La primera de esas medidas fue la eliminación de las retenciones al sector agroexportador. Leche, trigo, maíz, carne y economías regionales fueron beneficiadas con el fin de los gravámenes a la exportación, sumado a la reducción gradual del tributo que abona la soja, de 35 a 30 por ciento y con una baja de 5 puntos anuales hasta desaparecer por completo en 7 años. De esta forma, sectores rentables de la economía como los grandes pooles de siembra verán aliviada su carga tributaria gradualmente año a año.
A esto se le sumó el fin de los cupos a la exportación, lo que permitió que los sectores exportadores ya no estuvieran obligados a dejar parte de su producción en el mercado interno y así, mantener los precios de productos de la canasta básica en precios más o menos accesibles para el consumidor local.
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Luego vino otra medida bien recibida por sectores de altos ingresos: el fin de los impuestos a los autos de lujo, una tasa que se impuso en 2013 para evitar que sectores pudientes se aprovecharan del tipo de cambio para comprar a precio accesible autos importados. La medida tuvo un doble impacto: mientras redujo el valor en el mercado local de los automóviles importados, causó que los de gama media y baja, más accesibles para la clase media, aumentaran. ¿Por qué? Porque los fabricantes mantenían esos automotores en un precio por debajo del mínimo que se exigía para pagar el impuesto. Al no tener más el "riesgo" de tener que cargar el auto con un impuesto más, subieron el valor.
Asimismo, la minería, que exporta 3.500 millones de dólares anuales y pagaba tan solo un 3 por ciento de retenciones, recibió una grata noticia para sus intereses la semana pasada. El presidente anunció en San Juan que ya no pagarán más impuestos por exportar la materia prima que extraen, principalmente de las provincias cordilleranas. Esa medida, paradójicamente, fue saludada por dirigentes del FpV (la gobernadora de Catamarca, Lucía Corpacci, y el ex mandatario de Jujuy, Eduardo Fellner) y criticada por una aliada de Cambiemos, Elisa Carrió.
Una medida que favoreció al sector financiero, de los más rentables en el país, fue el fin del control de las tasas pasivas y activas. Mientras que antes el Banco Central ponía límites a la tasa que podían cobrar a los clientes por préstamos, ahora eso quedó librado al mercado, lo cual provocó un salto muy grande entre noviembre de 2015 y enero de 2016.
Sumado a esto, la tan mentada devaluación que perjudicó a los que menos tienen. Los turistas, que ya venían pagando un tipo de cambio de $13,23 por dólar (9,8 más un 35%), padecieron una devaluación del 5,8% en diciembre, cuando saltó a $14. Sin embargo, la apreciación del dólar oficial fue del 42% y eso es lo que terminó impactando en los costos de los productos que los consumidores compran diariamente.
¿Cómo se pagaron estas medidas? Con una paulatina reducción del gasto público que representa el despido de empleados estatales, un aumento de las tarifas de servicios públicos de la clase media y trabajadora, producto del fin de los subsidios energéticos, y el aumento de los precios por su adecuación a precios internacionales.