Elecciones 2019: ¿Campaña sin ideología?

La maquinaria comunicacional de la Casa Rosada, la criminalización del kirchnerismo como estrategia y el nuevo relato oficialista frente a la farsa del derrame económico. 

24 de julio, 2019 | 21.45

¿Es posible hacer una campaña electoral y ejercer el gobierno sin ideología? Plantear así la cuestión parece un despropósito; sería como reducir el género humano a una maquinaria colectiva de consumidores insaciables, ajenos a cualquier vínculo colectivo, encerrados en sus miedos y prisioneros en su individualidad. No somos así los seres humanos y no podríamos serlo aun cuando las oscuras máquinas de la manipulación entre las que vivimos adquirieran un grado máximo de sofisticación y eficacia. Siempre habrá un “resto” en la memoria, en el lenguaje, en la experiencia, que les ponga freno.

La campaña electoral tiene entre nosotros una importancia excepcional. Hasta las personas más indiferentes a lo público se ven envueltas en una discusión política: mérito del sufragio universal recuperado entre nosotros después de la más atroz de las experiencias dictatoriales de nuestra historia. Dictadura –hay que recordarlo- que no fue un hecho de la naturaleza ni una consecuencia abstracta del odio y el rencor entre nosotros, sino la apoteosis de la violencia clasista contra las conquistas populares del primer peronismo. No hubo circunstancia más ideológica que la que pusieron en marcha las fuerzas armadas al servicio de los grupos corporativos más poderosos del país. A quien quiera repasar los contornos de esa ideología le alcanzará con rastrear a través del buscador una sigla, la Apegé (Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias). Así podrá enterarse del programa que la oligarquía terrateniente le anunciaba a la sociedad argentina pocos días antes de la usurpación de marzo de 1976. Si en contacto con ese texto el lector nota un extraordinario aire de familia con la retórica electoral del actual gobierno, no será casualidad.

¿De qué modo se discuten ideologías en la campaña actual? El gobierno dice que hemos sufrido y adelanta que seguiremos sufriendo (ver la “entrevista” que le dio Macri a Vargas Llosa) para encontrarnos en un futuro con el país que debíamos ser y fue malogrado por el populismo peronista. Eso es así porque el capitalismo para alcanzar sus metas necesita un período de acumulación de mucho, mucho dinero en las capas más acomodadas de la población. Y esa acumulación producirá el milagro del derrame: todos viviremos mejor y el país será una potencia mundial. ¿Cuándo y en qué país del mundo se dio este milagro? ¿Quién y cómo puede creer que la falta de comida, la falta de remedios para los ancianos, las penurias del invierno sin gas y con electricidad que se renueva penosamente a través de una tarjeta, la caída de la producción, el colapso de la salud y la educación pública, el deterioro de la ciencia y la investigación –para no nombrar más que algunas lacras del presente- sea el camino que nos lleva a la prosperidad?

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Sin embargo, la coalición de gobierno sigue teniendo un nivel importante de credibilidad. Hay algún resorte colectivo impactado por la colosal mentira que se ha puesto en acción. A primera vista, la gran herramienta del macrismo es su éxito, relativo pero importante, en la estigmatización de los años kirchneristas. La judicatura corporativa, los espías orgánicos e inorgánicos, los oligopolios mediáticos y sus ganapanes y los partidos del odio han conformado un relato político de aquella época. Son ni más ni menos que los actores que hoy vemos desfilar alrededor de la investigación que tiene en su centro al otrora muy mediático falso abogado D'Alessio. Pero para que el relato cale de este modo no alcanza con la potencia material de sus difusores. Es necesario que pueda ser absorbido por una parte de la sociedad. Es decir, las formas de la penetración son ideológicas Y las formas de enfrentarlo también lo son. Por si hace falta aclararlo, cuando acá se dice “ideológico” no significa una campaña electoral sostenida en textos eruditos y de compleja lectura (dicho sea de paso: que no sirvan directamente en una campaña no quiere decir que no sea interesante leerlos). Lo que aquí se pretende decir es que entre los spots de campaña y la erudición hay un vasto campo de conversación entre los argentinos y argentinas estos días.

 

 

¿Estabas mejor en diciembre de 2015 o ahora? Es la pregunta que propuso Cristina en su acto político desde las escaleras de Comodoro Py en marzo de 2016. Claro que la respuesta a esa pregunta no puede –aunque quisiera- esquivar la ideología. ¿Quiénes y por qué terminaron con la política protectora del mercado interno, defensora del salario digno, protectora de nuestra soberanía, impulsora del desarrollo científico-técnico? ¿Cuáles son los modos de restablecer ese rumbo depurándolo de sus insuficiencias y de sus errores? No es solamente el personal de gobierno el que  debe ser cambiado. Dicho en los términos de la ex presidenta, hay que generar un nuevo contrato social y político. Es imposible la redacción de ese nuevo contrato por fuera de las ideologías. Porque son ellas las que fundamentan las demandas de cada grupo social y los aportes que están dispuestos a dar a la patria como proyecto colectivo.

Con toda la sencillez, apertura y buena onda que haga falta y sea posible. Pero necesitamos hablar de ideas políticas.

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