Argentina en conflicto con Uruguay por la construcción de una papelera. Aunque parezca un título del año 2006, no lo es. La historia argentina tiene un componente cíclico que repite las historias hasta en el más mínimo detalle, y la tensión con el país hermano vuelve a emerger por la autorización a la ex Botnia para una nueva planta de celulosa a escasos kilómetros del límite entre ambos países.
Alberto Iribarne, quien fue nombrado embajador argentino en Montevideo, describió este cortocircuito bilateral en la comisión de acuerdos del Senado. Uruguay comenzará a construir este año una papelera a 200 kilómetros del río Uruguay, que es el doble de grande que la que está en Gualeguaychú y que tanta tensión trajo en la relación de ambos países. El nuevo proyecto producirá el doble que aquella planta y, según estiman los expertos, será la inversión directa extranjera más grande de la historia de Uruguay: 3 mil millones de dólares.
Esta preocupación nació en mayo del año pasado, cuando la dirección de Medio Ambiente de Uruguay autorizó una nueva planta de celulosa de UPM en Pueblo Centenario, a escasos kilómetros de Paso de los Toros, en la vera del río Negro, a 237 de la desembocadura del Uruguay, límite entre ambos países. UPM es la ex Botnia, la compañía finlandesa que controla la papelera de Fray Bentos frente a la costa de Gualeguaychú.
Hace 15 años, la instalación de la planta de celulosa desencadenó una prolongada protesta de ambientalistas y derivó en un planteo argentino en la Corte de La Haya, que falló a favor de los uruguayos. Como un detalle histórico, en aquel momento el presidente era Néstor Kirchner y su jefe de Gabinete, Alberto Fernández. De aquellas protestas también surgió la figura de Alfredo De Ángeli, militante de la Federación Agraria Argentina que tendría su principal protagonismo en el conflicto por las retenciones.
En Cancillería accedieron a un reciente estudio de la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) que a partir de pruebas realizadas entre junio y noviembre de 2018 alertó sobre la presencia de "valores superiores a los límites establecidos de concentración" de trece parámetros en el río Uruguay. Algunos de ellos son metales, aceites, grasas, bacterias de excrementos y plaguicidas. Un nuevo curso de desechos sólo contribuiría a contaminar aún más el río que abastece de agua dulce a la frontera entrerriana.
Otro de los motivos que mantienen tensa la relación con Uruguay es la temática Malvinas. Hay un fuerte lobby británico en Montevideo, que motivó que el año pasado hubieran trece vuelos desde las Malvinas a Montevideo. Se supone, solo podrían aterrizar en el continente en el caso que haya una emergencia. Es un tema diplomático importante para Argentina, porque considera que no debería facilitar el reabastecimiento de las naves militares que van a Malvinas.
Tanto Iribarne en el Senado como Filmus en Montevideo recordaron que Uruguay siempre apoyó el pedido de soberanía argentino: fue clave para la resolución 2065 de la ONU, que reconoció el conflicto en 1965, y cada año respalda el reclamo ante el Comité de Descolonización, sea cual sea el partido que gobierne.
La influencia británica en Uruguay surge justo cuando en la cancillería hay esperanzas de aprovechar la salida del Reino Unido de la Unión Europea para sumar apoyos diplomáticos por Malvinas. Pero la creación del Brexit en Londres obliga a su primer ministro Boris Johnson a buscar destinos comerciales para los kelpers, ante posibles aranceles por sus ventas al viejo continente.