Las recientes elecciones en Chile son un buen ejemplo de cómo las encuestas definen el estado anímico de políticos, periodistas, académicos y del público en general, frente a un hecho tan relevante como un proceso electoral. Por dicho motivo, a medida que se iban conociendo los datos oficiales la palabra “sorpresa” pasó a estar en boca de todos. La sociedad chilena parecía convencida de que el expresidente Sebastián Piñera (2010-2014) lograría cerca del 44 por ciento de los votos, y algunos analistas y consultores incluso se atrevieron a vaticinar en público su triunfo en primera vuelta.
Las encuestas diseñaron una realidad virtual que convenció a propios y ajenos del inexorable triunfo de Piñera. Cuatro de las encuestadoras más importantes y conocidas le auguraban entre el 40 y el 45 por ciento de los votos (CEP 44%, CADEM 45%, ADIMARK 40%, CERC-MORI, 44%). Las cuatro sostenían que Piñera obtendría más votos que Alejandro Guillier -continuador de Michelle Bachelet- y de Beatriz Sánchez del Frente Amplio de izquierda juntos. Sin embargo, la suma de Guillier y Sánchez superó el 42%, seis puntos más que el magro 36% obtenido por Piñera.