La historia es descabellada y atrapante: el astronauta ruso Sergei Krikalev queda varado en el espacio luego de que en medio del viaje se disolviera la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La agonía en el espacio, la angustia de la desolación y la desesperación son plasmadas en el libro Manual de reparación para un cosmonauta desgraciado que muestra con detalles humorísticos y dibujos los momentos de Krikalev en el espacio al enterarse de la noticia.
El autor del libro Sebastíán Dunphy cuenta que la historia de Krikalev fue sólo un disparador del relato: “me refiero a la historia de una manera solapada, me alejo del relato ilustrativo. Construyo una historia con elementos mínimos que funcionan de indicio a la odisea del cosmonauta”.
El relato que forma parte de un libro breve se construye con tres lenguajes: la historia de Krikalev, dibujos que reconstruyen la odisea que vivió en el espacio y un manual de un lavarropas que con tono humorístico es usado para comparar la situación que vive una persona al armar el artefacto.
“No estoy acá ni por ciencia ni por deber”, “Paz y mundo, pienso, no tengo”, dice en el relato el astronauta ante la odisea.
-¿Por qué elegiste la historia?
-El libro es resultado de un proceso de producción bastante dilatado, con varias lagunas en el medio, en donde primero aparecieron los dibujos de un astronauta que llamaron mi atención por la expresión de preocupación. La imagen de un astronauta chupando un destornillador: era la imagen de un desgraciado que no estaba pudiendo resolver algún problema. Esa imagen tan existencial me cautivó y me hizo repetir -con variaciones- un mismo dibujo.
-¿Cuándo aparece la idea del lavarropa?
-Después de los dibujos me encuentro con el lavarropas. De forma totalmente aleatoria, cuando me llegó el lavarropas nuevo, al abrirlo apareció el manual de uso y reparación. Inmediatamente supe que ahí estaba el texto que podía oficiar de guión de mis dibujos. Ahí había un relato, unas instrucciones que llevan a arreglar un lavarropas. El lenguaje técnico es el delgado hilo que en esta conjunción más bien surreal une el mundo de la ingeniería espacial de los ochenta con el de los electrodomésticos de hoy. Hago convivir, de forma caótica y errante, dos mundos muy distantes.
-La historia de Krikalev es muy intrigante
-Sí, ya tenía conocimiento de esa historia pero el factor desencadenante fue un comentario al pasar en una charla con Rinconet. No recuerdo de qué estábamos hablando y Rinconet mencionó la historia. La forma simple y humorística, cómo lo dijo, fue lo que terminó de hacerme entender que ahí podía tener una historia sustancial que atravesara mis dibujos y mis textos de reparación de una lavarropas. A partir de ahí comencé a investigar más sobre Kirkalev, encontrándome con datos cada vez más extraños, lo que hacía querer vincularme más.
-¿Cómo definirías la historia?
-Me refiero a la historia de una manera solapada, me alejo del relato ilustrativo. Construyo una historia con elementos mínimos que funcionan de indicio a la odisea del cosmonauta Krikalev. El relato es sobre el momento en que Krikalev, ya estando ante un problema y sin saber muy bien cuál es, comienza a sospechar que está solo, que la comunicación es imposible y puede ser el fin. El relato es enteramente sobre ese momento: horas, minutos quizá, en los que el tiempo se hace eterno.
Es un relato existencial, pesimista y con detalles humorísticos.