Elecciones en Francia: una lección para Argentina

La primera vuelta presidencial del domingo pasado pusieron nuevamente a la extrema derecha en la segunda vuelta, que se celebrará el 24 de abril próximo. 

14 de abril, 2022 | 00.05

Las elecciones presidenciales del domingo en Francia pusieron nuevamente a la extrema derecha en la segunda vuelta. Como en la anterior elección presidencial, el balotaje se dirimirá entre Marine Le Pen y Emmanuel Macron, el actual presidente. Macron encabezó la elección con 28,5%, 4 puntos más que en 2017. Un resultado muy bueno para un presidente que se ha mostrado como jefe de Estado liderando las negociaciones diplomáticas con Putin, en esta nueva reconfiguración de la Unión Europea post Brexit y sentando el posicionamiento frente a la guerra.

En segundo lugar, Marine Le Pen saca un resultado histórico de 23,2%, dos puntos más que en la elección presidencial del 2017, y quedó en tercer lugar Jean-Luc Melenchon, en un nuevo frente con un 21%. Lo primero que podemos observar es que los históricos partidos franceses, como el socialismo y el Partido Conservador quedaron muy lejos de la carrera presidencial. Me parece importante considerar el fenómeno francés, en relación con los movimientos de extrema derecha en nuestro país.

¿Es comparable el 17% de votos que sacó Milei en la Ciudad de Buenos Aires con el 23% de Marine Le Pen a nivel presidencial en Francia?

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Quizás es oportuno recordar la historia de la evolución histórica del Foro Nacional, el partido de Le Pen, fundado en 1974 con un resultado residual, pero que se presentó continuamente en elecciones acaparando alrededor del 15% del electorado bajo la conducción de su fundador, Jean-Marie Le Pen. Su hija, asumió la conducción del Foro Nacional a partir del 2012, donde aumenta el piso histórico llevándolo casi al 20% del electorado. Es evidente que el piso de votos de la extrema derecha en Francia es alto, un quinto del electorado.

Pero, ¿Qué pregona el Foro Nacional? Tiene una posición racista, nacionalista antimigratoria e islamofóbica. Ataca al Islam, la diversidad y a las minorías, que son muy importantes en Francia, sobretodo producto de la gran migración de refugiados africanos provenientes de ex colonias.

Al mismo tiempo, Le Pen tiene una posición que supo interpelar el reclamo de los trabajadores y trabajadoras de los barrios populares franceses, como se vió durante las manifestaciones de los chalecos amarillos.

Macron tiene entonces el desafío de convocar a votantes de la Francia insumisa, votantes que han tenido una retórica crítica contra la Unión Europea y la troika (Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI). Esa Unión Europea de los mercados, en donde Macron parece sentirse más cómodo.

¿Qué está pasando con el bloque de izquierda que debería representar a la clase trabajadora? En dónde a pesar de la inestabilidad de la Unión Europea, y de la crisis energética que sufre Francia a causa de la guerra en Ucrania, el Partido Verde saca solamente el 4%. Habrá que preguntarse qué está pasando que a pesar de la inflación, un fenómeno que había sido domado durante muchos años, el Partido Socialista desaparece, la socialdemocracia francesa no es más el interlocutor frente a las necesidades de recuperación salarial de los trabajadores y trabajadoras.

Este fenómeno estudiado en Francia, España y hasta en Italia donde los trabajadores y sectores populares van alejándose de los partidos como la Socialdemocracia, el socialismo y otros que antes los representaban, por la sensación y/o convicción que ya no representan sus necesidades actuales. Esos partidos, empiezan a quedar solo vinculados con las viejas ideas, alejados de las necesidades actuales y nuevos derechos que reclaman. ,

Volviendo al punto nodal de comparación con nuestro país. ¿Qué pasa con la representación política del malestar que sufren las clases trabajadoras nacionales y también migrantes?

Existe una contradicción, muchas veces en los votos a la extrema derecha provenientes de clases populares, incluso migrantes, a pesar del discurso anti inmigración, racista y fascista que pregonan esos candidatos. Estos, muchas veces reciben caudales de votos de la primera y segunda generación de esos inmigrantes. Mientras algunos vemos ahí un conflicto, quizás una contradicción en esa representatividad.

Evidentemente para el votante no es tan así.

Salvando todas las distancias, la construcción de la extrema derecha francesa surge en el 74 y se consolidó a partir del 2012. ¿Qué pasa si un espacio como el de Milei se consolida en nuestro país?

En un país que cada vez tiene mayores capas de clases populares, de trabajadores y trabajadoras que no están representados por sindicatos, que no están en representaciones formales y que recibe, como hemos visto en encuestas recientes, una potencial intención de voto hacía esos espacios.

Hoy Javier Milei junto a Espert tienen una intención de voto que ronda el 20%. Es evidente cómo emergen este tipo de figuras que siembran la semilla de la antipolítica, del fascismo, de la indiferencia a la desigualdad, que hablan en contra del Estado y de las herramientas colectivas de construcción. Lo primero que debemos hacer es preguntarnos qué está pasando y tomar en serio el avance de esa agenda. Entre otras cosas, porqué concentran mucha atención en los medios y corren la discusión hacia posiciones de derecha.

Lo mismo que sucede con VOX en España o que sucedió con Trump, que lejos de ser una anécdota en Estados Unidos, parece ser un fenómeno político muy vivo, tanto que el mismo Macri nos lo recuerda con su visita en Miami. Para concluir, me parece que sí se pueden aprender algunas cosas de las elecciones francesas del día domingo.

La primera es que las demandas modernas, de condiciones de vida de la población sobre el poder adquisitivo del salario, el costo de la energía, el acceso al trabajo, las condiciones de transporte, cómo están nuestros barrios populares, siguen siendo demandas de primera necesidad. No alcanza con tener conquistas sobre derechos civiles, y libertades civiles mal llamadas posmodernas. Si no resolvemos el principal conflicto, que es la distribución del ingreso, la fuente de trabajo y las expectativas salariales de las mayorías se hará muy difícil contrarrestar el discurso de la extrema derecha.

La segunda reflexión, es que evidentemente frente a la inestabilidad de un mundo en crisis, con guerras, donde el futuro parece cada vez más incierto, pareciera que la sociedad en su conjunto se vuelve más conservadora.

La tercera reflexión, por supuesto, es que efectivamente la unidad parece ser indispensable en este camino, las fuerzas progresistas no pueden dejarlo en segundo plano. Para las fuerzas del establishment, como es el caso de Macron o para la extrema derecha, es mucho más fácil limar esas diferencias o generar esos consensos, mientras que  para las fuerzas progresistas la unidad sigue siendo el principal desafío.

Creo que hay una semilla que se está sembrando en nuestro país,  que tiene que ver con la antipolítica, el rechazo al otro, a las minorías, que es muy peligrosa, que puede hacer mucho daño a nuestra democracia y por supuesto, a nuestro país.

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Delfina Rossi

Nació en Rosario. Es magíster en Economía y en Políticas Públicas y cursa el doctorado en Ciencia Política. Directora del Banco Ciudad de Buenos Aires. Exdirectora del Banco de la Nación. Referenta de Buenos Aires 3D. Feminista, ciudadana del mundo, porteña por elección.