A contramano de la política de Milei, proponen potenciar la industria como un motor de la economía

Desde la organización Fundar, presentaron una serie de lineamientos para potenciar diferentes sectores industriales del país, con un denominador común: el rol del Estado y su trabajo en equipo con los sectores privados. 

04 de diciembre, 2024 | 00.05

La industria nacional, con todo su desarrollo histórico en puestos de trabajo de calidad, ampliación del mercado interno y alta productividad, ya no es lo que era. Sin embargo, en toda su heterogeneidad, ocupa un lugar clave en la generación de riqueza en la economía local. De acuerdo a un estudio realizado por Fundar, los diferentes sectores industriales del país explican de forma directa el 19% del valor agregado de la economía y generan más de 2,5 millones de puestos de trabajo directos.

En un reciente documento titulado “Una política industrial para el futuro de la Argentina”, firmado por Daniel Schteingart, Andrés Tavosnanska, Paula Isaak, Juan Manuel Antonietta y Matías Ginsberg (Fundar), se analizan las potencialidades de la agroindustria, las industrias de capital intensivo, los sectores manufactureros y la industria del conocimientos; también se abordan sus límites, y el rol clave de las políticas públicas estatales para mejorar cada uno de los rubros mencionados. Un Estado presente, en una interrelación permanente con el sector privado. “Buena parte de los sectores industriales de Argentina tienen potencial genuino a futuro y eso requiere políticas industriales, pero no cualquier política industrial”, arriesgaron desde Fundar.

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Denominador común

Según el trabajo de investigación realizado desde Fundar, la agroindustria llevaría la delantera sectorial con su contribución al PIB y al empleo industrial —total y formal—, en particular en las exportaciones industriales. “Es de las mejores posicionadas en integración nacional y tiene una alta capilaridad territorial”, explicaron. Luego le seguirían las industrias de capital-intensivas por su relevancia productiva y en términos de sus exportaciones.

Para cada uno de estos sectores, se proponen lineamientos a mediano plazo para incrementar su peso en la economía vernácula y llevar adelante transformaciones demandadas por la época. De todas maneras, existe un denominador común que recorre cada uno de los sectores bajo análisis: la necesidad de contar con políticas públicas estatales estructurales, tanto para su sostenimiento en el corto plazo como para encarar un conjunto de transformaciones claves a mediano y largo plazo.

Un ejemplo paradigmático del rol del Estado ocurriría en las llamadas industrias del conocimiento, como podría ser el “subsector nuclear, las tecnologías para la defensa, la industria satelital, entre otras”. “Sostener la demanda estatal y utilizarla como vehículo para inducir mejoras en las prácticas empresariales, en innovación, precios, sustitución de importaciones, etc. En particular, debe pensarse en una compra pública orientada a la innovación”, indicaron desde Fundar. Todo lo contrario a lo que ocurre en la gestión Milei, donde se pretende privatizar la principal empresa basada en investigación y desarrollo satelital, como lo es Arsat.

Con los pros y contras de cada sector productivo, y sobre todo comprendiendo la heterogeneidad de cada uno de ellos, desde Fundar afirmaron que cualquier Estado que pretenda desarrollar una política industrial moderna a futuro “no debería tener miedo a elegir ganadores y perdedores”. Es decir, darse un proceso para elegir sus industrias estratégicas.

La más débil

Las industrias manufactureras tradicionales explican el 20,4% del PIB industrial y el 34% del empleo industrial total (869.000 empleos). “Esta mayor contribución relativa al empleo que al PIB industrial demuestra por qué son consideradas, en líneas generales, trabajo-intensivas y de baja productividad relativa”, graficaron desde Fundar.

De acuerdo a este estudio, las industrias tradicionales se caracterizarían por una alta presencia de pequeñas unidades productivas, con una elevada participación de empresas de capital nacional (82% del total), situación que justificaría la baja productividad relativa de los rubros incluidos en las manufacturas industriales, como por ejemplo textiles o muebles, calzados, entre otros. El grueso de la producción se da en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), aunque también existen fuertes polos productivos de textil-indumentaria y calzado en La Rioja, Catamarca, Tucumán o Corrientes; productos de madera en Misiones y Corrientes; y cerámica en Salta.

“El carácter tecnológicamente maduro y la severa competencia frente a países de salarios bajos como los asiáticos suponen que este sector no será la principal palanca del desarrollo industrial a futuro. Ahora bien, eso no significa que el bloque no tenga potencialidades y que deba ser abandonado a su propia suerte. En todo caso, se requiere de una nueva política industrial para estos sectores, más ofensiva y transformadora y menos promotora del statu quo”, indicaron desde Fundar.

Para esta organización, deberían establecerse nuevos lineamientos para “mejorar” la productividad de las industrias manufactureras:

  • Establecer un régimen de contribuciones patronales y de aseguradoras de riesgos del trabajo (ART) para pequeñas empresas, que reduzca los costos laborales no salariales e incentive así la formalidad.
  • Extender los programas de financiamiento al consumo de productos nacionales —como Ahora 12/Cuota Simple— a las billeteras digitales, para ganar capilaridad en la población y formalizar la demanda, fundamental para formalizar los eslabones aguas arriba de la cadena.
  • Otorgar financiamiento para el escalamiento productivo-tecnológico, mejora de la calidad e innovaciones en diseño.
  • Promover acciones sectoriales que propicien la escala, clave para la productividad y la competitividad de las firmas. Por ejemplo, para las empresas medianas y grandes debería fomentarse el crédito de largo plazo a tasas reales reducidas, que les permitan elevar la productividad al incorporar maquinaria de punta y orientar su producción hacia nuevos segmentos de mercado y la exportación.
  • Promover una mayor apertura comercial respecto a los niveles de los últimos 15 años. Esta apertura supone minimizar el uso de licencias no automáticas (LNA) de importación, y hacer una rebaja selectiva de aranceles en aquellos productos en los que las capacidades locales sean muy bajas o allí donde los sobreprecios sean particularmente altos.

La mejor posicionada

Para Fundar, la agroindustria lideraría en su contribución al PIB y al empleo industrial —total y formal—, en particular en las exportaciones industriales y en porcentaje de ventas que van al mercado externo. A su vez, sería de las mejores posicionadas en integración nacional y tiene una alta capilaridad territorial.

En línea con lo que proponen desde el Consejo Agroindustrial, desde Fundar esbozaron una serie de lineamientos para dicho sector pueda incrementar su aporte al valor agregado nacional. “Para aumentar la inversión, la oferta y las exportaciones agroindustriales, es necesario reestructurar el esquema tributario argentino y a partir de ello reducir a mediano plazo las retenciones a las exportaciones a cambio de mayores impuestos sobre las ganancias a individuos y el patrimonio —en el caso del agro, esto último podría darse a partir de una mayor recaudación por el impuesto inmobiliario rural”, indicó el texto firmado por Schteingart, Tavosnanska, Isaak, Antonietta y Ginsberg.

En relación con el complejo sojero, proponen limitar los riesgos ambientales y de desplazamiento de otros cultivos, por lo cual el esquema de alícuotas deberían ser levemente más elevadas que en el resto de los complejos agroindustriales. Al igual que en sus definiciones sobre la industrial del conocimiento, un denominador común que surge de esta investigación tiene que ver con la capacidad del Estado para fijar políticas públicas dinamizadoras.

“La creación de bienes públicos también es necesaria para la adopción tecnológica, a través del riego troncal, la mejora de las telecomunicaciones o la modernización de la hidrovía. A su vez, el extensionismo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) o la colaboración público-privada con entidades como CREA y Aapresid (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa) son relevantes para promover la adopción tecnológica y las buenas prácticas, dada su capilaridad para sensibilizar y capacitar a productores”, concluyeron desde Fundar.

En definitiva, el documento publicado por Fundar como una suerte de guía de lectura que podría ser de utilidad para todo el ecosistema de la casta mileista: una interrelación público – privada, con una fuerte presencia estatal para orientar y definir los principales sectores a desarrollar en un mediano y largo plazo.