Ya en la recta final hacia el 11 de agosto, la narrativa imperante promete una definición hocico a hocico con final incierto, tanto en el escenario nacional como en la provincia de Buenos Aires. La hipótesis, abonada en encuestas de dudosa factura, explica que cierta paz en la marcha de la economía deja el terreno en condiciones propicias para que el equipo de campaña del oficialismo ponga en marcha su formidable maquinaria proselitista, invicta en este tipo de circunstancias. Es una posibilidad, que resultará verificada o falseada de manera fehaciente en menos de un mes. No parece ser la conjetura que prime en ninguno de los dos comandos electorales que se disputan la presidencia.
El escenario muestra a Juntos por el Cambio abandonando el libreto con el que aseguraron triunfos metropolitanos desde 2007 y les llevó a la Casa Rosada en 2015. Los antecedentes de exabruptos y sincericidios, en general involuntarios, no escasean, pero nunca, desde que Jaime Durán Barba y Mauricio Macri sellaron su sociedad, las principales figuras del oficialismo salieron, como esta semana, en coro, a atacar a sus adversarios. Las diatribas del propio Macri, de Miguel Angel Pichetto, de María Eugenia Vidal y de Horacio Rodríguez Larreta, en tándem, dan cuenta de la adopción de una nueva estrategia. No more Mr. Nice Guy.
Los guiños hacia la derecha, de tan exagerados, ya parecen tics. Se vio en el desfile militar del 9 de julio, con paseo de Aldo Rico incluído. La defensa al ex carapintada llegó en la voz nada menos que del ministro de Idem, el radical Oscar Aguad, quien, además, tuvo la delicadeza de relativizar la gravedad de los alzamientos contra el gobierno de Raúl Alfonsín. Resulta naive esperar la renuncia del funcionario, que no fue removido de su cargo ni siquiera después del desastre del ARA San Juan, pero la ausencia absoluta de cualquier tipo de reprimenda pública da a entender que lo expresado por Aguad no difiere demasiado de la línea oficial.
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La semana de furia también incluyó la salida del closet de varios empresarios que pidieron públicamente por la reforma laboral, cada uno con el léxico que su formación le permite. El presidente de la Cámara de la Construcción, Julio Crivelli, quizás no sea el espécimen más ilustrado de la burguesía nacional pero pudo explicarse con claridad: “Necesitamos poder despedir sin causa en todas las industrias y comercios”. El cafetero Martín Cabrales habló de “flexibilización” para que sea “más fácil despedir” a un empleado. Lo que pasaron por alto es que la ley argentina ya permite los despidos sin causa y sin mayor trámite, mediante el pago de una indemnización. No quieren que sea legal ni fácil, quieren que sea gratis.
Tanto Cabrales como Crivelli forman parte del grupo de whatsapp más famoso de esta temporada, “Nuestra voz”, que nuclea a más de 250 de los empresarios y empresarias y gerentes más importantes del país, según se filtró en varios medios esta semana. Los mismos reportes consignan que a ese grupo llegan mensajes de aliento del propio Macri, que se siente uno de ellos, no cuesta imaginarse por qué. Habría que ser muy mal pensado para creer que esos mensajes no sólo transmiten aliento sino que además los usa para bajar línea de campaña. Le costó varios años y no serán muchos pero al parecer el Presidente encontró, al fin, un grupo de militantes entusiastas de su causa.
Esta radicalización del discurso reaccionario desnuda la principal falencia del gobierno en la campaña electoral: mientras su adversario salió a la caza del electorado del centro, Juntos Somos el Cambio todavía está destinando sus principales esfuerzos a blindarse por derecha, donde los votos que pueden sangrar hacia las candidaturas de José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión, por pocos que sean, pueden resultar definitorios. Aunque las encuestas digan otra cosa, la sensación es que Macri no solamente está teniendo dificultades para contener el 40,5% que obtuvo a nivel nacional en 2017, sino que incluso pelea para no caer por debajo del 34% de la primera rueda de 2015.
Por otra parte, da la sensación de que Alberto Fernández no pudo aún tomar el centro del escenario, a pesar de las dificultades que manifiesta Macri. Las vicisitudes de una campaña montada sobre la marcha explicaron algunos bemoles durante las primeras semanas, pero hace unos días hubo un golpe de timón para acomodar los engranajes. En los próximos días podremos evaluar su éxito. La provincia de Buenos Aires y Córdoba aparecen como los territorios en disputa que pueden definir la elección. Ambos equipos mueven sus fichas con esa premisa. En cuatro domingos vamos a las urnas. Ahí se acaban las especulaciones. Y empieza la verdadera campaña electoral