Sabrina se levanta todas las mañanas a las seis, se ducha, desayuna y se va a trabajar hasta las 15:00. Florencia y Melanie hacen lo mismo. Apenas salen de sus respectivos lugares laborales tienen que cruzar la ciudad entera para llegar al entrenamiento. El equipo y los entrenadores las están esperando. No son las únicas que se desviven por llegar a tiempo y participar de la preparación física junto con sus compañeras. Todas lo hacen de lunes a viernes y los fines de semana, partido. Con suerte tienen un franco. Salen poco, algunas son madres; otras, aunque no lo sean, tal vez por su corta edad, tienen familias a las que deben visitar. Generalmente suelen hacerlo el día del partido, o después de jugar. Así todo el año. Trabajan ocho horas de día, seis horas de tarde, pero sólo tienen un sueldo. No viven del fútbol, viven para el fútbol, a pesar de no ser reconocidas como profesionales.
Para las mujeres argentinas, este deporte es amateur: ninguna de las jugadoras recibe un salario por participar, como sucede en el masculino. Sólo reciben un viático que va de los $500 a $3000. Muchas de ellas vienen del interior para poder crecer en esta disciplina pero, a diferencia de los miles de pibes que hacen lo mismo, ellas nunca van a tener un contrato millonario.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
El caso que más trascendió y generó una revolución en el mundo del fútbol fue el de Macarena Sánchez, ex jugadora de la UAI Urquiza que fue desplazada de su puesto por, según su entrenador, “una decisión futbolística”. Unos días antes de esta situación, en vísperas de 2019, la jugadora twiteaba: “Un 2019 nacional, popular, democrático y feminista. Que el fútbol femenino sea profesional y el aborto sea legal, carajo”. Y como si el destino la hubiese marcado para poder luchar por los derechos de las mujeres en este deporte, establecería una frase que fue replicada en cantidad de medios a nivel mundial: “El fútbol será feminista, disidente y profesional”.
Macarena aclara el por qué de esta expresión: “Feminista porque las mujeres deberían empezar a alzar más la voz y romper con toda esta estructura patriarcal del fútbol de hace años, con este estereotipo que nos impusieron desde siempre. Disidente porque habría que darle otra identidad al fútbol, diferente a la que se acostumbra, saliendo un poco del machismo, tomado como un negocio sólo de varones”.
El caso de la jugadora de la UAI fue tan visibilizado por las denuncias que ella hizo tanto a su club como a la AFA, por no reconocerla como jugadora profesional. Y esto, seguramente, traerá sus consecuencias en estas entidades para poder llegar a una igualdad de oportunidades y derechos para las mujeres como los tienen en el fútbol masculino. Además, será un ejemplo a seguir para las jugadoras que tengan una situación similar.
Este año será el Mundial de Fútbol Femenino en Francia. A pesar que muchos de los países que participan, como Nueva Zelanda, Canadá, Francia, Inglaterra, Alemania, entre otros, ofrecen un salario altísimo para las futbolistas de Primera División, sigue habiendo una enorme diferencia económica con el Mundial Masculino. El Mundial de Francia 2019 entregará 30 millones de dólares en premios, el doble que en 2015. A este número se le agrega una suma de 11,52 millones de dólares que se repartirá entre las 24 selecciones participantes como parte del proceso de preparación. Y otros 8,48 millones de dólares que se distribuirán como compensación entre los clubes que cedan sus jugadoras a las selecciones. En total el monto será de 50 millones. En cambio, y demostrando un gran bache entre varones y mujeres, la FIFA entregó 358 millones de dólares en el Mundial Brasil 2014 y ascendió en el Mundial pasado en Rusia a los 400 millones.
Son pocos los que ofrecen una suma importante de dinero para las mujeres en este deporte y son varios motivos por los que sucede esta problemática a nivel mundial. Entre ellos se debate un trinomio de sponsors-medios de comunicación-cultura machista. Macarena Sánchez, en relación con estos tres puntos, afirma que es una cuestión de voluntad de los clubes y de la AFA, en el caso de Argentina. Es importante el aporte económico de marcas para facilitar la visibilización del fútbol femenino en los distintos medios de comunicación. Y a su vez, en reciprocidad, esta visibilidad de los medios ayudaría a que los sponsors se acerquen a la práctica femenina.
Por último, el ítem fundamental de este trinomio es la cuestión cultural. Nuestro país es muy machista y patriarcal en ese sentido. El fútbol ha sido un ambiente para hombres y no para mujeres. Y a diferencia de otros países, como pusimos en evidencia, están más avanzados en cuestiones de género, paridad e igualdad. Esto quiere decir que esta problemática no sólo ocurre en el mundo del fútbol sino que es más general la diferencia entre unos y otras: este problema se vive como sociedad.
Parte del 8M es poner sobre la mesa las diferentes disparidades que sufrimos las mujeres en cualquier contexto social. En este caso: el fútbol, una disciplina que fue, durante años, bancada por el mal llamado “folklore”, excluyendo así a todas las mujeres. El 8 de marzo no nos para nadie: paramos nosotras. Se llama feminismo y lo atraviesa todo, vinimos a cambiar nuestro rol en la sociedad. Vinimos a denunciar todas las desigualdades que sufrimos sólo por hecho de no ser varones. Y todxs juntxs, de cualquier generación, madres, hijxs, abuelas, vamos a luchar por nuestros derechos. Para que, de una vez por todas, el patriarcado se caiga.