El aumento del precio de los alimentos es protagónico en el proceso inflacionario de los últimos 4 o 5 años. Los precios de la carne, el azúcar, los lácteos, los fideos y harinas -derivados del trigo-, entre otros, resultaron traccionadores de la inflación mes tras mes. Las frutas y verduras no fueron ajenas.
La frutihorticultura, producción de frutas y verduras, es una actividad agroalimentaria intensiva en labores, es decir trabajo humano o fuerza de trabajo. En algunas regiones extra pampeanas resultan fundamentales para el desarrollo económico y social de las localidades en que se asientan. Sin embargo, el aumento del precio en góndola de las frutas y verduras se produce con mayor rapidez que los salarios de los trabajadores rurales.
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Al observar la variación interanual de precios de algunos productos como manzana, limón, naranja, batata, papa, cebolla, lechuga, tomate redondo, zapallo, nos encontramos que la mayoría superaron la inflación media general, que se encuentra alrededor del 110%. Por ejemplo la manzana aumento en ese periodo 147%, la naranja 429%, la papa 190%, el tomate 343% y el zapallo 172%.
Mientras que, según la escala salarial de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE), los salarios de los trabajadores rurales aumentaron el 80% interanual, el 30 de junio de 2022 fueron de $ 74.064,95; mientras que el 31 de mayo de 2023 el sueldo fue de $ 133.316,90. Es decir alrededor de un 30% menos que la media inflacionaria… solo superó la inflación de la lechuga. Dicho salario que debería alcanzar para adquirir los bienes y servicios necesarios para la supervivencia del trabajador y la de su familia, pierde un 30% respecto al aumento de las mercancías que el mismo trabajador rural produce.
Mientras que por el lado del productor frutihortícola observamos que el precio por producto en origen se despega del pagado por el consumidor en góndola. Según los datos de IPOD de la CAME, en mayo de 2023 el precio del tomate en góndola fue 5.09 veces más caro que el que se le pagó al productor; el de la papa 2.47; para la lechuga 5.86; el de la cebolla 6.6. Para las frutas observamos que el precio de la Manzana en góndola fue 6.32 más caro que el percibió el productor; el del limón fue 14.76 veces más caro, mientras que el de la naranja fue 8.54 veces.
Sin embargo, el precio percibido por los productores, los industriales, los intermediarios y los comerciantes, a priori han logrado sostener o superar la media inflacionaria en casi todos los productos medidos por CAME. Por ejemplo: el precio interanual del tomate en origen (el percibido por el productor) aumentó un 265%, mientras que en góndola (al que lo vende el comercio) aumentó un 312%; el de la papa aumentó un 410% en origen, mientras que en góndola el 278%. Por el lado de las frutas, el precio de la manzana aumentó un 232% en origen y un 153% en góndola; el limón aumentó un 148% en origen y un 154% en góndola; y la naranja aumentó un 451% en origen y un 245% en góndola. Es decir que no perdieron frente a la inflación, de hecho en todos los caso ganaron.
Analicemos un poco más este sector agroalimentario, el frutihortícola. El principal destino de la producción es el mercado interno, estimado entre un 80 y 85% de la producción. Sin embargo, también realiza un aporte importante a la generación de divisas por medio del comercio exterior, el que alcanza casi los USD 3.000 millones. En el año 2022, según datos del INDEC, la uva aportó USD 1.009 millones con una participación del 1.1% en el total de las exportaciones; le sigue en orden de importancia el limón con USD 487 millones, participando en un 0.6%; en 3° lugar se encuentran la pera y la manzana con USD 285 millones con una participación del 0.3%. Las exportaciones olivícolas con un valor total de USD 189 millones y el resto del sector frutícola aportó un monto total de USD 148 millones al complejo exportador nacional. En cuanto a las exportaciones hortícolas podemos resaltar la papa con USD 272 millones y una participación del 0,3%; el ajo participó en un 0,2% del total, aportando 134 millones; mientras que el resto del sector hortícola recaudó otros USD 134 millones.
Es decir, estos datos demuestran que el consumo interno es el sostenedor del sector, si el consumo argentino de frutas y verduras disminuye, la actividad productiva se estanca, ocasionado un deterioro de la cadena en su totalidad. En este punto se observa el impacto de la disputa de los programas de gobierno en el sector frutihortícola. Por un lado, el programa exportador primarizante al cual le alcanza con parte de la producción local actual, el resto sobra. Mientras que el programa de desarrollo nacional requiere aumentar el consumo interno para aumentar la producción, para dinamizar la economía de las regiones y a la vez aumentar las exportaciones, para generar más divisas que se vuelcan a la ejecución y expansión de las actividades económicas que conforman el programa en general.
Para el primer programa le sobra gente y productos, para el segundo le resulta determinante motorizar el mercado local, por lo cual, el salario de los trabajadores en general resulta relevante, en tanto también se conforman en sujetos consumidores. Es decir, cuando los trabajadores tienen un poder adquisitivo que supere sus necesidades básicas, traccionan el consumo interno de bienes y servicios. Entre ellos mejoran sus dietas, comen postres, helados, viajan y hacen turismo, básicamente se dan algunos gustos que aportan a la motorización de la producción, la distribución y el consumo, por ende cuando ganan mejor los trabajadores, ganan más los productores, los industriales, los intermediarios y los comerciantes.
Por ende un punto de acuerdo fundamental es el aumentar los salarios. En este punto es imprescindible que quienes producen, brindan servicios, distribuyen y comercializan en el mercado interno, comprendan el contexto y el momento de disputa de programas. Empezar por casa, es clave.