Una crisis no es crisis del gobierno

12 de octubre, 2020 | 11.27

Las sociedades suelen ser exigentes con sus gobiernos. Esa actitud que necesariamente se convierte en presión, también significa expectativa: existe la confianza que el gobierno a través el manejo del aparato estatal, podrá encontrar soluciones a los problemas más relevantes. De allí que la clave de todo gobierno que aspire a una buena gestión, será partir de un diagnóstico que conecte con aquello que es algo impreciso pero políticamente comprensible: “lo que está viviendo la sociedad” en este momento. No hay un detector certificado para realizar ese análisis y allí la capacidad de los líderes políticos para hacer conexión con su propia sociedad se vuelve un recurso capital. Desde luego primero tiene que funcionar la voluntad de hacerlo. El macrismo por caso, demostró en sus cuatro años en el gobierno, escasos deseos de conectar con las demandas de la sociedad, a las que sí había atendido en la campaña de 2015. Su lema de “pobreza cero” no fue acompañado de ninguna política pública destinada a tal efecto, nunca se vislumbró en las decisiones llevadas adelante, la intensión de dar respuesta a esa demanda. Lo curioso del macrismo es que se reveló ineficaz en los objetivos que sí se había propuesto y de allí su imposibilidad de lograr la reelección. La presidencia de Alberto se inicia tras el fracaso del macrismo, primera nota al pie, que implica una situación crítica para las mayorias. El Frente de Todos empieza con una idea general de lo que quiere hacer, precisa en algunos aspectos, pero luego se transforma el escenario imaginado por completo con la llegada de la pandemia. Es como si nos hubieran arrancado de la Argentina y nos pusieran a todos en otro lugar, en el que al conjunto de demandas y problemas existentes se suma el Covid-19 y sus estragos no solo en la dimensión sanitaria. El Banco Mundial anunció una caída mundial el PBI de un 5,2%, marcando la peor recesión desde la II Guerra Mundial. CEPAL publicó su informe en donde se estima la caída más alta del PBI en la historia de América Latina. Incluso en la guerra la industria militar suele empujar, trágicamente, algún  crecimiento económico. Ahora ni eso; el escenario global es de alta incertidumbre, no hay, como al final de una guerra, una nación o una coalición de vencedores con la capacidad de señalar un camino. Me resulta incomprensible que cualquier análisis que se haga de la coyuntura actual y sobre el desempeño del gobierno, intente hacerse “más allá” de esta situación, como si el presidente y sus ministros pudieran tomar decisiones desconociendo la situación pandémica. 

Entonces ante la pregunta acerca de si el gobierno está en crisis, la primera respuesta es no. Sucede algo bien distinto: el gobierno se desarrolla durante una crisis, muy grave y destructiva. Es un problema de diferenciación que lleva a muchos, incluso votantes entusiasmados del Frente de Todos, a pensar que Alberto se encuentra en un callejón con salida estrecha, o con el GPS descompuesto. El problema nos son los mapas; el inconveniente es la incertidumbre del mundo por venir, sobre el que hay pocas seguridades. ¿Reelige Trump en USA? ¿La Unión Europea acrecentará aún más el cierre de sus economías? ¿Cómo será el incremento de la intervención de China? ¿Qué pasará con el mapa político de la región, signada hoy por opciones políticas de derecha, cuando no autoritarias? Argentina sabe lo que tiene que hacer: reconstruir su mercado interno, desbastado incluso antes que la pandemia, por el macrismo que se ocupó de virar de la producción a la especulación financiera y despilfarrar un préstamo multimillonario del FMI que no quedó reflejado en una sola obra pública. ¿Cómo procesamos tan rápido que no sepamos en que gastó el gobierno de Mauricio Macri U$S44.000 millones? ¿Pedimos cuentas de los pasajes de avión de los legisladores pero atribuimos a un tema técnico difícil de explicar la desaparición de semejante cifra que condena a generaciones a pagarla? 

Siempre se ha resaltado la capacidad de Néstor Kirchner cuando desde 2003 supo leer las  expectativas de la sociedad civil y generar una agenda en consonancia a ella. Hoy se espera que Alberto Fernández lo siga en esos pasos. Por eso lo que cuenta es el modo en que se concibe la acción de gobierno, y no creer que es una simple traspolación de prácticas. En noviembre de 2004 Kirchner tuvo la convicción y la voluntad para quebrar el ALCA, y contó con las voluntades de “Lula” Da Silva y Hugo Chávez. ¿Cuáles son hoy los socios si pensamos una empresa semejante? En soledad Alberto Fernández defiende a Evo Morales a quien le dio asilo. Lo que debe perdurar es la convicción respecto a defender la democracia y cuál destino queremos para la región; las acciones, por ahora, son limitadas por la propia coyuntura. Entonces ¿cuáles son esas claves que el gobierno debe sostener hoy y que implica el pacto con los votantes del Frente de Todos? Es defender el salario frente a la avanzada pro devaluación; es seguir poniendo el cuidado de la población por encima del clima de negocios; es estimular la producción en detrimento de la especulación financiera. No es mucho más lo que le piden hoy sus votantes y un porcentaje altísimo de la sociedad. Porque como decía, le demanda implica que se confía en que el Estado las puede satisfacer.

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Y para apuntalar eso, es necesario seguir sosteniendo la convicción que la unidad del FdT es la llave para todo ello. Que la oposición mediática se entretenga buscando problemas al interior del Frente; los conflictos  no están allí para el oficialismo. Los problemas los define esta coyuntura que se torna más compleja con sectores de la oposición que no se comportan de manera lo suficientemente leal como lo exige la hora. Las circunstancias son difíciles porque la crisis es evidente; y en medio de ella el gobierno busca las acciones para responder al pacto electoral que hace un año firmó con la sociedad y que en su naturaleza, no ha cambiado.