La fortaleza política es la clave para encarar el complejo proceso de desarme de la crítica herencia que nos deja el gobierno de Cambiemos. Si como todo parece indicar, en octubre se confirma el resultado de las elecciones primarias, el nuevo gobierno liderado por Alberto Fernández deberá encarar en el primer año una tarea titánica: trabajar simultáneamente en tres frentes (económico, político y social) y tres tiempos (corto, mediano y largo plazo) con pericia, inteligencia y efectividad si no quiere sucumbir en el intento.
¿Por qué decimos que la clave reside en la fortaleza política? Porque sin un amplio y sólido poder político va a ser muy difícil encarar exitosamente cualquier programa de gobierno que pretenda defender el bienestar de las mayorías y consolidar un modelo de desarrollo productivo con inclusión social; o sea, un camino a contramano de los dictados de la ortodoxia económica y de los poderes fácticos que la propician repitiendo hasta el hartazgo sus propuestas de ajuste fiscal y liberalización de mercados. Y por si no quedó claro después de 2011, vale aclarar que capital político no es igual a capital electoral. Por supuesto que ganar por una amplia cantidad de votos ayuda a legitimar el inicio de una gestión gubernamental, pero para superar esta crisis y encarar un sendero consistente de desarrollo se necesita algo más que los votos: acuerdos duraderos entre la mayor cantidad de actores políticos, sociales y económicos comprometidos con un conjunto de objetivos estratégicos; en otras palabras, un Acuerdo Estratégico para el Desarrollo Nacional.
¿En qué consiste ese acuerdo? ¿Quiénes deberían integrarlo? ¿Por qué es necesario ponerlo en marcha lo antes posible?
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
El Acuerdo supone algo mucho más amplio y complejo que los conocidos pactos de precios y salarios o los consejos económico-sociales que se ensayaron en el pasado. Esos dispositivos fracasaron más tarde o más temprano porque no se pensaron de manera integral ni se ampliaron más allá de las corporaciones del capital y el trabajo: generalmente sus objetivos fueron de corto plazo sustentados en acuerdos coyunturales entre el gobierno nacional, algunas asociaciones empresarias y los sindicatos Bajo ese formato no lograron desarmarse las lógicas predatorias y corporativas que terminaron imponiéndose haciendo que alguno de los actores incumpliese con lo acordado.
Necesitamos integrar a la mayor cantidad de jugadores posibles en el Acuerdo (gobiernos provinciales y locales, movimientos sociales, organismos de ciencia y tecnología, asociaciones empresarias y sindicatos) para acordar la definición de objetivos estratégicos vinculados al desarrollo de entramados productivos que deberían fomentarse con diversos instrumentos y criterios diferenciales según su potencialidad distintiva: ya sea porque se encuentran en la frontera exportadora, ya sea porque presentan alta capacidad de sustitución de importaciones, ya sea porque se trata de ramas mano de obra intensivas hay que seleccionar qué y cómo estimular el desarrollo sectorial y regional. Y en cada caso establecer plazos y metas concretas con indicadores que permitan evaluar la efectividad de las medidas y el cumplimiento de los compromisos asumidos para evitar que se dilapiden los recursos públicos invertidos. Ya es hora de que avancemos en una transformación estructural de la matriz productiva que nos permita superar los recurrentes estrangulamientos por insuficiencia de divisas integrando políticas macroeconómicas, productivas, financieras, laborales y científico-tecnológicas. Y construir ese proceso requiere mucha articulación política.
Poner en marcha este acuerdo cuanto antes es lo que va a permitirle al próximo gobierno mostrar que tiene “espalda” suficiente para encarar en mejores condiciones el ineludible proceso de renegociación de la deuda externa con los acreedores privados y el FMI. La postergación de los plazos de pago y la disminución de la carga de intereses son inevitables si se pretende iniciar un círculo virtuoso de crecimiento basado en la reactivación de la demanda doméstica y el incremento de la producción exportable. En una negociación confrontativa como la que se avecina con el Fondo es crucial contar con un arco de apoyos domésticos e internacionales los más amplio y sólido posibles, de ahí la centralidad que adquiere un acuerdo como el propuesto. Acuerdo que además, va a ayudar a legitimar políticas impositivas y de ingresos más progresivas, atender la emergencia social con una batería integral de medidas que van a requerir un esfuerzo fiscal considerable y reorientar el sistema bancario hacia la financiación de la producción y no hacia la especulación de corto plazo.
Por eso no es cuestión de hacer pactos transitorios; necesitamos otra cosa, algo cualitativamente distinto. Todo un desafío para las dirigencias políticas, sociales y empresariales que deberán estar a la altura de las circunstancias y mirar más allá del corto plazo. Todo un desafío también para aquellos que estamos comprometidos con este proyecto porque vamos a tener que estar permanentemente desafiando los sentidos comunes instalados sobre la crisis y sus causas si queremos salir de este laberinto en el que nos dejó atrapados el gobierno de Cambiemos.