“Ojalá te toque vivir tiempos interesantes" invoca una antigua maldición china.
Ironías de la vida, la maldición viene a decir, ojalá te veas arrastrado por la espiral de acontecimientos que te toque vivir y no tengas ni un segundo de paz. No hay dudas de que pangolín y murciélago mediante, estamos viviendo tiempos interesantes. Fue un abrir y cerrar de ojos.
Los sucesos se desarrollaron a una velocidad maratónica que apenas nos permitió resolver lo básico, y ahora todos somos parte de esta pandemia.
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La semana pasada se cumplieron 200 días de Aislamiento Social Preventivo Obligatorio. Miles de personas tenemos la oportunidad de poder trabajar desde nuestras casas bajo la nueva modalidad del teletrabajo. Sin embargo somos pocos.
También está el personal indispensable que circula “libremente” y sigue trabajando como en marzo pero con mucha más intensidad. Y por último están los que nadie escucha.
Pero qué implica convivir en este encierro 10 horas por día frente a una pantalla: WhatsApp, Facebook, Twitter, redes sociales nos llevan inevitablemente al cansancio y a la infodemia. El ASPO es la profundización de la mediación social y nuestra vida batalla con esta sensación de estar viviendo o sobreviviendo una relación desde un no-lugar.
El mundo transcurre a través y por medio de las pantallas, hijos viviendo una educación virtual forzada conviviendo en hogares que comparten con el teletrabajo de sus padres. Las nuevas mediaciones entre personas se dan a través de las pantallas, en un momento del mundo en donde sobreabunda la información , lo transitorio comienza a convertirse en permanente, la vida quedó reducida a un sinfín de protocolos de supervivencia que hasta 7 meses atrás lo creíamos digno de una de película de ficción, las relaciones entre cuerpos ven a otras personas con una profunda desconfianza y un posible riesgo de vida: barbijos, máscaras, alcohol en gel, distancia social, nuevos comportamientos
El ASPO consecuencia de la pandemia generó un viaje hacia adentro, el mundo entero entró en confinamiento y dejamos las calles. Y en política como en física el espacio vacío tiende a llenarse. Preocupados por esa situación, muchos evalúan artilugios y estrategias que decantan en excusas para volver a las calles.
Cuando el levantamiento policial sitió la Quinta de Olivos, se generó una autoconvocatoria de grupos de militantes que fue desactivada por el presidente, claro estaba que estaban promoviendo la violencia política pero en tiempos de pandemias no es momento de manifestar, y aunque el mensaje del presidente no fue tan explícito como nos hubiera gustado a algunos y con ese “temor por perder la calle” se terminó generando un #17DeOctubreDesdeCasa.
Al mismo tiempo se supo que ese día el Consejo Nacional del Partido Justicialista designará a Alberto Fernández como presidente del partido.
Cuando los analistas antipolíticos no saben cómo seguir su constante predica antipolítica recurren sistemáticamente al “pastel de papas” del análisis político: “La crisis de los partidos políticos”. El argumento es repetido e infinito, pero no por ello menos efectivo, ¿alguno de ustedes rehúsa comer una deliciosa porción de pastel de papas sólo porque recurrentemente cae bajo su hechizo culinario?
El argumento sería el siguiente: en Argentina los partidos políticos están en crisis, dejaron de ser una instancia de formación de dirigentes y de creación de pensamiento político aplicado a elaborar las soluciones a los problemas de la realidad nacional y se han convertido en máquinas electorales. Sólo estiran sus músculos institucionales en tiempos preelectorales y entran en plena actividad cuando las normativas vigentes dan luz verde a las campañas electorales.
En 1957, Anthony Downs publicó su libro “Una teoría económica de la democracia”. El libro aplica las herramientas de análisis económico al estudio de las decisiones políticas. Con el tiempo el libro se convirtió en una referencia clásica sobre el tema. En la cotidianeidad del mundo real, a la mayoría de las personas no le interesa la política.
Sin embargo, en épocas de redes sociales y sobreinformación existe un grupo de hiperpolitizados del que formo parte.
La idea es muy sencilla, informarse tiene un costo positivo, la gente no está dispuesta a pagar ese costo, no está dispuesta asignar parte de su tiempo a informarse, porque el beneficio que obtiene de tomar decisiones informadas sobre la política es menor a dicho costo.
Según Anthony Downs la función de los partidos políticos es ser vehículos de intermediación de información entre los políticos y los ciudadanos. En términos argentos, los militantes cumplen la estratégica función de detectar las necesidades prioritarias del electorado y de difundir entre los votantes las propuestas de los candidatos para los cuales militan. Los partidos políticos son estructuras que minimizan los costos de información que permean todo el “mercado político”.
Para ganar elecciones urge que los políticos deben resolver los problemas de información, por un lado, conocer cuáles son las necesidades y los problemas prioritarios de los ciudadanos y por el otro hacerse conocer y hacerles conocer sus propuestas de solución para los problemas prioritarios.
Los partidos políticos cumplen para Downs un rol que los economistas llamamos “mejora paretiana”, resuelven problemas de información y por lo tanto incrementan el nivel de eficiencia del sistema.
Según Downs, los partidos políticos son maquinarias electorales y eso es eficiente. Es un gran servicio que los partidos prestan a la sociedad. Pero el bueno de Anthony escribió su libro hace 63 años. Desde entonces #PasaronCosas.
Primero fueron los medios de comunicación los que empezaron a ocupar el rol de intermediarios. Primero la radio y luego la televisión sirvieron de medio para meter a los políticos en nuestras casas y sus caras se nos hicieran familiares.
Sin embargo, los medios reemplazaban uno de los dos roles que cumplían los militantes de los partidos políticos, los hacían conocidos y nos transmitían sus propuestas. ¿Pero cómo sabían los políticos qué queríamos nosotros? Por las encuestas. Ahora eran los encuestadores, los nuevos brujos y adivinos de la tribu, que interpretaban los números mágicos y armaban las agendas de prioridades y entonces llegaron las redes sociales.
Hoy una gran parte de la política se hace en las redes sociales. En un mundo en donde la sobreinformación y las Fake News abundan, la política es una interacción más. Un interacción más que ya tenemos incorporada a nuestra rutina cibernética.
Los presidentes anuncian sus medidas de gobierno más importantes con un tuit.
Las candidaturas se comunican mediante videos subidos a las redes sociales.
Entonces el nuevo dilema sería: ¿es tan valioso militar presencialmente como en las redes sociales?, Si. Las encuestas fueron reemplazadas en parte por el ranking de Trending Topics y lo que importa es lo que pasa en las redes.
Parece un mundo ideal, un mundo sin costos de información para aquellos que pueden tener accesibilidad.
¿Pero qué pasa con el resto de la gente que queda marginada de las redes sociales?
Hay vida más allá de las redes sociales. Hay problemas que no llegan a las redes sociales, pero lamentablemente igual existen.
En el viejo mundo de Downs los partidos políticos eran ejércitos de orejas. Sí, de orejas. Gente que salía a caminar por su barrio y ponía la oreja en el suelo. De esa forma escuchaban lo que decía la calle.
Hay un viejo proverbio que dice “La sabia naturaleza nos da dos orejas y una boca. Debemos escuchar el doble de lo que hablamos”.
En el mundo actual donde los partidos políticos son sólo sellos de goma que existen porque la constitución les otorga un rol fundamental en nuestro sistema democrático, los políticos se quedaron sin ejércitos de orejas.
El problema de las redes sociales es que tenemos dos ojos, pero diez dedos. Decimos cinco veces más de lo que escuchamos (leemos) a una velocidad inimaginable que nos deja en muchos casos, con poco tiempo para digerir esos caracteres.
La experiencia argentina reciente y también la norteamericana, nos parece indicar que las redes sociales son muy efectivas para cumplir el primer rol que tenía los partidos políticos. Es más, son más eficientes. Nos venden cualquier paquete pero selectivamente. Cualquier político con recursos suficientes puede hacerse conocido y popular y puede convencernos de que es el mejor preparado para resolver nuestros problemas y que cuenta con el mejor equipo de los últimos 50 años.
Pero para Downs, el modelo de comportamiento del político era similar a una máquina de movimiento perpetuo. Con su ejercito de orejas ganaba la elección y luego una vez en el poder, gestionaba de acuerdo con lo que las orejas le transmitían que eran las prioridades mayoritarias de su electorado para así volver a ganar en la próxima elección.
Sin el ejército de orejas, ¿cómo se entera el político que accedió al poder de qué es lo que pasa en la calle?
Los medios y las redes sociales influyen mucho sobre nuestras percepciones y subjetividad, pero más influyen las boletas de luz y de gas y los tickets del supermercado.
El proceso electoral del 2019 nos demostró una vez más que no hay forma de que nos convenzan de que nuestras heladeras vacías en realidad están llenas.
Cuando un político es opositor lo votan por sus promesas, pero cuando es oficialismo lo volverán a votar sólo si la gente considera que está mejor que antes haberlo elegido por primera vez. Por eso, es clave tener un ejercito de orejas pegadas al suelo para detectar cuando y por donde viene el malón para poder actuar en consecuencia.
Muchos están preocupados porque el macrismo “ganó las calles”. La calle es el escenario de las protestas.
No importa cuantos militantes oficialistas se junten, para poder gobernar, se necesitan votos en el Congreso y orejas, el gobierno más que apoyo necesita orejas. Pero orejas de carne y hueso. Las orejas virtuales no las reemplazan.
Las redes son un microclima, mientras los trolls de un bando y del otro nos batimos a duelo para imponer tendencias, en la calle siguen pasando cosas. Cosas que no pueden seguir pasando desapercibidas o dicho de otro modo, las cosas que pasan tienen que ser parte del discurso oficial. Si hoy no están dadas las condiciones objetivas para solucionarlas, y se necesita más tiempo, por lo menos debe quedar claro que hay orejas oficiales que están escuchando lo que pasa en la calle.
Si nos quedamos en la zona de confort de las redes sociales, nos olvidamos de que cada vez que nosotros ganamos en Twitter, estamos perdiendo en la vida real.
Así como es posible organizar un #17DeOctubreDesdeCasa, sería fantástico que podamos organizar a todas las orejas, sean virtuales o de carne y hueso, para ayudar a que los ruidos de la calle lleguen adonde tienen que llegar.