Una de las mejores decisiones de Netflix fue revivir Queer eye, aquel reality de 2003 en donde cinco gays hegemónicos le remodelaban la vida a un nominado por episodio. ¿Qué hay de nuevo en este reboot? Para empezar, un cambio de visión que modifica la manera de apreciarlo, y hace que el producto se aggiorne a los cambios socioculturales para luchar contra las bases de estereotipos en las que fue creado. En Queer eye veremos cómo cinco especialistas, los Fab 5 (Bobby diseña las casas, Tan renueva los guardarropas, Jonathan brinda consejos para el cuidado personal y corta melenas inmanejables, Antoni cocina y Karamo oficia de coach emocional) ayudan a la gente. Lo que al principio puede resultar grotesco y demasiado guionado, en la práctica funciona: no solo como un adictivo entretenimiento sino como un show cargado de mensajes profundos.
A lo largo de este, el abanico de “transformados” es tan diverso como sus hosts: demócratas, republicanos, católicos, scouts, bomberos, periodistas, personas trans, maestras de escuela primaria, enfermeras, y muchísimas más historias. Y los Fab 5 hacen que cada una cobre valor, prestándole atención a la persona que está detrás. Si bien la fórmula es precisa, es cierto remarcar que a veces hay historias que tocan más que otras: las hermanas que trabajan en un foodtruck y deben combatir sus inseguridades corporales, o el chico que no sabe como decirle a la mamá que es gay y tiene novio, o la maestra de escuela que se preocupa más por sus alumnos que por ella. Cada uno de los especialistas hace de trampolín para potenciar facetas aún no descubiertas en cada persona. Algunos episodios tienen una carga emotiva muy fuerte, y si no fuese por el carisma y la simpatía que irradian los hosts, el show podría volverse un poco tedioso.
Los nuevos Fab 5 son la pieza restante que hace del producto una de las propuestas originales más atractivas del gigante de streaming. Son lindos, exitosos, carismáticos y están llenos de problemas. De autoestima, de adicciones pasadas, de familias que no los aceptan, de círculos sociales que los excluyen. Son uno más en el magma de nominados. Eso es fundamental ya que ayuda a generar cercanía con cada uno. Nadie es perfecto, está bueno saberlo y trabajar sobre eso. A ese mensaje intenta llegar Queer eye, en tiempos donde la mayoría de los realities se tornan frívolos y encuentran en la crueldad un componente de ocio.
La nueva versión le escapa al formato de “reality clásico”: todos los que la vean (aún los que no se sientan seducidos por la propuesta) coinciden en la sensibilidad expresa en los capítulos. En el universo de Queer eye las cursilerías y los “aaawww” son una moneda corriente que se celebra y reivindica con brillitos, purpurina y amor. A su vez, propone discutir enunciados y derribar mitos tan antiguos como el patriarcado: se ponen en jaque los conceptos impuestos de masculino y femenino, las concepciones culturales de lo que esperan de uno, se defiende el cariño entre hombres y el cuidado de la imagen como un gesto de amor propio (atacando el famoso y repudiable “si pasa mucho tiempo arreglándose en el baño es puto”).
Con todo esto, y algunas perlitas que vale la pena descubrir con cada capítulo, Queer eye es un reality atípico en el mercado y al que hay que darle una chance. Consejo: esencial tener pañuelitos a mano, nunca se sabe cuando pueden ser necesarios.