Pocas horas después del intento de asesinato a la más influyente líder popular del país, Cristina Fernández de Kirchner, se escuchó por televisión a un amigo del fallido homicida lamentar la ineficacia porque “por ahí significaría menos impuestos”. Esto demuestra que parte de la sociedad adjudica su insatisfacción, subjetiva u objetiva, al Estado y sus fuentes de financiamiento. Sin embargo, veremos que los países a los que esos sectores dicen querer imitar, no alcanzaron sus niveles de desarrollo ni mantienen sus estándares de vida aplicando políticas fiscales contractivas o regresivas. Más bien todo lo contrario.
Según datos de la OCDE, que congrega a los países más desarrollados y algunos en vías de desarrollo, en 2020 (últimos datos publicados), el Estado argentino (en todos sus niveles) recaudó el 29,4% del PIB. Sin embargo, los países miembros de este organismo, en promedio, llevan ese guarismo al 33,5% y si excluyéramos a los países del centro y Sudamérica (Chile, Colombia, Costa Rica y México, o sea, los de menor desarrollo del organismo) la recaudación fiscal consolidada ascendería al 35,1%. Vale aclarar, en este punto, que si bien el año 2020 fue muy particular por ser el que se atravesó con pandemia y sin vacunas, los datos de recaudación impositiva no registraron grandes diferencias con los anteriores.
La primera conclusión es que los países con altos niveles de desarrollo tienen Estados que participan de forma más abarcativa en sus sociedades en general y sus economías en particular. Francia, Italia, Bélgica, Austria, Suecia, Dinamarca y Finlandia son los países de mayor recaudación/PIB (arriba del 40%) y son todos países de altos ingresos y desarrollo. Nauru también supera el 40%, pero es de difícil comparación: es una isla de Oceanía con poco más de 10.000 habitantes y cuya superficie es equivalente al 10% de la Ciudad de Buenos Aires.
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Pocos son los casos que contradicen la relación entre el desarrollo y la participación del Estado por medio de la recaudación. Estados Unidos es el ejemplo más resonante y, dentro de los miembros de la OCDE, podríamos mencionar a Irlanda, Suiza y Corea. El resto de los participantes de este organismo y que tienen una recaudación como porcentaje del PIB menor que la Argentina, difícilmente podríamos calificarlos de desarrollados: los 4 americanos ya mencionados y Turquía. Fuera de los miembros de la OCDE (pero con datos de dicho organismo) observamos que predominan los países africanos y de oriente medio.
Ahora, la cuestión no solo es la cantidad sino la calidad (o progresividad) de lo recaudado. Cuando asumió Néstor Kirchner la presidencia en 2003, la recaudación por consumo de bienes y servicios, esa que vemos directamente todos y todas y afectan más a quienes consumen todos sus ingresos por no tener capacidad de ahorro, era el 55,3% de total de la recaudación. Cuando Cristina Fernández de Kirchner concluye su mandato, en 2015, este guarismo era de 47,5%. Macri volvió a llevarlo al 52,2% en solo 4 años. En 2020 este impuesto explica poco más de la mitad de la recaudación: 51%. Si bien algunos países con menor nivel de desarrollo tienen una menor participación de este impuesto en su recaudación total, ningún país desarrollado supera esa marca.
De los 38 países miembro de la OCDE, solo Chile tiene una mayor participación de los impuestos sobre bienes y servicios sobre la recaudación total que la Argentina. Todo el resto se encuentra muy por debajo. Hungría, Lituania, Turquía y Colombia están por debajo de Argentina pero superando el 40%, todo el resto se encuentra por debajo de ese número. Estados Unidos es el país que menos recauda por impuestos al consumo: en 2020 solo el 16,9%.
Entonces ¿cuáles son las fuentes de recaudación de Estados Unidos en particular y los países desarrollados en general? Teniendo en cuenta el total recaudado, el país del norte casi triplica sus ingresos fiscales por impuestos a los ingresos y las ganancias (46,2%) que lo que recauda por consumo (16,9%). En cambio, Argentina tiene la relación inversa: poco más de un tercio de lo que recauda por consumo (51%) es lo que el Estado recibe en concepto de impuestos a los ingresos y las ganancias (18,2%). El promedio de la OCDE para este tributo se encuentra en 34% (en 2019, ya que no hay varios países que no tienen datos para 2020) y los de mayor imposición son Dinamarca (64,3%), Australia (59,2% en 2019, último dato publicado), Nueva Zelanda (55,2%), Sudáfrica (51,1%), Islandia (50,7%) y Canadá (49,7%). Caso contrario, entre los de menor recaudación por esta vía figuran Hungría (único miembro de la OCDE por debajo de nuestro país con 17,7%), Eslovenia (18,3%), Eslovaquia (18,9), Costa Rica (20,1%) y Grecia (20,4%).
En el caso del otro grupo de impuestos de fuerte progresividad, los que se imputan a las propiedades, Estados Unidos también supera a la Argentina en su recaudación: el 11,9% del total recaudado en el norte contra el 10,9% aquí en el sur. En este caso, si bien nuestro país es superado por algunos países de la OCDE podemos decir que este impuesto presenta progresividad: duplica al promedio de la OCDE (5,5%). Sin embargo, encontramos allí una gran heterogeneidad. Los países de mayor desarrollo de dicho organismo son los que más recaudan por este impuesto (Corea 14,2%, Canadá 12,1%, Reino Unido11,8%) mientras que los de menor recaudación son los balcánicos, centroamericanos o del este europeo (Estonia 0,6%, República Checa 0,6%, Lituania 1%, Eslovaquia 1,4%, México 1,6%, Eslovenia 1,7%, Costa Rica 2%). Solo un caso contradice este ejemplo y es Austria: el 1,4% del total de su recaudación proviene de este tributo.
Estos datos muestran la necesidad de un mayor financiamiento público para imitar las características fiscales de los países desarrollados y que, desde ya, debe ser en coordinación con otros aspectos de las políticas públicas.
En este sentido, el trabajo que viene llevando adelante el Ministerio de Economía en relación a la búsqueda de información de capitales argentinos no declarados y radicados en Estados Unidos es alentador. No debe alarmarse la clase media cuando se advierte la necesidad de mayor financiamiento público si esos recursos se obtienen de fuentes tan legítimas como la señalada: capitales fugados del sistema durante décadas y que evadieron o eludieron al fisco desde entonces. Esta mecánica de evasión y/o elusión cuenta con una compleja ingeniería contable y legal, no son los dólares que compra el comerciante, el profesional independiente, el empleado jerarquizado y el empresario pyme en los tiempos de auge de la economía nacional.
El grado de intervención estatal (impuestos o gasto público/PIB) o la progresividad/regresividad de sus fuentes de financiamiento no son las únicas variables que diferencian a los países desarrollados y de altos ingresos, del resto del mundo. Sin embargo las evidencias empíricas son concluyentes acerca del sendero que se debe transitar si tenemos al desarrollo de nuestra economía como “norte”. Invitar a sectores que defienden y reproducen las políticas económicas que los afectan negativamente es una ardua tarea pedagógica y política. Pero ineludible para conformar las mayorías necesarias para concretarlas.