Golpeada por el turismo, pero sin miedo: una ciudad finlandesa en primera línea de tensión con Rusia

07 de agosto, 2022 | 13.06

(Por Camil Straschnoy) La ciudad finlandesa de Lappeenranta, ubicada a 30 kilómetros de la frontera con Rusia, quedó en la primera línea de las tensiones que genera la invasión en Ucrania y la decisión del país nórdico de ingresar a la OTAN, con pérdidas millonarias en turismo y una escalada que rememora una vieja guerra con su vecino, aunque según sus autoridades “no hay miedo” entre los habitantes.

La localidad, de unos 73.000 habitantes, escenario de la serie policial Sorjonen y que hoy celebra 373 años desde su fundación, es la más importante en el sudeste de Finlandia, y por su localización mantuvo una relación histórica con los visitantes rusos que, previo a las restricciones por la pandemia, aportaban un millón de euros diarios a la economía.

Antes de la expansión del coronavirus, las personas viajaban entre países de forma frecuente: los finlandeses iban a Rusia a comprar combustible barato y ver ballet o partidos de hockey sobre hielo en San Petersburgo, la ciudad natal del presidente Vladimir Putin, que queda a menos de 200 kilómetros de Lappeenranta, casi la misma distancia que la separa de la propia capital del país, Helsinski.

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Del otro lado, unos 1,8 millones de turistas rusos visitaban por año Lappeenranta, con cruces que en menor cantidad se reactivaron tras la reapertura fronteriza el 15 de julio pasado y que ahora la invasión a Ucrania está cerca de volver a frenar, después de que las autoridades finlandesas presentaran esta semana un plan para restringir las visas de turistas, tal como hicieron los otros países de la Unión Europea (UE) que tienen fronteras terrestres con Rusia (Polonia, Estonia, Letonia y Lituania).

“Los cruces fronterizos aumentaron, aunque la cantidad de turistas está lejos de los tiempos anteriores a la pandemia. Las relaciones entre la UE y Rusia no volverán a la normalidad durante mucho tiempo”, resumió en declaraciones a Télam la titular de Asuntos Internacionales de Lappeenranta, Päivi Pietiläinen.

“Los empresarios en la frontera ya no pueden contar con los turistas rusos. La ciudad y las empresas están buscando nuevos mercados, tanto nacionales como en otros países occidentales”, añadió.

La funcionaria recalcó que pese a este perjuicio para la economía, las encuestas recientes entre la población muestran un apoyo mayoritario a restringir las visas.

Este consenso también se refleja en los partidos políticos, aunque el Gobierno dio a entender que, más allá de un plan propio para reducir los permisos de viaje, espera una decisión común sobre el tema por parte de la UE como parte de las sanciones contra el Kremlin por la guerra iniciada el 24 de febrero pasado.

Mientras tanto, una decisión que aprobó el mes pasado el Parlamento del país escandinavo es enmendar las leyes para construir barreras más sólidas a lo largo de la frontera de 1.300 kilómetros entre Finlandia y Rusia.

Esta medida se tomó tras abandonar la histórica posición de neutralidad e iniciar -al igual que Suecia- el proceso de adhesión a la OTAN, que esta semana recibió el respaldo de pesos pesados de la alianza militar como Estados Unidos, Francia e Italia, lo que implica que 23 de los 30 Estados miembros ya dieron su visto bueno.

Entre los que todavía no lo hicieron está Turquía, el único que hace peligrar la aprobación por unanimidad que se requiere para formalizar el ingreso, al expresar su oposición si no se cumplen sus exigencias de extraditar a opositores kurdos que Ankara considera “terroristas”.

El vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo que esta expansión de la OTAN es “sin duda” vista como una amenaza por Moscú: “El acercamiento de la alianza a nuestras fronteras no torna más seguros y estables el mundo ni nuestro continente".

Esta tensión “no generó miedo ni pánico” entre la población de Lappeenranta, a pesar de quedar en la primera línea de una eventual escalada militar, según recalcó el propio Gobierno local en un comunicado.

Si bien algunos habitantes buscaron la ubicación de los refugios más cercanos y se aprovisionaron de medicinas y alimentos, el Ejecutivo local indicó que esto está relacionado con los problemas que puede haber por el suministro eléctrico, ya que Rusia suspendió la exportación a su vecino en mayo, y por cuestiones relacionadas con la propia cultura y leyes de un país acostumbrado a eventualidades como un largo invierno con temperaturas bajo cero.

Entre la población de mayor edad, en tanto, esta situación reflotó los recuerdos de la Guerra de Invierno, que empezó cuando en 1939 las tropas soviéticas invadieron Finlandia, entonces aliado de la Alemania nazi, y culminó tres años y medio después mediante un tratado de paz por el que el país nórdico cedió 9% de su territorio.

Finlandia se había independizado del Imperio Ruso, la entidad estatal antecesora de la Unión Soviética, en 1917. Antes, fue parte de Suecia casi 700 años, hasta 1809.

Pese a su cercanía geográfica con Rusia, el apoyo de las autoridades de Lappeenranta a Ucrania es tal que, no solo le abrió las puertas a los refugiados que escaparon de la guerra, sino que además durante este mes reproducirá el himno nacional ucraniano todos los días en el centro comercial e izará la bandera del país frente al ayuntamiento, en el puerto y de forma electrónica en las pantallas de información turística de la ciudad.

Estos vínculos históricos llevaron, por otro lado, a que en la localidad vivan unas 3.300 personas de habla rusa, con parientes y amigos a ambos lados de la frontera.

Al ser consultada sobre si hubo algún tipo de tensión con este sector de la población desde el comienzo de la guerra, Pietiläinen respondió: "No escuché hablar nada de eso”, dando cuenta de la fuerte integración social más allá de las tensiones políticas.

Con información de Télam