Retiro de depósitos: El ingreso en la tercera fase de la crisis

Tras la caída en la Bolsa y la suba del dólar, ahora se encienden las alarmas por la caída de los depósitos en dólares en los bancos. 

14 de septiembre, 2019 | 21.21

Advertíamos desde esta columna que la crisis macroeconómica autoinfligida por el gobierno nacional, desatada en abril del año pasado, iba a recorrer tres fases clásicas en este tipo de eventos, que se agudizarían potenciándose una con otra.

La primera fase está dada por la corrida bursátil, con la caída del precio de las acciones y bonos. Este hecho puede corroborarse en el descenso del índice MERVAL, que desde principios de año pasó de 32.308 a 28.617 al nueve de septiembre, experimentando una baja del 11,4% en pesos. Calculado en dólares, el descenso representa un 40%, con la consiguiente depreciación de los activos reales privados y públicos de todos los argentinos. Esta fase fue acompañada por un incremento del riesgo país de 732 puntos básicos a principio de año hasta alcanzar 2.102 PB al nueve de septiembre, significando un aumento del 187%.

La segunda fase, ensamblada con la primera, se expresaría en una corrida cambiaria. La cotización del dólar mayorista de enero a la fecha pasó de $37,9 a $55,9, registrando una devaluación del 47,4%.

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También evaluamos oportunamente que, de no estabilizarse esas variables, hecho que no ocurrió pese al increíble apoyo multilateral de U$S 45.000 millones brindado por el FMI, se daría comienzo a la tercera fase de este tipo de crisis: la corrida bancaria, que sigue al desencadenamiento de las dos primeras.

El corriente mes de septiembre se inició con un fuerte cambio de régimen en el sector externo, consistente en la limitación del acceso al mercado cambiario para compra de dólares de atesoramiento y en la obligación a la liquidación en plazo perentorio de las divisas provenientes de ventas en el exterior (tema desarrollado en la columna pasada). A la vez, septiembre también marcó el comienzo de la salida de depósitos en pesos y en dólares de los bancos. El cuadro que sigue, con las cifras oficiales más recientes, ilustra esta situación:

Se advierte una caída en los depósitos a plazo fijo del sector privado denominados en pesos del 4,3% en lo que va de septiembre. Si se agrega el devengamiento correspondiente a la tasa de interés promedio con que se remunera esa cartera, la baja real se aproxima al 9%.

La situación más comprometida se da en el segmento de depósitos del sector privado denominados en dólares, donde hay un derrumbe del 24% de las carteras en escasos días.

Afortunadamente, el macrismo respetó los cambios efectuados en el sistema bancario tras el colapso del 2001, manteniendo calzados y diferenciados los segmentos de intermediación de pesos y dólares. Los depósitos tomados en pesos se encuentran aplicados a operaciones pactadas en moneda nacional, mientras que los depósitos recibidos en dólares tienen un alto porcentaje de efectivo inmovilizado en los bancos, por eso pudieron responder con rapidez a la demanda de los ahorristas. La capacidad de préstamo se destinó a actividades exportadoras que repagan en dólares, eliminando cualquier riesgo de mezcla de monedas.

Efectuada la precisión anterior, para evitar diagnósticos equivocados y/o alarmas innecesarias, no dejan de ser preocupantes dos cuestiones centrales. Por un lado, la creciente desmonetización de la economía argentina, entendida como la baja de la cantidad de pesos totales que integran los agregados monetarios. En columnas pasadas citábamos cómo de un promedio histórico de monetización en torno al 24% del PBI, a principios de este año, dicho coeficiente se había reducido al 19%. Esto sucedió como consecuencia de una política monetaria ferozmente restrictiva acompañada de un desplome de la actividad real que desarmó la demanda de pesos.

La segunda cuestión central es el desarme de las posiciones en dólares depositadas en los bancos y su retiro del circuito económico. Esto restringe severamente la oferta de crédito para la exportación en un país necesitado del ingreso de divisas genuinas.

El escenario delineado, que definimos como tercera fase de la crisis, nuevamente ha hecho florecer planteos destinados a restringir severamente la oferta de moneda nacional, o a abolirla directamente, reemplazándola por el dólar.

Se escuchan voces crecientes que reclaman un nuevo sistema de Convertibilidad, reduciendo aún más la monetización de nuestra economía por la vía del reemplazo el stock de LeLiq por un bono a largo plazo en dólares que remede el denominado “plan Bonex” de 1989 y, seguidamente, con el ajuste del volumen de base monetaria al stock de reservas a un determinado tipo de cambio fijo.

También sorprendió esta semana el editorial en el Wall Street Journal que directamente le recomienda al gobierno de Cambiemos suprimir el peso y dolarizar completamente la economía argentina.

Los que han provocado la crisis ahora vienen con las soluciones.

Notable, ¿no?