El Gobierno inició su mandato con un programa económico que fue expuesto pormenorizadamente por el ministro Martín Guzmán ante el Congreso de la Nación en ocasión de presentar el cronograma de reestructuración de deuda. Esencialmente, se intentaba preservar el balance externo superavitario, alcanzar el equilibrio fiscal sin traumatismos sociales y apoyar ese diseño macroeconómico en una reestructuración de la deuda pública que fuera compatible con el crecimiento de la economía en el próximo trienio. Ese programa se esfumó con la llegada del coronavirus.
El objetivo ahora es preservar la salud de los argentinos y argentinas, asegurando que permanezcan aislados, con el menor movimiento posible, durante la estación fría. Sólo así se impedirá que la propagación veloz y masiva de la enfermedad haga colapsar el sistema sanitario y provoque muertes evitables.
Los recursos humanos, materiales y naturales de los que dispone la Argentina deben ser movilizados y asignados con la mayor eficiencia posible, en dirección al objetivo mencionado. Eso implica planificación económica, llevada a cabo por un Estado regulador e interventor.
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En principio, los alimentos y la energía son bienes esenciales que deben abastecer a todos los hogares de la Argentina, con independencia de los recursos con que cuenten esas familias. Sin duda es una decisión política audaz por lo rupturista y compleja de implementar, pero es la única viable en el actual contexto. No habrá reactivación económica con una apertura de la cuarentena, sólo un contagio masivo.
La única ventaja de la concentración económica en mercados como el alimenticio o el energético, es que los actores son pocos y es fácil sentarlos en una mesa. Fijados los niveles de producción requeridos, la distribución es a través de los canales existentes, y se realiza un costeo de las distintas etapas minimizando los márgenes de rentabilidad hasta el precio final al que los bienes esenciales llegarán a los hogares, ya sea suministrados por el sector privado y/o los canales estatales de asistencia. Con presencia del Estado en las empresas productoras y/o distribuidoras para asegurar cantidad y precio, hay certeza de que los recursos monetarios que se otorguen a las familias en la emergencia permitirán el acceso a alimentos y energía.
El segundo tema a resolver es el universo de empresas pequeñas y medianas que se desenvuelven en mercados de bienes no esenciales. En este caso es imprescindible aplicar masivamente el concepto de “empresa en marcha”, es decir, impedir el cierre de cualquier unidad económica industrial y/o comercial mediante el otorgamiento de un puente financiero por 90 días para sostener su nómina salarial y sus gastos fijos. El sistema bancario por regulación del Banco Central debe otorgar un crédito equivalente a tres meses de nómina salarial + costos fijos que surjan de su hoja de balance, en condiciones de tasa de interés y plazo que permitan una suave licuación de la deuda contraída en la emergencia cuando refluyan las ventas.
Resuelto el problema de abastecimiento de bienes esenciales y el mantenimiento del empleo y las unidades económicas en el segmento de bienes no esenciales, resta abordar el problema del impacto de la crisis y los mecanismos para afrontarlo. Esto nos retrotrae al punto de partida que son los equilibrios del sector externo y fiscal con que la economía se desenvolverá superados los 90 días de la estación fría que despliega el pico de la pandemia.
Será tema de otra columna el escenario internacional por venir, pero en lo inmediato la protección de las reservas del Banco Central, un flujo de balance comercial equilibrado y la búsqueda de intercambios bilaterales compensados con las naciones que avancen en la superación de la peste, emerge como imprescindible.
En el plano fiscal, la recaudación atada al ciclo económico que descansa en impuestos al consumo y a los ingresos empresariales y personales no se recuperará de inmediato. Por ello, también se vuelve ineludible un fuerte impuesto a las grandes acumulaciones de riqueza. No sólo por la equidad que ello supone en esta crisis, sino porque se trata de capacidad contributiva inmediata y visible sin perjudicar la reactivación a futuro, ya que no se afectan excedentes insertos en el ciclo productivo sino atesorados en algún lugar.
Planificación productiva de bienes esenciales, preservación de empresas pequeñas y medianas con un puente financiero de fácil acceso y repago, agregando una búsqueda paulatina de equilibrios externo y fiscal a la salida de la crisis distintos a los vigentes. El daño a la salud de los argentinos y argentinas será mínimo.