El rústico Trump, al menos hasta que las posibilidades de llegar a la Casa Blanca se vuelvan demasiado reales, mantiene la fórmula que le dio brillo y minutos en los medios: representar una supuesta "voz" profunda del americano anglosajón, que es a la vez hipernacionalista y contrario a la intervención del gobierno más allá de sus funciones mínimas como hacer la guerra y cobrar (pocos) impuestos.
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Durante su instalación como candidato en la interna republicana, Trump puso el foco sobre los inmigrantes. Viralizó expresiones agresivas contra los mexicanos, a los que calificó de "violadores" y "criminales". De forma llana y burlona, como pensado para la comprensión de un niño de seis años, Trump señaló a los responsabilidades: "Cuando México envía a su gente no envía a los mejores. Envía gente que tiene muchos problemas."
En esa dirección llegó a decir que pensaba construir un gran muro en la frontera que impida el paso de cualquier indocumentado y que el costo de la obra debía asumir el gobierno mexicano...
Ahora bien, además de cavernícola, este discurso tiene un problema fáctico: según los informes de la Oficina de Censo en Estados Unidos, el año pasado, la mayor parte de los inmigrantes no llegaron desde el sur del Río Bravo cantando corridos y tomando tequila, sino que de las lejanas tierras del té, el arroz y las vacas sagradas. China y la India.
Según el informe del Census Boureau de los 1 millón 200 mil inmigrantes que cruzaron la frontera en el 2013, 147 mil eran chinos, 129 eran indios y 125 mil eran mexicanos, en lo que parece un cambio histórico de tendencia que altera la imagen cristalizada sobre el origen de la ola migrante en el país del norte.
En lo que debe ser entendido como una demostración más de la emergencia de un mundo con nuevos polos productivos, comerciales y de consumo, China e India, los dos países más poblados del BRICS, se encaminan ahora a ser también potencias migratorias a escala planetaria.
Desde ya, cabe advertir que si los mexicanos tienen que sortear las dificultades para ingresar por una frontera de miles de kilómetros, chinos e indios tienen que cruzar océanos antes de ingresar en el sueño americano. Esta situación explica que, en términos relativos, se trate de un inmigración con menor nivel de informalidad que la mexicana. Los motivos también hablan de un mundo en transformación: en muchos casos se trata de migrantes con algún tipo de estudio en informática y software, campo donde los jóvenes de India y China se especializaron en los últimos tiempos.
No casualmente uno de los últimos choques de Trump fue contra Mark Zukerberg, el dueño de Facebook, quien propone una apertura migratoria con foco en trabajadores extranjeros capacitados en esa áreas. Estados Unidos tiene un programa de visado especial para estos casos, el H1-B, que las empresas de tecnología quieren aumentar, frente a lo cual Trump dijo que esos puestos debían ser ocupados por "otras minorías" como mujeres, negros e hispanos".
El peso de la inmigración mexicana, de todas formas, seguirá siendo relevante por muchos años. En el mismo estudio, se da cuenta que, al día de hoy, la comunidad migrante de mexicanos representa cerca de un cuarto del total de extranjeros que, de forma legal o ilegal, viven en Estados Unidos. Una masa de 11 millones de personas, sobre un total de 41 millones. Dentro de ese universo, asoman como flechas ascendentes pero todavía minoritarias, las poblaciones cuyo origen está en China (2 millones) y en la India (1 millón 800 mil).
De todas formas, se trate de mexicanos, chinos o indios, los republicanos menos extremistas se agarran la cabeza ante el desarrollo de una estrategia electoral que tiende a mantener alejadas del partido a las minorías extranjeras y locales. En la reelección de Barack Obama, un abrumador 71% del voto hispano fue hacia los demócratas, un 93% del voto afrodescendiente, el 55% de las mujeres y el 60% de los votantes de 18 a 29 años.