Los jueces que atacan a Cristina

13 de diciembre, 2014 | 19.23

Por Fernando Cibeira

Especial para El Destape

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El kirchnerismo tuvo la oportunidad allá en sus comienzos. Luego de haber encarado la modificación de la todavía poderosa Corte Suprema menemista por una nueva independiente y de prestigio, el próximo paso lógico en esa dirección hubiera sido resolver con la misma determinación el cambio de raíz del fuero federal, el de la servilleta de Carlos Corach. No lo hizo. Tal vez pensó que sería demasiado. Lo cierto es que hoy está pagando las consecuencias de esa (in) decisión en una guerra abierta cuyas consecuencias finales todavía parecen difíciles de calcular.

El fuero tuvo una lavada de cara. Hubo un par de jueces que se fueron, a algunos los ascendieron y destituyeron a Juan José Galeano, el de la AMIA. Los que permanecieron, enviaron gestos de alineamiento. Esto seguramente hizo pensar a Néstor Kirchner que estaban domesticados. Lo cierto es que el esquema funcionó considerablemente bien durante varios años, en especial en el caso de Norberto Oyarbide, invariable oficialista de la primera hora. Pero de un tiempo a esta parte el armado comenzó a desmoronarse hasta encontrar hoy a los jueces en la trinchera, disparando al gobierno con todo lo que tienen a mano.

Difícil precisar qué cuál fue el inicio. Quienes transitan Tribunales aseguran que el malestar comenzó con los primeros movimientos de la procuradora Alejandra Gils Carbó, que se sabe que no cuenta con muchos amigos en la familia judicial. La procuradora nombró fiscales especiales para diversas áreas que anclaron donde antes era exclusiva competencia de los jueces federales, como en el caso del narcotráfico y el lavado de dinero. "Se metió con su principal caja", comenta un hombre del oficialismo que, obviamente, no quiere a los magistrados. De la mano de eso vino la avanzada de la agrupación Justicia Legítima que, aunque no consiguió mucho, generó enojos. La gota que rebasó el vaso fue el nuevo Código Procesal Penal que traspasa la carga de la investigación a los fiscales, con lo que los jueces sintieron que buscaban convertirlos en papel pintado.

En una reunión reservada en un departamento capitalino los jueces coincidieron en resistir. En el Palacio de Justicia aseguran que no hubo disidentes, pero entre los convocados no estuvo Oyarbide ni Sebastián Casanello, por considerarlos cercanos al kirchnerismo. Luego, con su accionar, los mismos magistrados demostraron lo arbitrario que pueden resultar los tiempos judiciales, algo que se busca impedir con el nuevo Código. Cual zombies, causas dormidas cobraron vida en cuestión de horas. Algunas importantes, otras insólitas.

En el grupo de jueces hay dos líderes: Claudio Bonadio, entre los que vienen del menemismo, y Ariel Lijo, entre los nuevos. Bonadio decidió un tiempo récord un allanamiento a una empresa vinculada a la Presidenta y reclamó las declaraciones juradas de ella y de sus hijos, por un caso que la propia denunciante, la diputada Margarita Stolbizer, definió como una falta administrativa. El jueves pasado resolvió enviar al vicepresidente Amado Boudou a juicio oral por los papeles de un auto que compró hace más de veinte años. Lijo, en tanto, se sumó al "péguele a Boudou" allanando el Ministerio de Economía por viáticos de cuando el vice era ministro. Rodolfo Canicoba Corral, que hasta muy poco parecía llevarse muy bien con la Rosada, se sumó a la movida de sus colegas allanando la Procuración de la apuntada Gils Carbó para ver si se había hecho espionaje de un fiscal que tuvo una actitud impresentable en una causa de violencia de género. Otro de los nuevos, Marcelo Martínez de Giorgi, sumó su granito de arena citando a indagatoria a Julio Alak en otra causa planchada, de cuando era director de Aerolíneas Argentinas.

Frente a esta avanzada el Gobierno hace lo que acostumbra: subir la apuesta. Apurar hasta donde pueda la pila de denuncias que involucran a Bonadio en el Consejo de lo Magistratura, donde ya lo sancionaron con una quita de su sueldo. Esta semana que comienza, arrancarán las reuniones de despedida al juez Raúl Zaffaroni, que oficiarán de encuentro de los hombres de la Justicia más afines al Gobierno y buscarán mostrar que hay espacio para la resistencia. La puesta en escena correrá por cuenta de la Presidenta, que se espera que vuelva a centrar sus discursos hacia el Poder Judicial como avanzada opositora contra los intereses populares.

La cuestión es que cuando podía haber cambiado el fuero, el kirchnerismo no lo hizo. Ni los jueces -que desde hace más de dos décadas se sienten parte de un poder permanente por encima de los políticos que van y vienen-, ni el Gobierno –que no tiene en su ADN ceder cuando la mano viene cambiada- parecen dispuestos a sacar el pie del acelerador. El año electoral, a no dudarlo, tendrá un fuerte componente judicial.