El presidente Alberto Fernández resultará electo para conducir la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) durante 2022 en la cumbre de cancilleres que se llevará a cabo este viernes en el Palacio San Martín. El organismo reúne a los 33 países del continente -todos a excepción de Estados Unidos y Canadá- y aparece en estos momentos de recomposición de las fuerzas progresistas de la región como el ámbito donde podrán motorizarse políticas de interés común, en reemplazo de la desprestigiada OEA de Luis Almagro. En este tramo decisivo de las negociaciones con el FMI, el Gobierno buscó quitarle todo matiz que podría resultar inquietante en Washington. "Que se entienda bien: la CELAC no nació para competir con nada ni con nadie", afirmó el canciller Santiago Cafiero.
Fernández llega a la presidencia pro témpore de la CELAC después de varios meses de gestiones. Luego del golpe a Evo Morales en Bolivia, a fines de 2019, en el que la OEA jugó un papel bochornoso -primero instigando y luego avalando la asonada-, Fernández y su principal aliado regional, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, convinieron reconstituir la CELAC como organismo de referencia en el continente, con un funcionamiento independiente de la Casa Blanca. En 2020, asumió la conducción el propio AMLO, cuyo mandato fue prorrogado durante 2021 por motivo de la pandemia. Estaba todo acordado para que en la cumbre realizada en septiembre pasado en México lo reemplazara Fernández, pero la disidencia del gobierno nicaragüense de Daniel Ortega -enojado por las votaciones por derechos humanos en la ONU y por el retiro del embajador- postergó la definición hasta este viernes.
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Una década
A diferencia de la OEA, en donde fueron apartadas, de la CELAC participan Cuba y la Venezuela de Nicolás Maduro. En cambio, el gobierno de Brasil de Jair Bolsonaro decidió autoexcluirse y suspendió su participación. Fue creada en 2010 -en una continuidad de lo que fuera el Grupo Contadora y el Grupo de Río- y tuvo su primera cumbre en Caracas en 2011. "No es una integración contra nadie, nunca supuse que la integración europea fuera contra nadie sino a favor de ellos", sostuvo en ese encuentro inicial la entonces presidenta Cristina Kirchner, quien insistió en que se debían crear mecanismos ejecutivos para que la integración aportara soluciones concretas a los problemas regionales.
Nunca fue pensado como una unión aduanera al estilo Mercosur, sino más bien como un foro de concertación política y de cooperación en lo económico y social. Por ejemplo, un tema que ocupó esa primera cumbre fue la de una respuesta regional al problema del narcotráfico que por entonces jaqueaba a Colombia. En su declaración de principios se compromete a favor de la democracia, la paz y los derechos humanos, pero dejando en claro que "cada uno de nuestros pueblos escogerá las vías y medios que les permita perseguir dichos ideales", otra gran diferencia con la OEA. La condena al bloqueo de Estados Unidos a Cuba, las sanciones económicas a Venezuela y la reivindicación de los derechos argentinos sobre las islas Malvinas figuran en todas las declaraciones del foro. Tiene una cláusula antigolpe que se podría haber utilizado en el caso boliviano.
En su presidencia se vinieron alternando países de Centroamérica, del Caribe y de América del Sur. Esta será la primera vez que a Argentina le toque presidirlo, en un contexto particular. Por un lado, la situación pandémica que le otorga especial relevancia a todos los mecanismos de ayuda y solidaridad que puedan aplicarse a nivel interno en la región. Por ejemplo, México y Argentina son fabricantes de vacunas contra el coronavirus y ya activaron donaciones a países más necesitados. Por el otro, yendo al terreno político, coincidirá con un revival del progresismo regional que hace pensar en aquella primera cumbre en la que coincidieron Cristina, Hugo Chávez, Pepe Mujica y Dilma Rousseff. Luego de las últimos triunfos de la izquierda en Bolivia, Perú, Honduras y, especialmente, Chile, la mira esta puesta en lo que ocurra este año en Brasil y Colombia, que podrían terminar de inclinar el mapa.
La nueva región
De hecho, el canciller mexicano Marcelo Ebrard, de paso hacia Buenos Aires, hizo escala en Santiago de Chile para reunirse con el presidente electo Gabriel Boric para compartir una rosca de reyes y adelantar que ambos países apuntarán a generar una relación estratégica. "Es una movida fuerte", comentaban en Cancillería. Ebrard -arquitecto primero con Felipe Solá y ahora con Cafiero del desembarco argentino en la CELAC- hablará en la apertura de la cumbre en el Palacio San Martín para hacer un balance de la jefatura pro témpore mexicana. Es un posible candidato a la presidencia de su país y mantiene un aceitado vínculo con el Departamento de Estado.
Era algo en lo que ponían énfasis cerca del canciller Cafiero: esta cumbre no debía ser vista como una jugada contra Washington. Lo planteó más temprano la portavoz Gabriela Cerruti. "Las relaciones de Argentina con Estados Unidos son excelentes. Sería importante que todos los países del mundo entiendan que fortalecer una región, fortalece a todos", sostuvo. "Esto privilegia las relaciones latinoamericanas en un momento muy particular para la región", agregó.
Alberto Fernández le dedicará especial atención al encuentro. Anoche, encabezó una cena de agasajo a los cancilleres y enviados -hay algunos ausentes por coronavirus- en la cúpula del CCK. Y hoy estará al mediodía en el Palacio San Martín para agradecer la designación y plantear sus objetivos generales como presidente pro témpore de la CELAC. En el gobierno argentino remarcan como un valor importante la capacidad de Fernández de dialogar con todos los gobiernos de la región -de Cuba y Venezuela a Colombia y Brasil-, algo que, aseguraban, le otorga especial relevancia a los ojos de Washington. Un equilibrio del que deberá hacer gala en los agitados días que tiene por delante.