La Ciudad más rica del país no está exenta de la crisis económica y los comedores, tanto escolares como aquellos que se manejan por donaciones o son asistidos por el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, se convirtieron en el espacio al que muchos niños, niñas, adolescentes y familias recurren para garantizarse un plato de comida. Pero el aumento de la pobreza empujó a que las raciones no alcancen para todos y que haya que “estirarlas” de alguna manera para poder lograr que los asistentes tengan su panza llena con algo caliente.
Victoria Colombo, comunera de la Comuna 4 de la Ciudad de Buenos Aires, le dijo a El Destape que “la crisis repercute primero en la comida” y que es una realidad que se repite en todos los barrios que ella recorre, “donde se empieza a sentir el hambre”.
La comunera explicó que “de 2016 a la fecha hay más cantidad de comedores que antes y algunos empezaron con 150 raciones de comida pero hoy están en 300 o 400 y muchas veces el Gobierno porteño no ayuda”, lo que lleva a que terminen “estirando la comida porque la demanda es mayor”.
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Hay comedores que están oficializados dentro del registro del Ministerio de Desarrollo Social que les da comidas secas todos los meses y frescas todas las semanas pero la demanda aumentó. Hay otros que funcionan de forma comunitaria, con donaciones pero cada vez más personas recurren a estos lugares y es muy difícil alcanzar a alimentar a todos.
Desde Desarrollo Social porteño hay un programa de Apoyo a Grupos Comunitarios con el objetivo de brindar “asistencia alimentaria a comedores, jardines comunitarios y grupos que prestan servicios a la comunidad, entre otros.
Cecilia tiene un comedor hace siete años en Mataderos que se llama 7 Esquinas. En diálogo con El Destape aseguró que la situación “viene durísima” y reconoció la ayuda que reciben desde Ciudad, porque así lo ordena la Ley, “pero cada vez alcanza para menos”. La Chilena, como le dicen, contó que asisten a 250 personas y sólo reciben 130 raciones, lo que los obliga a tener que “estirar” los alimentos de algún modo para que todos puedan llegar a comer algo.
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“Te mandan las raciones y tenés que hacer una comida diaria y lo transformamos en guiso para poder aumentar para almuerzo y merienda”, seguró. Para llegar a cubrir la demanda reciben donaciones y, además del comedor que funciona de lunes a viernes al mediodía, tienen un merendero de 16 a 18. Cecilia explicó que desde Desarrollo les mandan pollo, milanesas, pero que ellos a veces las pican para hacer albóndigas con arroz y polenta para que alcance.
Lo más curioso, a su entender, es que “hay muchas familias que por primera vez están yendo a un comedor, de clase media, mucha gente mayor, hombres y mujeres que tuvieron su trabajo, no alcanzaron a jubilarse, no tienen donde vivir y donde comer”, pero también “hay muchos en situación de calle”.
Cecilia explicó que “al principio la gente venía para ahorrarse la plata y comprarse mejores cosas para su hogar, pero hoy vienen porque no tienen dónde comer. O pagan los servicios o comen. Es primordial asistir al comedor para poder pagar los servicios”. Incluso, para muchos “es la única comida” y rotan entre distintos comedores para asegurarse dos platos: van a aquéllos que abren de día y a los pocos que lo hacen de noche.
Esperanza de La Boca es otro de los comedores que funciona en la Ciudad. Uno de los más emblemáticos ya que está hace más de 30 años. Lidia, quien lo lleva adelante, explicó a este medio que hay 28 espacios de este estilo en el barrio pero sólo dos que dan la cena. El de ella es uno de esos. “Tengo 216 raciones para 350 personas. En estos últimos días se incrementaron 20 raciones más, que es una barbaridad", afirmó. "Son familias enteras”, lanzó de manera contundente.
Al igual que el análisis de Cecilia, Lidia coincidió en que “no es gente que estuvo mal sino que estuvieron bien y hoy estamos con esta problemática, se acercan con timidez, vergüenza a pedir comida". Y marcó: "No es tanta gente vulnerable sino gente que no tiene para comer”.
“El GCBA, desde la época de (Aníbal) Ibarra, por ley tiene que dar los materiales para dar comida. Ellos todos los días dan lo fresco y una vez por semana mandan los secos”, en referencia a los alimentos que les provee el Ministerio. Por ejemplo, manifestó “Desarrollo Social manda para 350 raciones unos 56 pollos” que ellos tienen que gestionar para hacer rendir. También reciben donaciones, ayuda la iglesia San Pedro y Juan Carr “pero ya no quedan ni ollas ni cocinas que den a basto con esta necesidad”, se lamentó.
El comedor funciona de lunes a viernes de 18:30 a 20 y los lunes, miércoles y viernes realizan lo que denominaron “Situación Esperanza” para dar raciones de comida durante la noche. Son unas 300 que reparten después de las 20 mediante un recorrido que realizan por la Ciudad para acercarle un plato a personas en situación de calle.
Diferente es el caso de Juana, que tiene un comedor en la villa 21-24 pero recibe el apoyo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación que “baja una cantidad de kilos de mecadería en la base de Sarandí y se reparte”. Estos alimentos van de “leche, azúcar, yerba, harina, aceite” pero, advirtió, “hay meses que no bajan arroz, fideos y siempre andamos atrás de ellos para tener leche y azúcar”.
Por mes les hacen llegar “unos 16 mil kilos para 500 familias” de los distintos distritos que se abastecen mediante este Ministerio. “Cada vez hay más niños y familias que vienen a los comedores”, manifestó.
Sin embargo, hay otros gastos a los que hacer frente y la plata no alcanza: “En mi comedor, el gas lo costeo yo. No podés pedirles a las familias porque la situación de ellos es peor que la tuya”. Actualmente, sólo en concepto de menores, van 47 a su comedor. “Yo les digo que se traigan un tupper para que se lleven el sobrante de comida”, añadió,
Hace dos años y medio que sirve un vaso de leche, festeja el día del niño, de Reyes y le entragar abrigo a quienes están en situaciones vulnerables. “Los chicos necesitan y tienen derecho de comer un sábado porque los comedores están cerrados ese día”, dijo. “Prefiero hacer una olla popular y mientras los chicos comen, los padres eligen la ropa que consigo a través de la lucha”, señaló.
La comida en las escuelas
El de los colegios es un mundo aparte. Victoria Colombo explicó que “la centralidad de la escuela no sólo pasa por el aprendizaje sino porque los pibes se encuentran con un plato de comida” y se están haciendo reclamos “por la cantidad de las viandas y la ración de las mismas”.
La comunera de la 4 resaltó que “hoy vuelve a estar en escena la escuela comedor que hace años no pasaba”. Pero, encima, tienen que lidiar con malas condiciones de los alimentos: “En las secundarias este año recibieron denuncias de un sánguche de pan y queso con moho y en malas condiciones”.
La Dirección General de Servicios a las Escuelas, dependiente del Ministerio de Educación de la Ciudad, es el área que administra y gestiona el “Programa de Alimentación Escolar”. Son los servicios de desayuno/merienda, almuerzo/vianda, refrigerio y/o refuerzos alimentarios a través del sistema de becas alimentarias. Para ello contrata a contrata a las concesionarias quienes se ocupan casi por completo de estos servicios, según explicó Proyectar Ciudad en un informe al que accedió El Destape.
El objetivo de la Dirección, además de gestionar, supervisar y coordinar la asistencia alimentaria de los comedores de los colegios y las colonias; los subsidios que le dan a las cooperadoras y el transporte para chicos en zonas vulnerables tiene el objetivo de “implementar el Programa de Alimentación Escolar, garantizando cubrir las necesidades nutricionales adecuadas de los alumnos para optimizar el proceso de aprendizaje”. Para ello, según el sitio web oficial, fomentan “el consumo de alimentos saludables, generando cambios en la conducta alimentaria de los niños, niñas y adolescentes”.
Estos servicios consisten "en la compra y la distribución de los insumos, la preparación de los alimentos, el reparto de viandas y el servicio de camareros en las escuelas". Desde el año 2016 la ciudad cuenta con aproximadamente 1000 colegios de jornada completa.
Según un informe de la Fundación Soberanía Sanitaria y OBSERVAR, "en la Ciudad de Buenos Aires, el último año se sumaron 60 mil niños, niñas y adolescentes a la pobreza, de los cuales 50 mil, además, son indigentes". En la escuela muchos encuentran el lugar para comer alimentos saludables pero el ajuste y la mala gestión están vulnerando ese derecho. "Los comedores escolares vienen sufriendo la insensibilidad del gobierno porteño que afecta en cantidad y calidad los alimentos que se brindan", marca el documento.
Según datos de la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad, el 88% de niños, niñas y adolescentes en vulnerabilidad concurren a la escuela y más de 200 mil alumnos asisten a comedores escolares". En el informe se detalló que en la CABA, el desayuno, almuerzo y refrigerio lo proveen 21 empresas, además de 4 cooperadoras, una asociación civil y 2 cooperativas de trabajo.
Sin embargo, pese a ser el distrito más rico del país, "la comunidad educativa viene alertando hace años sobre sobre la calidad, cantidad y criterios nutritivos de los menús: sándwich con insectos, milanesas contaminadas con plástico y pastel de papas a base de lentejas en vez de la habitual carne picada, como lo establece el menú fijado" por el Gobierno porteño.
Pero además de la baja calidad, el informe reveló que se redujeron las raciones que se envían a los comedores escolares: "En 2015 el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires propuso 189 millones de raciones anuales, en el segundo semestre de 2015 el porcentaje de personas en situación de pobreza en la Ciudad era 15,1%".
En el último informe, referido al segundo semestre de 2018, "el porcentaje de personas en situación de pobreza subió a 21,1%, y en octubre de 2018 el gobierno de la ciudad propuso 77 millones de raciones anuales para los comedores escolares. Es decir, se redujeron más de 110 millones de raciones anuales de comida", lo que afectó directamente a los más vulnerables.
Además, con el argumento del aumento de la obesidad, el Gobierno definió lanzar el programa "Mi escuela saludable", con un nuevo menú llamado "Chau paneras" pero la comunidad educativa porteña denunció que los productos suprimidos del menú no fueron reemplazados calóricamente y actualmente las raciones son más pequeñas, de mala calidad y en muchos casos los/as niños/as no tienen la posibilidad de repetir, según manifestó Proyectar Ciudad.