No es casual que en vísperas de una contienda electoral, donde está en disputa el cargo presidencial, salgan de sus trincheras los representantes de la oligarquía argentina -al unísono- a defender la porción de torta que el macrismo bien les cuidó en tres años y medio de gestión: un camino que sólo ha redundado en perjuicios y pérdida de derechos para la gran mayoría de los argentinos, y privilegios para unos pocos.
Facilitar despidos y alentar la meritocracia han sido dos de los principales ejes de estos sujetos que han deambulado por los medios, buscando detentar el rótulo de “empresariado nacional”. No obstante, somos las pymes las que brindamos el 80% de la mano de obra privada del país, lo que nos da bastante más legitimidad que la de estos sectores del capital concentrado para disputar la etiqueta, y con cuyo diagnóstico discrepamos absolutamente: no necesitamos más flexibilización, sino recuperar el mercado interno.
En las últimas horas, el presidente de la Cámara de la Construcción, Julio Crivelli, reclamó el avance de la reforma laboral y planteó la necesidad de “poder despedir sin causa a empleados en todas las industrias y comercios”, al tiempo que denunció un “sistema medieval” en el marco de los convenios laborales actuales.
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Estas declaraciones están respaldadas en similares conceptos que también recientemente han vertido sus pares: el CEO de Fiat Argentina, Cristiano Rattazzi, dijo que “tiene que ser mucho más fácil tomar y echar gente", en tanto que el vicepresidente de la firma de Café homónima y de Bodegas Norton, Martín Cabrales, abogó por “flexibilización” para “que sea más fácil despedir y contratar gente".
A lo largo de toda la gestión de Cambiemos hemos asistido a las consecuencias de la flexibilización laboral: a los 19 meses consecutivos de caída del salario real, se le sumaron los despidos, y el desguace del mercado interno, por la caída en las ventas. Hemos vivido estos meses de fiesta para unos pocos, pagados con el sudor y la sangre del pueblo argentino. Una celebración a la que las grandes mayorías no estamos ni estaremos invitadas y de la que ni siquiera nos guardarán la sobras. Porque estos sectores vienen por todo, a querer borrarnos la historia.
La flexibilización que ellos consignan sólo beneficia a las grandes empresas y a aquellas que exportan. Las pequeñas y medianas empresas, casi en su totalidad, vivimos del mercado interno. Es decir, del sueldo que los trabajadores gastan. Por ende, a mayor desempleo, menor mercado.
Hay un notorio revanchismo histórico en las declaraciones de estos CEOs, que remiten a destruir el legado y los derechos laborales del peronismo. Y así nos hablan de “sistema medieval” para catalogar a los derechos que se constituyeron en la argentina moderna.
El trabajo y el salario digno son la única garantía de la paz social. Un escenario de flexibilización con despidos sin causa, con baja permanente de salarios sólo aportaría a una mayor concentración de la economía en cada vez menos manos. Y con ello, más desempleo, menos posibilidad de puja distributiva, más exclusión.
El contrato social -al que tanto se alude por estos días- no es ni más ni menos que el acuerdo de los amplios sectores del campo nacional y popular de contribuir a la reconstrucción de la Patria. Un acuerdo en el que debemos estar todos y todas. Y debemos estarlo en serio, con verdadera responsabilidad histórica.
Los pymes, las cooperativistas, los pequeños productores, los trabajadores agrarios, los comerciantes, las trabajadores de empresas recuperadas somos quienes hacemos al tejido económico tanto como al social: por eso, la única forma de generar inclusión es través del círculo virtuoso de la producción y el trabajo.
Frente a esto, habrá quieren querrán borrarnos años de historia y conquistas. Que harán todo lo posible para que volvamos a ser una colonia y así facilitar sus negociados. Que ansiarán la muerte de la independencia económica y la soberanía política de nuestro país. Nos toca resistir, una vez más.