La magia existe

30 de enero, 2025 | 00.05

En la política económica existe un concepto central pero cuasi olvidado, el de “grados de libertad”. Uno de los principales logros del primer kirchnerismo, allá muy lejos y hace tiempo, primeros días de 2006, fue cuando se pagó la totalidad de lo adeudado al FMI. Muchos economistas de entonces criticaron la operación. Afirmaban que era un despropósito cancelar deuda con baja tasa de interés mientras pronto se debería tomar deuda nueva con un interés más alto. Pero lo que en realidad estaba ocurriendo no era solo una cuestión financiera, sino que al desembarazarse de la tutela del organismo la economía ganaba abrumadoramente “grados de libertad”, es decir soberanía para la toma de decisiones.

Aunque las nuevas generaciones de votantes no lo recuerden, desde la recuperación democrática de 1983 el debate económico siempre estuvo atravesado por el problema del endeudamiento externo, en divisas, tanto con privados como con organismos. La gestión de este endeudamiento era conducida, desde el lado de los acreedores, por el FMI. El resultado de la interacción se plasmaba en la visita recurrente de las “misiones” del Fondo y la consecuente imposición de condicionalidades para “ajustar” la economía con un objetivo bien concreto: destruir las funciones del Estado. El FMI exigía apertura externa, desregulaciones y privatizaciones de todo tipo, especialmente en la provisión de servicios públicos. Y no solo aquellos cuya provisión estatal era debatible, como la telefonía o los canales de televisión, sino especialmente los más básicos, como la salud, la educación y el sistema jubilatorio.

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La apoteosis de estas imposiciones transformadas en ideología, que había comenzado con la dictadura, ocurrió en los años ’90, cuando los hospitales públicos dejaron mayoritariamente de ser nacionales y la educación primaria y secundaria se transfirió a las provincias. El lema de la dictadura “achicar el Estado es agrandar la Nación”, que las clases medias pegaban como calcos en las lunetas traseras de sus autos junto a “los argentinos somos derechos y humanos”, se hacía realidad. Para que todo esto pueda suceder fue imprescindible primero desprestigiar, vía una ineficiencia muchas veces deliberada, la provisión pública. Pero el dato emergente es que el endeudamiento externo nunca es solamente una cuestión financiera, sino principalmente una herramienta de dominación. El objetivo último es “la extracción del excedente colonial”, pero también el armado de la sociedad a imagen y semejanza de la voluntad de las clases dominantes. La lógica con los acreedores es de hierro y medieval: “te endeudaste, las deudas se pagan y ahora te toca poner tu libra de carne”.

Pero regresemos a comienzos de 2006. La recuperación de los grados de libertad ganados con el pago al FMI fue disminuyendo a partir de 2011, cuando reapareció el déficit externo y en el camino se redujeron progresivamente las reservas internacionales acumuladas en tiempos de los altos precios de las commodities, el famoso viento de cola de la primera década del siglo que benefició a toda la región. Luego vino el macrismo y tapó el creciente déficit externo con toma acelerada de deuda, proceso que explotó en 2018 y se agravó con el regreso al FMI y su mega préstamo de más de 40 mil millones de dólares. En adelante desembarazarse resultaría cada vez más difícil. La renegociación del endeudamiento heredado por el macrismo marcó la agenda del gobierno de Alberto Fernández mucho más que el carácter timorato para la toma de decisiones y el bochornoso bombardeo cristinista. Hoy el establishment local le critica a Macri su presunto gradualismo, pero su verdadero legado fueron los más de 100 mil millones de dólares de deuda nueva y la “resujeción” a los acreedores externos.

La realidad de 2025 resulta inseparable de 2023, el año de la alta inflación que preparó la aceptación general para la llegada de Javier Milei, quien en los años previos había pasado de panelista televisivo a diputado sin luces, pero al que se le alinearon los planetas y saltó a la presidencia. La clase política, especialmente el oficialismo 2019-23, hizo una muy mala lectura del resultado de las elecciones de medio término de 2021, evitó el ajuste indispensable creyendo que hacer política era sinónimo de no dar malas noticias. Hoy Milei reencarna el proyecto de las clases dominantes locales y globales y, sobre la base del hartazgo de la persistencia de la alta inflación que el gobierno precedente no supo combatir, impulsó un destructivo ajuste draconiano que imprime una nueva vuelta de tuerca al achique sobre salud, educación, ciencia y técnica, jubilados y obra pública.

El bálsamo que permite soportar los recortes es el freno de la inflación sobre la base del anclar el principal precio básico, el del dólar. Es una historia archiconocida y muy linda mientras dura. Las clases más pudientes, incluidas las medias, vacacionan en el exterior y disfrutan de un nuevo ciclo de “plata dulce” que permite olvidarse de la creciente pérdida de competitividad de la economía. La destrucción de sectores puede parecer imperceptible, pero es una fuerza tectónica. Cualquier analista advierte que los precios en dólares no reflejan la productividad de la economía. El precio ficticio de la divisa no se sostiene por el flujo exportador, sino por los 30 mil millones del blanqueo. Pero el objetivo político inmediato es llegar a las elecciones. Aquí entra nuevamente la buena estrella que acompaña a Milei. El sostenimiento del modelo de dólar barato, como sucedía en tiempos de la convertibilidad, demanda la continuidad del ingreso de divisas y el triunfo de Donald Trump habilitará un nuevo préstamo del FMI, en principio por alrededor de 11 mil millones de dólares. Si alguien creía que en economía las restricciones reales suponen que la magia no existe se equivoca. La deuda es mágica y patea las restricciones hacia adelante. La magia existe.

En 2025 el debate económico tendrá dos componentes centrales, la sobrevaluación del peso y el acuerdo con el FMI, que esta vez tendrá más motosierra que licuadora. Con la licuadora, que es devaluación e inflación, no se ganan elecciones, lo que abortaría la consolidación del modelo. En el mientras tanto, la oposición continúa ausente, ahogada en disputas internas, culposa por su reciente fracaso, sin propuestas superadoras y absolutamente impotente. Y en el mismo mientras tanto “La libertad avanza”, la sujeción a los dictados de capital global se profundiza y los cambios estructurales de la economía se vuelven cada vez más irreversibles. Los “grados de libertad” son un recuerdo lejano y la deuda con el FMI, la vieja y la que vendrá, será disfrutada por generaciones.