Israel y la victoria de Netaniahu

22 de marzo, 2015 | 00.00
El martes 17 de marzo se realizaron las elecciones en el Estado de Israel y como era previsible ningún partido político logró la mayoría absoluta. Es más, ninguno siquiera se acercó a ello. Estas elecciones son una muestra cabal de que un proceso electoral no se rige por las encuestas ni por el "boca de urna" de las cadenas de televisión apenas se termina de votar, sino por el resultado que se conoce una vez que se dan los datos oficiales.

A pesar del anunciado "empate técnico" entre el Likud -el partido del primer ministro Biniamín Netaniahu- y el líder de la "Unión Sionista" Itzjak Hertzog, Netaniahu logró una contundente victoria y es muy probable que logre formar un gobierno en alianza con partidos nacionalistas de extrema derecha, laicos y religiosos. En el Parlamento unicameral israelí hay 120 miembros y para tener la mayoría y conformar un gobierno mínimamente estable se necesita el apoyo de 61 diputados. Biniamín Netaniahu al frente de su partido, el Likud, obtuvo la mitad de esa cifra, treinta escaños; esto quiere decir que la primera minoría apenas obtuvo el 25 por ciento de los votos en un claro signo de la fragmentación que existe en el sistema político israelí. La fragmentación es ideológica, étnica, cultural, religiosa, social e incluso nacional, por la minoría árabe que tiene un peso político específico muy grande y que –con la unidad de varios partidos- se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria.

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En indudable que Netaniahu es uno de los políticos que mejor conoce e interpreta los sentimientos nacionalistas de la mayoría de los israelíes. Desde la ocupación de Cisjordania y Gaza en 1967 el discurso nacionalista religioso de derecha dejó de ser marginal en un país que, hasta ese entonces, se regía por los valores socialdemócratas y laicos del partido Laborista que construyó el Estado y gobernó hasta 1977. Ese año la derecha accedió por primera vez al poder liderado por Menajem Begin, provocando un profundo cambio político e ideológico que perdura hasta el día de hoy.

Netaniahu sabe que una inmensa mayoría de los israelíes vive atemorizado porque considera que están rodeados de árabes que quieren destruirlos a toda costa. El discurso dominante no hace más que insistir sobre esto día a día como si no hubiera con quien hablar del otro lado y muy pocos israelíes conocen –por ejemplo-la iniciativa de paz saudí de 2002 avalada por todos los países árabes.

Netaniahu se presenta cómo el único que los puede proteger, sea bombardeando e invadiendo la Franja de Gaza o desafiando al mismísimo presidente de la primera potencia mundial en su propia casa. Más aún, es capaz de grabar un discurso de tinte racista el día de las elecciones alertando que los ciudadanos árabes de su país van en masa a votar.

El primer ministro es consciente de que una minoría con sensibilidad democrática lo criticará, pero no ignora que la mayoría lo apoya. No es casual que horas antes de las elecciones en una entrevista en hebreo dijera de manera clara y rotunda que –en caso de ser nuevamente primer ministro- no permitiría la creación de un Estado palestino. Netaniahu parece conocer a los israelíes mejor que nadie.

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