G20 y coronavirus: frente a la pandemia global, cambiemos paradigmas

El orden existente muestra sus debilidades. Los gobiernos y los distintos organismos internacionales deben tomar cartas en el asunto.

30 de marzo, 2020 | 21.47

El comunicado emitido por el G20, luego de la reunión de emergencia del 26 de marzo, parecería un primer paso hacia importantes cambios en la gobernanza global. La crisis sanitaria sin precedentes causada por la pandemia de COVID-19 está revelando las debilidades del orden existente - sobre todo en materia del bienestar económico y social de la mayoría de la población- y mostrando la necesidad de transformaciones profundas. Pero, ¿basta un documento con expresiones de deseo? Algo similar sucedió en el marco de la crisis del 2008, y claramente no sólo no fue suficiente, sino que muchas de sus consecuencias en términos de empleo y pobreza no fueron revertidas.

Estamos viendo respuestas nacionales frente al coronavirus, pero es necesario que los gobiernos y los distintos organismos internacionales tomen cartas en el asunto, no  solo respecto a la cuestión sanitaria, sino también relativo a la gobernanza de la globalización y la desigualdad socioeconómica mundial, la que hasta ahora solo fue denunciada y poco se hizo.

La intervención del presidente Alberto Fernández explicitó la profunda necesidad de cambio global. Con su frase “el tiempo de los codiciosos ha llegado a su fin” sintetiza también la necesidad de un cambio de modelo político y ético: los mercados dominados por grandes empresas que especulan con la vida y con la muerte para maximizar sus ganancias –y que concentran la riqueza en el 1% de la población– ya no pueden ser los controladores y únicos beneficiarios  de la economía global.

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Si bien la declaración emitida por el G20 reconoce la necesidad de algunos de estos cambios, incluye simultáneamente la reafirmación de algunos principios vinculados al status quo. Es inevitable aquí pensar en la experiencia - reciente en términos históricos-  de la crisis de 2008, de la que se hablaba como el resultado de “una era de irresponsabilidad”, (delaración Líderes del G20 en el 2019), y se esperaban cambios sustanciales en el modelo de capitalismo global, poniéndole al menos ciertos límites a la especulación financiera. Sin embargo, más pronto que tarde las prácticas se reprodujeron y se fortalecieron generando mayor especulación financiera y aumentando la desigualdad. En las economías centrales, la liquidez se inyectó en el sistema para salvar a los bancos y no a los que habían perdido la casa o el trabajo. Y es que sabemos que estos cambios no se producen de manera natural y sin conflictos, y siempre ponen en cuestión intereses y privilegios.

Un mundo de cooperación solidaria, que ponga a la economía al servicio de la vida y la salud (y no al revés) es difícil, sin duda! Pero, ¿es posible? La actual pandemia de COVID-19 está mostrando ejemplos de esto. Queda claro que el virus no es un problema de oferta, ni de demanda, y que capitalismo financiero no encuentra vacunas para la pandemia. Es más, los países que mejor se están pudiendo organizar frente a esta  crisis, son aquellos que cuentan con un sistema público de salud consistente. Quizás esta pandemia nos permita enterrar definitivamente la idea de la salud como un negocio.

Asociado con este tema, emerge la protección social como un factor central, la OIT invita a los distintos países a que se avance en sistemas de protección social financiados a nivel colectivo, inclusivos y permanentes. En el caso argentino, la rápida salida para brindar apoyos monetarios para los trabajadores y trabajadoras no registradas o monotributistas de menores ingresos, reducción de impuestos y cerditos blandos para el pago de salarios, aumento de las asignaciones para niños entre otras medidas, es la continuidad de proyecto de protección social inclusiva y extensiva. Principios que habían sido esbozados luego de la crisis del año 2008 mediante la denominada recomendación sobre los pisos de protección social, que fueron desoídos por una parte importante de los países - aun siendo integrantes del G20- y nos encuentran en la  actual situación, en la que muchos países están tratando de implementar urgencia algunas de estas políticas. Estas políticas son las que se requieren para mitigar la desigualdad y, eventualmente, repensar y recrear un nuevo modelo de Estado, que sin ser omnipresente garantice el bienestar de una sociedad.

En síntesis, se entiende que hoy los esfuerzos internacionales estén destinados a luchar contra la pandemia, pero es también necesario tomar medidas a nivel internacional y de cada uno de los estados que, como ha dicho Alberto Fernández, no queden libradas a las lógicas del mercado y donde se diseñen políticas que “resguarden el empleo, la producción y las mejores condiciones de vida usando todas las herramientas económicas para proveer liquidez global”. El diagnóstico de la OIT sobre las consecuencias de la pandemia sobre el empleo son catastróficas y hablan de una pérdida de 25 millones de puestos de trabajo aproximadamente - mayor que la provocada por la crisis que se denominó la Gran Depresión” del 2017-18” con una disminución  del 2% en el PBI. Aunque en 2017 ya se había aprobado la “Recomendación sobre el empleo y el trabajo decente para la paz y la resiliencia, 2017”, con el apoyo de la mayoría de los Estados y en la cual se esbozó un planteamiento estratégico para responder a la crisis, las políticas de empleo no parecen ser una preocupación de los países miembros del G20,  ya que, hasta el momento, ni siquiera se hace mención a dicha problemática.

En definitiva, el COVID-19 pone en evidencia que la salud no puede ser un negocio, acompañemos el cambio de época para hacer posible que el bienestar, el empleo, tampoco quede a merced del libre mercado.  Como ha dicho Alberto Fernández en su intervención “sin mesianismos ni prepotencias, debemos iniciar un tiempo de diálogo global que contenga a todos”.

 

*La autora de la nota es economista del Frente de Todes y directora en el Banco Ciudad.

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Delfina Rossi

Nació en Rosario. Es magíster en Economía y en Políticas Públicas y cursa el doctorado en Ciencia Política. Directora del Banco Ciudad de Buenos Aires. Exdirectora del Banco de la Nación. Referenta de Buenos Aires 3D. Feminista, ciudadana del mundo, porteña por elección.