El barco de la economía macrista esta averiado y la peor parte es que ninguno de los pilotos que lo conducen tiene las herramientas para reparar la avería. Algunos confían a lo sumo en que podrán frenar la entrada de agua al menos hasta las elecciones. La gran discusión es sí en los meses que restan hasta octubre, no hasta junio como se esperanza Marcos Peña, se podrá mantener la nave por encima de la línea de flotación. Esta incertidumbre incluye algo que ningún funcionario dice en público, pero que muchos tratan en privado: la principal preocupación oficialista ya no es la reelección de Mauricio Macri, es evitar el triste sino radical de los gobiernos inconclusos.
El poder económico lo sabe y trabaja a destajo en la construcción de alternativas. Todos los ensayos son válidos e incluyen desde adelantar las elecciones a reemplazar a Macri por candidatos presuntamente más competitivos, como sería el caso de María Eugenia Vidal. Son estas opciones y no los planes de la oposición las que más socaban la continuidad del modelo macrista y disparan la incertidumbre del capital financiero, que a esta altura sólo piensa en cómo salir de la Argentina minimizando pérdidas. Más concretamente: el principal factor de incertidumbre hacia el exterior surge del propio oficialismo y no de la principal oposición que, por el contrario, aparece como la más interesada en que Macri complete su mandato.
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Contra el discurso petardista del oficialismo, que funciona como un verdadero búmeran frente a los inversores, el kirchnerismo se cansó de enviar señales de que no planea un default de la deuda o una renegociación con quita. Es más, el kirchnerismo ni siquiera dice que planee abandonar metas fiscales de déficit cero, aunque lo buscará en plazos más largos y atado a un proyecto de crecimiento. Tampoco romper con el FMI. Oposición más sensata no se consigue. El kirchnerismo agrega incluso que a diferencia del endeudamiento renegociado en 2005, la inmensa deuda contraída por el macrismo tiene legitimidad de origen. Y lo más triste es que es verdad. El pueblo argentino no debería olvidar que la deuda fue ampliamente aprobada en el Congreso tanto por el oficialismo como por el opoficialismo. El innecesario pago a los Buitres, por ejemplo, fue aprobado con el impresionante consenso del voto de dos tercios de los diputados y tres cuartos de los senadores. Luego la deuda restante fue consensuada en cada aprobación anual de la Ley de Presupuesto.
La unidad de los que aprobaron el nuevo mega endeudamiento y de quienes no rechazaron el acuerdo con el FMI representa la verdadera unidad de la política argentina: todo Cambiemos, el massismo en pleno, el llamado peronismo federal y la constelación de partidos provinciales.
Y es precisamente esta unidad, que también podría agruparse bajo el eslogan “cualquiera menos Cristina” o el kirchnerismo, la gran esperanza del establishment, esa zoncera del “círculo rojo”, para la continuidaddel modelo neoliberal con los maquillajes que demande la hora. En este sentido, la situación política se parece a 2002, cuando a pesar del estallido de la convertibilidad se buscaba continuar con el neoliberalismo por otros medios. El ideologismo del grueso del gran empresariado no deja de sorprender, ya que si se excluye al núcleo duro de grandes exportadores de commodities, las energéticas, el grupo Clarín y los bancos, la mayoría gana menos dinero con regímenes como el actual.
El mal llamado populismo (“ponele populismo a todo”) es en realidad un modelo de desarrollo con inclusión: aumentar exportaciones y sustituir importaciones para expandir la masa salarial y la actividad económica sin enfrentar problemas de escasez de dólares. También supone tomar medidas para que se liquiden las divisas de las exportaciones y, dada su necesidad para el desarrollo, para evitar que drenen hacia la formación de activos externos (fuga). No se trata de Chavismo nacionalizador de empresas o de la revolución socialista. El peronismo en su superadora versión kirchnerista nunca fue eso. El kirchnersimo pagó todas las deudas que contrajeron los gobiernos anteriores e incluso, para sacarse de encima la FMI, no provocó ninguna ruptura, sino que primero le pagó todas sus deudas. Son datos históricos, no afirmaciones en el vacío. Como no se cansa de repetir la crítica trotskista no fue un gobierno defaulteador, fue un gobierno pagador. Los fantasmas que hoy se atribuyen a la verdadera oposición son eso, sólo fantasmas. El riesgo es Macri, no la oposición.
El proyecto de adelantar las elecciones no reparará la avería del barco de la economía. El objetivo se limita a conseguir un resultado electoral favorable para una fórmula oficialista-opoficialista sin Macri para intentar darle continuidad a un modelo insostenible. El contrasentido es que nada debilita más al debilitado Mauricio Macri que este desgaste desde adentro. A la vez nada dispararía más el riesgo país que Macri renuncie a su reelección, pues sería el reconocimiento tácito del definitivo agotamiento del modelo.
Mientras todo esto sucede en la política la imparable disparada del dólar, que al margen de su volatilidad cada semana se ubica un escalón más arriba, ahora cerca de 47 luego del pico de 47,5 altera todos los planes de construir un veranito de estabilidad hasta las elecciones. El esquema de política económica construido por cambiemos, que dolarizo tarifas y combustibles, acelera el traslado al conjunto de los precios de la economía de las subas de la divisa estadounidense. Y esta semana el dólar subió un impresionante 9 por ciento. El traslado a precios es un hecho y ni siquiera está garantizada la continuidad del congelamiento del magro paquete de los llamados precios esenciales anunciado hace apenas 10 días. Encima se vienen las paritarias. El riesgo de aceleración inflacionaria se encuentra hoy más alto que nunca. Del modelo 2017 al gobierno sólo le queda el instrumento de los créditos de la Anses y de patear para adelante los pagos de algunos aumentos de tarifas. Pero en 2017 ambos factores contaban con un complemento esencial hoy completamente ausente: la estabilidad cambiaria e inflacionaria y la recuperación salarial. La incertidumnre del presente torna imposible la construcción racional de escenarios de corto plazo.-
A las puertas de mayo, y a larguísimos 7 meses del final del mandato, la economía cambiemita manifiesta con crudeza sus inconsistencias intrínsecas acumuladas desde diciembre de 2015.