“Lanata vs. Abiuso”, un partido con la cancha inclinada a favor del machismo en los medios

04 de abril, 2021 | 00.05

Hace unas semanas Marina Abiuso, la nueva editora de género del Canal TN, propuso un debate al aire con Jorge Lanata por una serie de comentarios machistas y misóginos que había hecho el periodista en el marco de una nota sobre la vacunación a personas no esenciales en Provincia de Buenos Aires. "¿Viste la foto?, Digamos la verdad, en la que está con la camiseta de Racing tiene un lindo culito", fue la frase con la que se refirió a una joven de 18 años cuya historia trascendió porque había sido acusada de recibir una vacuna ilegítimamente. El dato de color es que al tiempo que utilizó esa desafortunada caracterización de una mujer acotó  "pido disculpas a Carolina por mi comentario patriarcal y machista", haciendo referencia a Carolina Amoroso  quien conduce TN Central junto a Nicolás Wiñazki. No es la primera vez que Jorge Lanata interviene de esta maneraHace menos de un mes, en una situación muy similar, había infantilizado a su compañera tratándola “como una nena de 15 años” en un episodio de violencia mediática que también trascendió pero no tuvo grandes repercusiones.

Esta vez fue diferente. Como consecuencia de las críticas negativas en las redes sociales y de los colectivos feministas, Abiuso, la editora de género del canal, y Lanata protagonizaron una conversación al aire en la que se prestaron a debatir sobre las expresiones y el alcance que tiene la violencia de género simbólica en la sociedad. "Vos entendés y sabés el peso de las palabras. Trabajás hace 40 años, celebro la posibilidad de hablar y creo que vos sabías que esto iba a generar polémica, porque dijiste que era machista y patriarcal", agradeció la editora de género al iniciar el intercambio. Y luego agregó: "Estoy segura de que del otro lado hay mucha gente que piensa lo mismo y que piensa que es un chiste demodé y los chistes están, se hacen, se hicieron, cerraste tu columna con el mismo chiste. Pero esos chistes generan otro tipo de reflexiones y mi rol como editora de género es señalar si estas discusiones son las que queremos señalar con las noticias que damos", subrayó. La reacción de Lanata fue el desprecio, la subestimación de los argumentos y redoblar la apuesta haciendo uso del típico discurso de la libertad de pensar y hablar: "No me prohíban a mí la posibilidad de decir lo que quiera. Tengo el derecho de hacer mil chistes malos".

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A pesar del ejercicio de reflexión que encabezó la editora, tan necesario en estos tiempos, y su buena voluntad y compromiso al tratar de establecer una conversación sobre el tema, la puesta en escena armada por TN dejó en evidencia varios aspectos importantes que reafirman un punto clave a la hora de abordar la violencia de género: se trata de un modo de funcionamiento (de orden simbólico) de la violencia social estructural, involucra una lucha de poder que es parte estructural de las relaciones sociales, y no termina en el establecimiento de si es o no un comentario sexista. Las frases de Lanata, el lugar que ocupa en el mapa de los medios, y la impunidad para defender su libertad individual de ser violento frente a una sociedad que más que nunca exige otra cosa, nos muestra las capas de sedimentación que sostienen al machismo y las dificultades que todavía atravesamos para generar un cambio de fondo. Ante esto me pregunto: ¿cuál es el rol y cuáles son los límites que tiene una editora de género? ¿Alcanza solo con crear el puesto y designar al frente a una mujer para que las cosas cambien? ¿Se modifica la relación de poder o nos atribuye a las mujeres la exclusiva tarea de empujar las transformaciones?

La historia y el rol de las editoras de género

“Este debate, que para mí es tan obvio y para vos lo es un sentido contrario, tenemos que darlo. Lo que me parece interesante es que hay una parte que para mí es obvia y para vos no. En esa distancia hay gente en sus casas de cada lado. La decisión de que exista este rol es empezar a transitar esa duda. Tener esta conversación al aire enriquece”, explicó en TN la editora de género sobre la importancia de poner el tema en agenda y llevarlo a la conversación social. La creación de este rol es sumamente reciente a nivel internacional y todavía genera algunas resistencias. Hoy en día Argentina es uno de los países de la región con mayor cantidad de editoras de género, tanto en el ámbito público como el privado. Las demandas sociales, los reclamos sindicales, las nuevas normativas institucionales e incluso las políticas públicas en la lucha contra las violencias de género, como la aplicación de la Ley Micaela, han logrado abrir la puerta de entrada a espacios culturales y ámbitos sociales estratégicos como los medios de comunicación.

La tarea de las profesionales es modificar y corregir los principios editoriales, estatutos y códigos de ética, e introducir de forma transversal la mirada de género en cada ámbito de producción de las noticias y de producción sentido. Además se busca sistematizar un monitoreo permanente y evaluación de los contenidos que se publican, la capacitación permanente de lxs comunicadorxs, y la posibilidad de orientar constantemente a lxs trabajadorxs de medios en sus tareas si fuera necesario. Conociendo esta información y sabiendo que cada vez son más las editoras en los medios audiovisuales y gráficos, es legítimo preguntarnos por qué en la mayoría de los espacios persisten miradas patriarcales que reproducen las violencias de género.

Lo primero que debemos entender es que el sistema patriarcal nos lleva toda la historia de la humanidad de ventaja y que el rol actual de los feminismos, en los marcos generales pero sobre todo en ámbitos masculinizados como los medios de comunicación, la política y otros ámbitos de poder, es todavía el de ir ganando espacio y legitimidad. La igualdad de género es necesariamente una lucha de poderes y la ruptura con privilegios que son históricos y están interiorizados en las subjetividades y las estructuras institucionales. Por eso ante el avance de las conquistas feministas, también se multiplican los focos y estrategias de resistencia patriarcal que, en casos como éste, se manifiestan con modos sútiles que persiguen el único fin de devaluar la posibilidad de consenso y conservar la forma de dominación. La creación de un nuevo sentido común, una forma de lenguaje inclusiva, un grado mayor de consciencia, y nuevos consentimientos sobre lo que sí se puede decir o no es un trabajo de hormiga.

Pink Washing: la construcción de un hecho televisivo

Más allá de que el rol de las editoras es un paso más en el camino por lograr transformaciones concretas que debemos celebrar y exigir, el armado del hecho televisivo que depende de una decisión empresarial demostró cierto afán de marketing y espectacularización. De por sí la división de la pantalla en dos, a modo de “grieta”, y la creación de una suerte de enfrentamiento entre dos personas o subjetividades es completamente tendenciosa y corre el eje de la cuestión a una discusión meramente personal. El rol de Abiuso ante la audiencia no puede ser reducido a corregir o interpelar a un periodista, quien además suele utilizar estas situaciones a favor para victimizarse, sacar rédito político y ponerse en el centro de la escena. No hay punto de equiparación entre el ego de una persona y una lucha colectiva contra un modo de violencia que sufrimos a diario las mujeres. Desde el momento en que se ponen en el mismo plano el deseo individual de hacer un chiste misógino, frente a la consolidación de una sociedad más igualitaria y democrática, queda en evidencia que la cancha sigue inclinado para un lado. No es un chiste, es violencia. La discusión no es ni puede reducirse a la “libertad de expresión” de un individuo. La discusión es colectiva, es social y es política.

Qué es el pink washing

No hace falta ser muy despierto para darse cuenta que los modos de nombrar y representar los hechos encierran intencionalidades y tomas de posición. Por eso sabemos que resulta insuficiente poner a conversar a dos personas o incorporar algunas caras de mujeres o disidencias en los programas centrales cuando todo lo que rodea la situación inclina la cancha hacia un lado. He aquí que algunas marcaron que podía tratarse de un elemento constitutivo del llamado pink-washing, también conocido como capitalismo rosa, una estrategia de marketing aplicada a causas sociales o de minorías que las corporaciones o empresas toman como bandera cuando en realidad en sus prácticas diarias y cotidianas reproducen lo contrario. A primera vista la línea que divide una estrategia de lavado rosa de una política y cultural en medios es difusa, teniendo en cuenta que todo cambio real comienza en los pequeños pasos. Lo que en este caso sí se puede destacar es que la hipocresía se convirtió en oportunidad y el caso, por mérito exclusivo de Abiuso, produjo una invitación social a reflexionar.

El “no debate” entre Marina Abiuso y Jorge Lanata es una muestra representativa de cómo el patriarcado tiene la capacidad infinita de reproducirse y generar estrategias de resistencia usando los recursos del feminismo y sus luchas. Digo “no debate” y lo resalto porque existe una desigualdad de base que lo contextualiza, una relación jerárquica y de subordinación preexistente a dicha escena que no ha cambiado y me atrevo a decir que no cambiará solamente por la mera presencia de editoras de género. ¿O acaso fue casual que la última palabra la haya tenido Jorge Lanata anteponiendo su libertad individual y su deseo de hacer un chiste, a la necesidad de no reproducir violencia contra las mujeres? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que algo similar vuelva a suceder? El que nomina domina decía P. Bourdieu. En todos los medios, y las audiencias, conviven relatos de avanzada sobre el feminismo con discursos retrógrados. Eso resulta inevitable. Sin embargo la erradicación de la violencia de género no puede quedar atada a la actuación individual de algunxs miembrxs o agentes, casi siempre mujeres, “feministas”. La tarea necesita de la implementación de políticas de intervención públicas y privadas integrales que se propongan resolver las desigualdades estructurales y materiales, modifiquen por dentro las relaciones sociales, e instalen la problemática en la agenda pública con peso propio. De cualquier otra manera podremos pensar que el objetivo del medio en cuestión es en realidad cambiar algo para no cambiar nada.

MÁS INFO
Fabiana Solano

Mi nombre es Fabiana Solano y tengo 34 años. Soy socióloga egresada de la UBA y casi Magister en Comunicación y Cultura (UBA). Digo ‘casi’ porque me falta entregar la bendita/maldita Tesis, situación que trato de estirar con elegancia. Nunca me sentí del todo cómoda con los caminos que me ofrecía el mundo estrictamente académico. Por eso estudié periodismo, y la convergencia de ambas disciplinas me dio algunas herramientas para analizar, transmitir, y explicar la crisis del 2001 en 180 caracteres. Me especializo en culturas y prácticas sociales, desde la perspectiva teórica de los Estudios Culturales. Afortunadamente tengo otras pasiones. Me considero una melómana millennial que aprovecha los beneficios de las múltiples plataformas de streaming pero si tiene que elegir prefiere el ritual del vinilo. Tengo un especial vínculo con el rock británico (siempre Team Beatles, antes de que me pregunten), que se remonta a mis primeros recuerdos sonoros, cuando en mi casa los domingos se escuchaba “Magical Mistery Tour” o “Let It Be”. Además soy arquera del equipo de Futsal Femenino de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), rol que me define mejor y más genuinamente que todo lo que desarrollé hasta acá. Por supuesto que la política ocupa gran parte de mi vida y mis pensamientos. Por eso para mi info de WhatsApp elegí una frase que pedí prestada al gran pensador contemporáneo Álvaro García Linera: “Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.