Según publicó la prensa del régimen con total normalidad, de visita en la Argentina el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, les preguntó a dos ministros para cuándo se esperaba la aprobación legislativa de las reformas laboral y previsional. Aunque la historia reciente registre abundantes actos de sumisión a la potencia imperial, entre las más recordadas se encuentra la incitación a las “relaciones carnales” durante el primer menemismo, pocas veces se había observado tanta promiscuidad en la injerencia en los asuntos internos. Es verdad que hay 57 mil millones de dólares de razones, pero no sólo el FMI conduce de facto la política económica, administra premios y admoniciones, concede permisos y perdones, sino que ahora también los funcionarios de Donald Trump se permiten, con escasa discreción, apurar los tiempos. La nueva realidad del patio trasero supera a la ficción de la más alucinada de las caricaturas izquierdistas.
A su vez, el panorama de la realpolotik global, convive con el intento desesperado de retorcer los números para simular una recuperación de la actividad económica que explicaría, siempre según los medios hegemónicos, que tanto Mauricio Macri como María Eugenia Vidal se encontrarían cada vez más cerca de alcanzar a quienes encabezan las intenciones de voto en Nación y PBA. Aquí también hay millones de razones, en este caso en los dineros que el gran empresariado local aporta a la campaña oficialista, recursos que refuerzan las tres grandes cajas que alimentan las pautas oficiales. Si la principal oposición obtiene un triunfo en las PASO tendrá el aditamento del logro deportivo de haberlo conseguirlo con una cancha tan inclinada como pocas veces se vio en la historia reciente.
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Una conclusión preliminar es que a pesar de la real debacle económica provocada por el macrismo, el bloque de poder que lo sustentó desde el primer día se encuentra “casi” intacto. Siguen allí principalmente la Embajada estadounidense, todas las grandes entidades empresarias, incluida la industria, y el aparato mediático. A grandes rasgos puede decirse que ganarle al macrismo significará ganarle a la geopolítica y, a pesar de la gran moderación, también a buena parte de los sectores dominantes internos, muy vinculados a los del exterior. Sin embargo, el “casi” que precede al “intacto” del bloque de poder contiene dos diferencias de grado que serán decisivas en el resultado electoral.
La primera es que buena parte del peronismo que en 2015 tuvo un comportamiento ambiguo, ese que se expresa en esa “red de poder” territorial que habitualmente se engloba bajo la definición de “los gobernadores”, ya no está allí, sino mayoritariamente con la fórmula Fernández-Fernández. Debe recordarse que los gobernadores se contaron entre los grandes dadores de gobernabilidad del oficialismo. Lo hicieron a través de Miguel Ángel Pichetto, quien desde diciembre de 2015 se convirtió en el principal operador legislativo del cambiemismo, y lo hizo además e increíblemente desde la titularidad del bloque opositor en la Cámara Alta. Que el macrismo se haya llevado formalmente a Pichetto a la fórmula presidencial de ninguna manera significa que haya sumado lo que el senador rionegrino representaba.
La segunda diferencia de grado con el bloque original es también la defección de otra red de poder del peronismo, el poder sindical, la que en menor medida que los gobernadores también aportó a la gobernabilidad cambiemita a través de la moderación del conflicto social, pero que hoy se encuentran mayoritariamente encolumnado detrás de la principal fórmula opositora.
Dada la exigua diferencia electoral con la que el macrismo llegó al poder, las defecciones de dos piezas importantes del bloque que lo sustentó y el cambio del humor social por el desastre económico, que se expresa en la entonación del hit cuatro estaciones cualquiera sea el lugar del país al que viaje el Presidente, debería producirse una contundente derrota electoral del oficialismo. A ello se suma el agotamiento de las promesas. El gobierno ya no tiene nada que ofrecer a la ciudadanía como programa salvo el ajuste interminable del FMI. Si en 2015 prometía el declamado cambio y en 2017 la ilusión de que su modelo podía funcionar, hoy no hay nada que no sea lo que expresan las demandas de un funcionario de segunda línea de Estados Unidos: el ajuste más la pérdida de derechos laborales y previsionales.
El detalle --siempre hay detalles-- es que la política es como el fútbol. Los partidos no se ganan en la charla técnica sino en la cancha. Falta apenas una semana para el partido de ida. Allí morirán los valientes y terminarán las especulaciones.