierno de Mauricio Macri, cuando el triunvirato lo conformaban Daer, Acuña y el entonces moyanista Juan Carlos Schmid (de Dragado y Balizamiento), en un Congreso que dejó afuera a sectores como la Corriente Federal y el Movimiento de Acción Sindical Argentino. Estos grupos son los que apoyaban la postulación de Caló y amenazaban anoche con volver a dar el portazo si no se les daba un lugar. Se barajó la opción de ampliar a cuatro el número de secretarios generales, pero los Gordos, representados por Daer, se oponen a ceder una porción de su poder.
Los Gordos representan a los grandes gremios de servicios y suelen tener el mayor músculo a la hora de sesionar en Congreso, de forma tal que siempre terminan sentados a la mesa de decisiones, algo que se potenció a partir de una alianza permanente con los llamados “independientes”, que suelen practicar oficialismo sin importar quién esté en el gobierno. Desde hace un lustro que además actúan en tándem con Barrionuevo. Esa alianza quedó ratificada esta semana, cuando Daer se inclinó por la reelección de Acuña antes que apoyar a Caló. Con esta configuración quedan aislados, nuevamente, los sectores más afines al kirchnerismo y los gremios industriales.
Los voceros de los Gordos explican que la decisión pasa por darle mayor autonomía a la CGT para sostener a un gobierno que podría salir debilitado de las elecciones de medio término. En ese sentido, destacan la convocatoria que anticiparon hace 48 horas en una reunión con Alberto Fernåndez y Movimientos Sociales en la Casa Rosada, para marchar la semana que viene por el Día de la Militancia. Será 72 horas después de los comicios y buscará dar un golpe de efecto para cortar de cuajo los efectos negativos que pueda traer el resultado electoral. Según a quién se le pregunte, ese peligro está corporizado en la oposición o en otros sectores de la coalición oficialista. Allí está la semilla del conflicto.
Corren horas de definición: los gremios industriales y la Corriente Federal rumiaban descontento por la marginación de Caló y definían una postura en común para llevar a Parque Norte. Los Moyano, pieza clave en la jugada que pergeñaron Daer y Barrionuevo, ahora piden más sillas en el Consejo Directivo, y amenazan con hacer caer la sesión si no tienen una respuesta satisfactoria. Desde todas las tribus aseguran que la unidad es la premisa principal y no corre riesgo y que al final del día se alcanzará una solución acordada. Por ahora, y como no ocurre desde hace demasiado tiempo, el Congreso comenzará sin el guión terminado. Puede pasar cualquier cosa.