El viejo refrán criollo dice que “hay que pegarle al chancho para que aparezca el dueño”. En la Argentina de Mauricio Macri no hace falta. Todos sabemos que atrás de Juan José Gómez Centurión y sus declaraciones apologéticas del genocidio está el propio presidente de la Nación. Es Macri el que apuntala una visión negacionista que es hegemónica en el conjunto del Gobierno nacional. No hay exabruptos de parte de quienes sinceran el espíritu revanchista de la administración de Cambiemos; dicen lo que piensan, lo que sienten, lo que comparten en tertulias familiares, reuniones de gabinete y retiros espirituales. Los “chanchos” Gómez Centurión o Darío Lopérfido integran una piara alimentada en el chiquero de la misma concepción filosófica, política, económica y cultural que inspiró a la dictadura cívico militar, de la cual el clan Macri fue beneficiario en alto grado.
El macrismo ejecuta un programa de Gobierno que, en términos generales, es similar al que vinieron a desplegar (y desplegaron) las corporaciones económicas desde mediados de los ’70; con violencia genocida desde que la tríada Videla-Massera-Agosti asumió el control del Estado. De vuelta a cargo de todas las instituciones públicas nacionales -esta vez, como fruto de un proceso electoral y no de un golpe-, los encargados de la restauración conservadora intentan validar sus planes en el pasado.
Ellos, empezando por la propia familia presidencial, fueron parte favorecida por la dictadura, desprecian a los mismos que despreciaron los dictadores y simpatizan también con los mismos que simpatizaron aquellos criminales. La arcada repugnante y apologética de Gómez Centurión expresa lo que el excarapintada tiene adentro, que es una parte de lo mucho que tiene en común con Macri y las corporaciones que los “cambistas” representan.
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Las apreciaciones del funcionario nacional son repudiables y merecen ser denunciadas, ya que se inscriben en la apología de horribles crímenes de lesa humanidad, juzgados y condenados en nuestro país y en Democracia. Gómez Centurión no puede ampararse en el otro dicho popular que involucra a los porcinos: “la culpa no es del chancho sino del que le da de comer”. En estos menesteres, es clara e inexcusable la responsabilidad de quien niega un plan de exterminio reconocido por sus propios ejecutores, al mismo tiempo que vuelve a minimizar la cifra de detenidos desaparecidos por la dictadura. Macri comparte y apuntala esa mirada, pero además, y lo que es más grave, reencarna con sus políticas públicas la orientación socioeconómica de aquellos años del horror.
Presidente de Nuevo Encuentro