El obispo Gustavo Carrara es el vicario episcopal para las Villas de Emergencia, forma parte de uno de los grupos de curas que trabaja en villas y barrios populares de la Capital y el conurbano bonaerense. Ahí donde las crisis siempre pegan más fuerte y rápido.
En plena emergencia sanitaria, abrieron las capillas de las villas para convertirlas en albergues donde los adultos mayores se aíslan en mejores condiciones de higiene y salud, y evitan el hacinamiento que en muchos casos sufren en sus propias casas o casillas. Junto a las organizaciones de la economía popular, y en convivencia con otros credos religiosos, atienden comedores que en las últimas semanas aumentaron la demanda alimentaria, y otras emergencias como la violencia de género y el consumo de drogas.
Son curas referenciados en la figura del Papa Francisco que están ahí donde muchas veces no llega ni el propio Estado. Es por eso que los convocó el presidente Alberto Fernández, incluso antes de la pandemia. Los quiere como socios políticos en la lucha contra el avance del coronavirus y de la pobreza, el hambre, y la pérdida de los ingresos diarios de sectores que trabajan mayoritariamente en la informalidad.
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Gustavo Carrara es considerado como “el primer obispo villero”. Es auxiliar de Buenos Aires, colaborador del cardenal Mario Poli. Vive en la capilla de la Villa 1-11-14, en el Bajo Flores porteño.
En diálogo con El Destape, destaca las actividades de contención que realizan para amortiguar el impacto de la crisis y la cuarentena barrial que implementaron. Destaca que intensificaron la relación con el Estado para llegar a todas las familias y considera que “se están haciendo bien las cosas”. Le pide a los empresarios que no despidan trabajadores. Destaca el mensaje de Francisco como profético y tiene esperanza de que la pandemia marque un cambio mundial.
- ¿Qué trabajo realizan diariamente en los barrios?
El trabajo de las parroquias de las villas y barrios populares de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, en estos días de cuarentena, pasa por fortalecer el tema alimentario en los comedores, con más turnos y distribución, y abriendo alguno nuevo.
- ¿Cuánto aumentó la demanda de alimentos en los comedores?
La demanda alimentaria se ha sentido con mayor fuerza en estos días. También la solidaridad entre los vecinos, sobretodo las mujeres con gran protagonismo en los comedores, buscando distribuir lo mejor posible. Hay una red de organización comunitaria muy fuerte en los barrios.
- ¿Cómo impactó este parate en el trabajo diario de los hombres y mujeres de los barrios?
La gente en los barrios es muy trabajadora, lucha para sobrevivir diariamente. Los que trabajan en la calle como vendedores ambulantes, juntando cartón, con alguna changa, o trabajando en la construcción, se vieron resentidos por la cuarentena, que es necesaria y la gente cumple de la mejor manera posible.
- ¿Es posible implementar un aislamiento comunitario para aquellas familias que no tienen un hogar en condiciones para cumplir la cuarentena?
El lema es quedate en tu casa, quedate en tu barrio. Es lo que se puede hacer porque, si bien la gente respeta la cuarentena, las casas a veces son pequeñas y las familias suelen ser numerosas. En los barrios populares, la mayoría de los habitantes son niños y adolescentes.
Se está tratando de registrar a los abuelos, detectar dónde están, de establecer una red de acompañamiento a los que están solos en sus casas. En algunos lugares se están preparando pequeños lugares para que vivan los que necesiten aislarse para no mezclar tanta población, estamos buscando la manera de que algún referente afectivo los acompañe en este tiempo.
Tenemos en varias parroquias los Centros Barriales del Hogar de Cristo, que acompañan a personas en sufrimiento social de las drogas, eso requiere una mayor cercanía. Son todas acciones de contención en esta primer etapa de la pandemia.
- Se reunieron con Alberto Fernández, ¿intensificaron la relación con el Estado? ¿De qué manera trabajan en conjunto?
Es muy importante tener en cuenta que estamos ante algo inédito, la situación estructural de pobreza e indigencia en la Argentina lleva años y se agudizó en el último tiempo, pero acá tenemos un desafío: no sabemos cómo va a golpear realmente.
Se están haciendo las cosas bien, se tomaron precauciones a tiempo. Es muy importante tener unidad, no fragmentarse, no entrar en discusiones estériles. Esa unidad tiene que mostrarse para atender a todo pero de modo especial a los más frágiles. De ese modo, intensificamos la relación con el Estado. Tenemos parroquias que trabajamos en red y hay que dialogar con los municipios, con Ciudad, Provincia y Nación.
Por ejemplo para facilitar que esta asignación de emergencia familiar pueda llegar a aquellos que no son beneficiarios de nada. Se establecieron en las villas de la ciudad y en el Gran Buenos Aires algunos puntos de ANSES, acompañados de Renaper y los Centros de Acceso a la Justicia para preinscribir a la población más vulnerable. Por internet es muy fácil, pero cuando no tenés acceso a ese servicio se hace complicado. Hay problemas con los documentos, también, por eso es importante la presencia del Renaper.
Y notamos que se presentan problemas de violencia de género en estos tiempos en que las familias están aisladas, y la presencia de los centros de Justicia ayudan a que las mujeres hagan ahí las denuncias.
Buscamos que le llegue a los mayores la campaña de vacunación que comienza ahora, hay abuelos que todavía no están incluídos en la red del PAMI, así qiue tratamos de que le lleguen los remedios básicos e indispensables.
- ¿Cómo observa la actitud del sector privado, de los empresarios que despiden o los que aprovecha la crisis para aumentar sus ganancias?
Los que más posibilidades hemos tenido en la vida, somos los que más tenemos que poner y contribuir. Es un momento dramático. Por ahí algún empresario puede estar apretado, pero más apretado va a estar el trabajador que es despedido. Somos testigos de lo que le pasa a un trabajador cuando tiene que volver a su casa y mirar a su familia, a sus hijos, y decirles “no tengo más trabajo”. Eso es difícil de recuperar. En eso tenemos que ser muy responsables.
Hay que decir que se ven esas situaciones, pero también hay empresarios que están colaborando. Gente que tiene más posibilidades se están juntando par ayudar.
- ¿Cómo observa el rol de Francisco en esta crisis mundial y cuál es el mensaje de la Iglesia ante una situación histórica como la que vivimos?
La carta del Papa, del Laudato Sí, que habla del grito de la Tierra y el grito de los pobres, es cada vez más profética. La última oración que tuvo ante una Plaza San Pedro vacía es un texto para leer y releer. Dijo que nosotros, ante un mundo que se estaba enfermando cada vez más, pensábamos que podíamos seguir sanos sin que pasara nada. Hemos maltratado mucho a nuestra casa común. El Papa nos hace tomar conciencia de que estamos todos en la misma barca, tenemos que remar juntos, cuidar de los más frágiles, sino nos hundimos todos.
También creo que al ver tantas muertes y tanto sufrimiento en el mundo, en justicia a ellos y a tantas vidas ofrendadas de médicos y enfermeras que mueren tratando de salvar a otros, tenemos que parar un poco y replantearnos prioridades, cómo vivimos, cómo organizamos el mundo.
- ¿Cree que esto va a marcar un cambio?
Esto debería ser una antes y un después, tengo esa esperanza.