Por Carla Perelló, Lucía Cholakian Herrera y Nadia Luna, de la Redacción de NODAL
La agenda de los feminismos latinoamericanos se extendió por toda la región en los últimos años, y Chile no fue la excepción. Las demandas por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres chilenas se enmarcaron el año pasado en la despenalización del aborto por tres causales (riesgo de vida de la madre, inviabilidad fetal y violación) y, este año, bajo la consigna #NoBastaConTresCausales, demandan la legalización definitiva del aborto en el país. El reclamo es llevado a cabo con un pañuelo verde como símbolo, inspirado en el de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito de Argentina.
Durante la votación en el Senado el 8 de agosto, Beatriz Sánchez se hizo presente para acompañar a la Campaña Nacional en la espera por la votación. Como candidata a la presidencia de Chile, Sánchez llevó adelante una campaña feminista en 2017. En esa contienda sorprendió: quedó en tercer lugar con el 20 por ciento de los votos por la Coalición del Frente Amplio, detrás de Alejandro Guillier, delfín de Michelle Bachelet; y del actual mandatario Sebastián Piñera. Es periodista y es una de las principales líderes de la oposición.
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¿Por qué considera importante estar hoy en el país acompañando la sesión del Senado?
El año pasado se creó un movimiento político nuevo en Chile que modificó el mapa político. Yo fui candidata presidencial del Frente Amplio. Hoy vine con varias parlamentarias del partido elegidas tras una campaña que fijó ciertos estándares que no eran los habituales. En primer lugar, porque yo soy feminista, fui una candidata feminista, y quería ser el primer gobierno feminista en Chile. Fui una activista siempre: como periodista antes, como política sigo en lo mismo. Y soy activista en el tema del aborto. Hasta hace un año en Chile éramos uno de los cinco países del mundo donde el aborto estaba penalizado en todas las causales. Entonces, me parece que fue importante el año pasado en el marco de la candidatura el impulsar un proyecto de aborto libre. Hablamos de aborto libre porque hablamos de despenalización, por una serie de condiciones en las que está la salud en nuestro país. Entonces estar acá hoy es buscar hermandad latinoamericana en algo que nos pasa a todas las mujeres en la región. Es acompañar un proceso en Argentina pero también aprender del camino para partir despenalizando socialmente el aborto. Ahí hay algo muy interesante que es aprender para llevarlo de vuelta y cruzar el cerco que tiene que ver con nuestros derechos, los de las mujeres, en Chile.
¿Cuáles son los principales obstáculos con los que se encuentra Chile al momento de debatir la legalización del aborto?
Chile es un país donde hay una sobrerrepresentación institucional de los sectores conservadores. A pesar de ser un estado laico la Iglesia católica siempre ha tenido una influencia muy directa sobre el gobierno, sobre la justicia y sobre el poder legislativo. Los sectores más ricos del país son muy conservadores. Entonces apoyan, a través de los medios de comunicación, a través de las personas que hacen campaña política, siempre de la mano de sobre-representar a un sector conservador. Y el aborto es un tema en Chile que va más allá de nuestro derecho a decidir: tiene que ver con un imaginario sobre qué somos las mujeres. Y cómo, en América Latina, en Chile en particular, las mujeres tenemos una sola dimensión: ser madres. Cuando nosotras salimos de nuestro rol y decimos “queremos decidir sobre nuestro cuerpo”, toda la estructura conservadora tiembla. Esta sobrerrepresentación es donde hay que instalarse para ir haciendo sentido común de lo que nosotras estamos disputando.
¿Qué lectura hace del movimiento feminista que se ha levantado en su país, sobre todo, en las universidades?
Creo que hay una sintonía mundial de un levantamiento u ola feminista. En EEUU con el “Me too”, por ejemplo. A nosotros nos pasa desde que se instaló el acoso sexual callejero y eso inunda otros espacios donde las mujeres nos empezamos a preguntar si trabajamos y estudiamos en espacios seguros; si la calle es segura. Son las universitarias primero, las secundarias después, las que se levantan para decir que esto no se acepta más. Y se levantan de una manera que trasciende las universidades para debatir qué tipo de discusiones tenemos, qué tipo de conversaciones se instalan en la mesa de comedor y eso desata otras conversaciones que se suman y se genera esta sintonía con lo que está pasando en Argentina a propósito del aborto libre. Por eso estamos acá. En Chile hay cosas que no se van a poder naturalizar nunca más, formas de actuar que no van más, cosas que ya no se van a poder decir. Eso se instaló.
¿Qué mensaje le gustaría dar a las/los/les chilenxs?
En Chile somos de comportamiento isleño, el ombligo permanentemente. Es tan importante salir, encontrarse con compañeras argentinas, peruanas, paraguayas, brasileñas que estamos mirando lo que pasa con una sintonía más fina. A las mujeres latinoamericanas nos pasan las mismas cosas. Y yo creo que tenemos que buscar estos lugares de encuentro y aprendizaje porque vamos a avanzar más rápido.
¿Cuál es su lectura sobre este resultado en el Congreso, en el contexto de la ola de gobiernos más consevadores en la región?
Creo que independientemente de que el Congreso legisle o no el aborto, creo que hay algo que se ganó. Definitivamente. Se logró una despenalización social: eso es correr el cerco. Para las mujeres siempre fue de esta manera, vamos corriendo el cerco. Siempre hay algo ganado en una protesta, en instalar un tema. Para las mujeres de América Latina esta es una lucha permanente y dura, y aquí se corrió el cerco en algo muy importante: hacer sentido común de lo que se está luchando cuando se pide aborto legal, seguro, gratuito. Si no es hoy, es mañana. Va a haber aborto legal en Argentina.