La verdadera libertad en peligro

Las propuestas de “La Libertad Avanza”, ahora con el apoyo explícito y el intento de contención del resto de la derecha local, significan un nuevo agravamiento de las condiciones estructurales que se necesitan transformar.

05 de noviembre, 2023 | 00.05

El ciclo largo de estancamiento actual de la economía comenzó en 2011. Fue cuando luego del período largo de recuperación y crecimiento iniciado en 2002, las deficiencias en la planificación del desarrollo condujeron a una nueva etapa de restricción externa, es decir de escasez relativa de divisas. El proceso coincidió con un cambio del ciclo internacional que se disparó en 2008 con lo que se conoció como la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos. Sin embargo, el cambio en el ciclo interno fue consecuencia directa de haber perdido el autoabastecimiento de combustibles y la consecuente necesidad de comenzar a importarlos, lo que provocó un rojo en las cuentas externas a partir de 2012.

Normalmente los países conjuran los déficits externos con política económica, es decir generando las condiciones para el ingreso de capitales y con financiamiento internacional. Así lo hicieron el resto de los países de América del Sur a partir de la crisis estadounidense de 2008-09. No obstante, en el primer lustro de la segunda década del siglo esta opción estuvo parcialmente vedada para la Argentina debido a un proceso que se había iniciado en los años ’90. Vale recordar que el sostenimiento ficticio del régimen de convertibilidad una vez que se agotó la fuente de recursos de las privatizaciones fue el endeudamiento externo. El proceso fue tan intenso que terminó en la cesación de pagos de 2001-2002.

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Para salir del default, el gobierno que asumió en 2003 realizó una reestructuración dura de este endeudamiento que en la década siguiente provocaría la retaliación del poder financiero global. Cuando cambió el ciclo internacional a partir de la crisis estadounidense y cayeron los precios de las commodities, Argentina no pudo financiar su déficit de cuenta corriente como el resto de los países de la región. Pero no todo fue el cambio en las condiciones globales, abundaron también causas internas. La primera fue que para postergar la devaluación emergente de la falta de divisas se recurrió al establecimiento de restricciones cambiarias, las que la prensa bautizó inmediatamente como “cepo” dando lugar a un debate banal sobre la corrección de la caracterización.

Luego, sin financiamiento externo, para sostener el nivel del tipo de cambio, es decir el precio del dólar, y hacer frente a los compromisos con el exterior sin que se produzca una recesión, se fueron consumiendo las reservas internacionales acumuladas en la primera década del siglo. Así se llegó a 2015 con bajas reservas internacionales, restricciones cambiarias y los mercados financieros externos virtualmente cerrados por los fallos buitre estadounidenses. El gobierno que asumió a fines de 2015 identificó correctamente estos tres problemas --bajas reservas, restricciones cambiarias y mercados financieros cerrados-- pero, con apoyo opositor (nunca olvidar), los resolvió de la peor manera posible. Se limitó a levantar sin más las restricciones, despejar los fallos buitre pagando más de la cuenta y recurrió a un endeudamiento externo desaforado.

Los paliativos sólo duraron dos años y dieron lugar a condiciones estructurales mucho peores que las de inicio. El ingreso por el nuevo endeudamiento solo se tradujo en el aumento de la Formación de Activos Externos, FAE, la mal llamada “fuga”. La contrapartida fue el inmenso endeudamiento público que nuevamente volvería a condicionar completamente la economía. La situación de virtual default se hizo sentir con un nuevo cierre de los mercados financieros voluntarios en el primer trimestre de 2018 y con el regreso al FMI en mayo. La suerte del gobierno de Mauricio Macri estaba echada y el hoy extinto Frente de Todos ganó las elecciones en primera vuelta.

El panorama a comienzos de 2020 era extremadamente peor que a principios de 2016. La diferencia fundamental residía en el nuevo mega endeudamiento. La tarea central de la nueva administración consistía en renegociar este endeudamiento, reconstruir la función de reserva de valor de la moneda y acumular reservas internacionales. Las condiciones para hacerlo eran sumamente desfavorables, porque el propio endeudamiento había restringido todavía más los grados de libertad de la política económica. Sin embargo, nunca nadie planificó de manera integral el sendero a recorrer. Como sucede al menos desde la crisis de 2001 continuaron mandando las urgencias de corto plazo. En 2015 hasta parecía tabú hablar de un plan y nunca hubo “equipos técnicos” trabajando en su definición. Si bien existieron imponderables muy significativos como la pandemia, la realidad al final del actual ciclo de gobierno es que a pesar de los superávits comerciales del período no se logró ni acumular reservas ni reconstruir la moneda. Si bien se renegoció la deuda y se obtuvieron períodos de gracia, tanto con privados como con el FMI, la realidad es que sólo se logró postergar el problema. La primera conclusión preliminar es que las condiciones de inicio del gobierno que asumirá en diciembre serán todavía peores que las de cuatro años atrás, que ya eran peores a las de hace 8 años.

Lo que quiere destacar este brevísimo relato de la historia económica de las últimas décadas es que la economía del presente se encuentra tremendamente condicionada y restringida en sus grados de libertad. Aunque no todo haya sido lo mismo durante el período, la historia de las últimas tres décadas deja como balance la pérdida de la verdadera libertad, que es la de la autonomía para hacer política económica. También destaca que el énfasis sigue sin enfocarse en la resolución de los problemas estructurales y permanece bajo la inmediatez de la coyuntura. 

Para completar el panorama, uno de los candidatos presidenciales, Javier Milei, reivindica como “el mejor ministro de economía de la historia” al que condujo la destrucción de la infraestructura pública durante los años 90. Luego, si bien la convertibilidad tuvo la virtud de ser un plan de estabilización exitoso durante sus primeros años, su continuidad fue desastrosa en tanto sus consecuencias fueron más endeudamiento externo y default. Para el balotaje, el mismo candidato se apoya en la fuerza que cometió el desastre de volver a endeudar a la economía tras el esfuerzo de desendeudamiento de la primera década del siglo, proceso que terminó con el regreso al FMI y un nuevo refuerzo de la pérdida de grados de libertad de la política económica. Quizá lo más descorazonador sea que una parte de la sociedad, la que vota a estas fuerzas, sea incapaz de identificar las responsabilidades históricas sobre las restricciones del presente.

Al mismo tiempo, el gobierno del ex Frente de Todos es responsable de no haber podido resolver la coyuntura heredada en 2019, lo que se expresa en la actual crisis de representación política que, a su vez, explica que un outsider que rechaza de manera abierta los consensos básicos construidos por la sociedad en 40 años de democracia, tenga posibilidades ciertas de imponerse en el balotaje. La explicación del nuevo fenómeno es bastante directa: la historia de los últimos 40 años es la historia de la progresiva pérdida de grados de libertad de la política económica. El resultado fueron profundos cambios estructurales en la economía y el progresivo sometimiento al capital global implícito en el elevado endeudamiento. En paralelo se fue perdiendo patrimonio público y capacidades estatales. En contrapartida se consolidaron poderosísimos grupos multimediáticos que aportan al control ideológico de la sociedad. El propio Milei es una creación de estos grupos, un guerrero ideológico que se fue de las manos y devino candidato.

El gran problema es que, al igual que sucedió en 2015 con Cambiemos, las propuestas de “La Libertad Avanza”, ahora con el apoyo explícito y el intento de contención del resto de la derecha local, significan un nuevo agravamiento de las condiciones estructurales que se necesitan transformar ¿O alguien puede creer que una administración libertaria resolverá los condicionamientos del endeudamiento, la necesidad de acumular reservas y la reconstrucción de la moneda? Cuando llegue el momento de renegociar el endeudamiento LLA hipotecará el patrimonio nacional y los recursos naturales, generando todavía más endeudamiento, los dólares que potencialmente ingresen pasarán de largo y antes que reconstruir se propone directamente hacer desaparecer la moneda nacional, su absurdo reemplazo por la moneda de otro Estado, pagando y no beneficiándose del señoreaje. Que nadie se sorprenda ni se desentienda del resultado de sus decisiones. El peligro acecha. Nunca hubo tanto en juego en una elección.