La guerra contra la inflación

15 de marzo, 2022 | 19.48

La inflación en febrero fue de 4,7 por ciento, según los números del INDEC, y ello se suma al aumento de la nafta que anunció YPF a principio de semana de entre un 9,5 y un 11 por ciento, y a la noticia que circuló sobre un posible aumento de las retenciones para la exportación de aceite y harina de soja. Estos titulares tienen elementos nacionales e internacionales ya que, una vez más, el fantasma que recorre el mundo es la inflación.  

Estas noticias, entre otras, contribuyen a las expectativas ya formadas de alta inflación en nuestro país. Por segundo mes consecutivo, los aumentos de luz, gas, nafta y prepagas, sumado a la crisis ambiental, los incendios y la sequía, contribuyen a una inflación intermensual cercana al 3 por ciento. Inflación concentrada nuevamente en alimentos: recordemos que en enero el pan de mesa aumentó 12 por ciento y el kilo de harina de trigo común 5,7 por ciento.

Con estos números un hogar tipo en la ciudad de Buenos Aires, conformado por dos adultos y dos niñes y que tengan la fortuna de no tener que pagar alquiler, necesitan una canasta total para consumir lo básico de 105.361 pesos por mes, según la DGCyE CABA; un 6 por ciento más que en enero y casi 37 mil pesos más que en febrero de 2021. Ya deben conocer los números considerando el pago de un alquiler. 

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Este escenario deja las estimaciones hechas por el gobierno y el Fondo Monetario Internacional desactualizadas, ya que la inflación esperada para el 2022 era de un 38 por ciento a 48. Pero, el aumento de precios de enero y febrero contribuye a que se consoliden las expectativas del mercado (expresadas en el REM) de un 55 por ciento para el 2022.

Una situación agobiante, angustiante, que la sentimos en el día a día, cada vez que vamos al supermercado, o a la farmacia, llenamos el tanque, o intentamos proyectar algún gasto. Ni hablar de la constante sensación de que no hay sueldo que alcance, menos para los sectores informales o sin paritarias. 

Pero la lucha contra la inflación no es patrimonio nacional. En Estados Unidos se espera que este 2022 la inflación interanual sea del 7,9 por ciento, algo inédito en ese país que no conoce de inflación desde que se apropiaron del dólar como moneda de atesoramiento a nivel internacional, después de la Segunda Guerra Mundial. Nos tenemos que remontar a la crisis del petróleo en 1972 hasta principios de los 80s para encontrar niveles similares a los actuales, con inflación interanual del 11 por ciento. 

Dos componentes principales explican la inflación de los países avanzados: los cuellos de botella de producción generados en el marco de la pandemia del Covid-19, que produjeron una inflación de costes y, por otro lado, la incertidumbre y las consecuencias de la guerra entre Rusia y Ucrania. Esto está provocando que tanto la Unión Europea, como Reino Unido y las economías avanzadas hagan predicciones a la alza de la inflación, y están tomando medidas de aumento de tasas de interés. Y en países vecinos como Brasil, con niveles de precios históricamente bajos, se transita una inflación interanual del 10 por ciento. 

Volviendo a nuestro país, no es la primera vez que se encuentra luchando contra la escala de precios. La dolarización e indexación de nuestra economía hacen que salir de las tendencias inflacionarias altas sea extremadamente difícil y costoso. A su vez, ser exportadores de alimentos, hace que los precios internacionales se trasladen rápidamente a nuestra mesa. Por eso, en este contexto es sumamente importante implementar políticas para desacoplar los precios nacionales de las tendencias internacionales

Mientras tanto ¿Qué está pasando con los salarios? Los precios son relativos, es decir, nos importa su relación con la capacidad de compra de los argentinos y argentinas. En estas semanas se estaría discutiendo también el salario mínimo interprofesional. Es allí donde debemos poner gran énfasis, para que la inflación no se traduzca en más pobreza y mayor desigualdad. 

Finalmente, la guerra contra la inflación requiere de estrategia y táctica. Necesitamos un programa económico que consolide la expectativa de crecimiento económico, con estabilidad cambiaria y macroeconómica. Y por otro lado, una táctica, una batería de medidas a corto plazo que permita acuerdos de precios, desacoplo de precios internacionales, y anclas nominales importantes que permitan salir del sendero de alta inflación y que las familias puedan recuperar poder adquisitivo, es decir, vivir mejor.

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Delfina Rossi

Nació en Rosario. Es magíster en Economía y en Políticas Públicas y cursa el doctorado en Ciencia Política. Directora del Banco Ciudad de Buenos Aires. Exdirectora del Banco de la Nación. Referenta de Buenos Aires 3D. Feminista, ciudadana del mundo, porteña por elección.