Por Nicolás Furfaro
Redacción El Destape
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La abrupta caída del precio del barril de petróleo tiene un efecto positivo para la Argentina en el corto plazo, pero prende las alarmas cuando se pone la vista en el futuro. Por un lado el escenario alivia el peso de la salida de dólares a través de importaciones de combustibles, que este año llevará a un déficit de entre entre U$S 8 y 9 mil millones; por el otro, si los valores deprimidos se extendieran en el tiempo complicarían las perspectivas de rentabilidad de Vaca Muerta y el interés que puede generar en potenciales inversores privados.
Como mostró el último informe sobre la balanza comercial del país, en los primeros diez meses del año el déficit energético ascendió a U$S 6.116 millones, U$S 324 millones por encima de los registrado en el mismo período de 2013. Aunque hubo un aumento, el ritmo del rojo que se había registrado desde 2012 mostró una desaceleración considerable.
Ese resultado respondió a la caída en la actividad económica que vive el país y el cambio de la percepción del público sobre el costo de la energía (que deriva en mayor racionalidad en el uso), cuestiones a las que ahora se suma la baja en el barril de WTI, que llegó a U$S 66,15. "A la menor demanda de empresas y personas se le agrega una baja en el costo de las importaciones que en el corto plazo favorece al país", explicó Eduardo Barreiro, consultor en energía.
Ese optimismo en lo inmediato desaperece si la caída abrupta de los precios se mantiene en el largo plazo. El titular de YPF, Miguel Galuccio, dijo en octubre que "con precios de 84 u 85 dólares, los resultados económicos (de Vaca Muerta) son marginales", cuestión que se profundiza ahora que el valor es el más bajo desde septiembre de 2009.
Si bien en el gobierno nacional ponen las ganancias como un objetivo secundario, detrás del alivio en la balanza energética y el camino hacia el autoabastecimiento, para avanzar en ese sentido son necesarias inversiones que podrían empezar a ser menos tentadoras para las empresas.
Los privados que desembolsan en proyectos no convencionales como el del yacimiento neuquino hacen proyecciones de ganancias a diez o veinte años, pero una tendencia que confirmara el mantenimiento de los precios bajos podría complicar las expectativas de los inversores.
"Una baja circunstancial de unos meses no influye en la rentabilidad esperada por las empresas, que no van a cambiar sus proyectos de inversión en lo inmediato, pero si hablamos de precios bajos por un año o más sería perjudicial", sostuvo el especialista Barreiro.
Por esto, para la Argentina es fundamental avanzar con la baja de los costos de producción y esperar que la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) incline la balanza hacia la suba de los precios.
En este momento, el mercado global está dividido por los que buscan bajar la producción para subir el precio en el contexto de una demanda deprimida por la desaceleración de la actividad mundial (como es el caso de Venezuela y Ecuador), y los que quieren mantener la producción alta con precios bajos para perjudicar la extracción de hidrocarburos no convencionales con los que están avanzando empresas estadounidenses (como en el caso de Arabia Saudita).
Rusia por su parte se ve en una encrucijada, ya que pierde más de U$S 90 mil millones por la baja del precio del crudo pero desde el costado geopolítico no ve con buenos ojos el desarrollo facilitado para las nuevas empresas norteamericanas que se dedican a las extracciones de yacimientos no convencionales.
"Hay países que quieren evitar un escenario en el que Estados Unidos aumente su peso en el mercado y concrete el autoabastecimiento, pero no van a dejar de invertir en shale oil, ellos ven el negocio seguro", explicó Barreiro.