Subtrenmetrocleta. Apenas pronunciable, tal vez el cinismo escondido detrás de la forzosa constricción de sentidos que aspira a ser símbolo de la eficiencia y evolución en las políticas adoptadas por la gestión PRO por comunicar sus propuestas de transporte público.
Esta innovación en materia de marketing político, que no parece ser creativa ni casual, se enmarca en un momento histórico y cultural donde el rumbo que toma la ciencia del conocimiento hoy en día es aún incierto. ¿Cómo saber qué conceptualizar si no hay un pensamiento crítico detrás de los paradigmas que están en vigencia y determinan nuestro modo de conocer el mundo y de entender la variedad de discursos?
¿Cuál es el hecho creativo que llevó a creer que #Subtrenmetrocleta es una buena idea?
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La necesidad de conocer el mundo que habitamos es histórica de nuestra especie humana, pues nos precede, nos constituye, nos forma, y por ende le da un sentido a nuestra vida. Tal como sucede con el lenguaje y el habla: es parte nuestra y al mismo tiempo nos hace parte activa de todo lo que hacemos día tras día.
El modo en que nos aproximamos a conocer el mundo que habitamos tiene un anclaje profundo en lo que nos inquieta, aquello que nos mueve a saber más y mejor sobre algo, la curiosidad innata que nos permite ordenar el caos circundante en una trama compleja pero inteligible de sentidos que enmarcan nuestras actividades sociales, ese "pensamiento salvaje" como ya dijo Claude Lévi-Strauss (1962). Y así los paradigmas y las corrientes científicas presentan sus hipótesis sobre cómo es que conocen, dónde ponen el acento a la hora de conocer un fenómeno, qué métodos utilizan para conocer... Y detrás de esto existe una ideología conductora de las decisiones y prácticas que se realicen.
El Postmodernismo es el paradigma de hoy, la lente a través de la cual miramos lo que va sucediendo, y surge durante la segunda postguerra como reacción al modernismo que había llegado a entenderse como representación del totalitarismo. Se caracteriza por la interpretación llevada a su máxima expresión: todo es relativo, todo es objeto y sujeto de interpretación donde los límites empíricos se hacen laxos y flexibles ante esta libertad del ejercicio del conocimiento. En lo cotidiano, el postmodernismo aparece en forma de ironía, nihilismo, primacía de lo "virtual" por sobre lo "real". Un mundo de metáfora y hologramas en el que el malestar en la cultura aparece en la falta. Una falta omnipresente en la cotidianidad más pura como puede ser un mensaje de Whatsapp o el abuso del modo condicional condimentado con gerundio en el lenguaje cotidiano: "estaría siendo necesario que alimente al gato". Hasta tener un gato de mascota sería postmoderno siendo que se trata de un felino doméstico pero de notables rasgos "salvajes" e independientes del sometimiento humano. Es y no es. Es relativo.
Sin embargo, no todo es terrible en el postmodernismo, ¿Qué sería de las ciencias sociales y humanidades sin el relativismo cultural, sin la interpretación que nos acerca a las diversas realidades que nos permiten conocer y entender a otro respetándolo? Todo en su justa medida y cada cosa en su lugar. Se enseña desde el jardín de infantes y es la clave para no perderse en extremismos y atentar contra la salud mental.
Otro aspecto característico del postmodernismo es que aún no terminamos de entenderlo. Y en sintonía con la velocidad de la vida cotidiana del siglo XXI ya aparece un nuevo paradigma superador del postmodernismo que restituiría el foco a lo concreto: el Neorrealismo o Nuevo Realismo. Tan joven como la generación de los Millenials (los nacidos en el año 2000) este nuevo giro de la filosofía del conocimiento se vale de la especulación, pero una especulación necesaria pues la ciencia es un gran medida especulativa, se parte de una hipótesis para más tarde refutarla o confirmarla pero siempre el conocimiento científico supone una duda, una especulación, un supuesto o presupuesto, incluso preconceptos. El filósofo alemán Immanuel Kant (1724 – 1804) en "Crítica de la razón pura" profundiza en los límites del conocimiento donde propone nombrar (lo que no se nombra no existe) y estudiar los límites y alcances de las diversas posibilidades del conocimiento. Así el neorrealismo supone la aceptación de un realismo inmediato, pero con el peligro del reduccionismo del conocimiento a la experiencia sensorial, por ende, la tendencia a una sobrevaloración de las ciencias naturales, hacia un materialismo, y la preferencia por el método analítico. Es decir, un claro y tajante movimiento de reacción hacia el postmodernismo.
Se da entonces un viraje de un polo en extremo relativista hacia otro en (también en extremo) focalizado hacia el objeto o la cosa a conocer. Un ejemplo de esta transición es neologismo pro en forma de hashtag #Subtrenmetrocleta aspirando al todo conceptual y significando la nada misma resultando en una síntesis absoluta donde la relatividad y lo concreto integran un maridaje cognoscitivo.