(por Hernán Reyes Alcaide, corresponsal) El responsable vaticano para América Latina, el mexicano Rodrigo Guerra López, analizó los nueve años de la elección de Jorge Bergoglio como el primer papa de la región en dos mil años de historia de la Iglesia y consideró, durante una entrevista con Télam, que el pontificado de Francisco "es una oportunidad para construir la Patria Grande", llamó a la dirigencia a seguir al pontífice en su discurso "contra la polarización extrema" y planteó que en ámbitos políticos el argentino "es más citado que leído y puesto en práctica".
Nacido en Ciudad de México en 1966, Guerra llegó a su cargo en julio del año pasado cuando fue designado secretario del organismo en el que este año también fue nombrada la argentina Emilce Cuda.
Licenciado en Filosofía por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, también es miembro de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales del Vaticano, como los argentinos Martín Guzmán y Gustavo Béliz, desde que fue nombrado por el papa en enero de 2021.
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-Télam: Hace nueve años la Iglesia elegía al primer papa latinoamericano de la historia. ¿Qué trazos de ese origen se rastrean hoy en la figura de Francisco?
-Rodrigo Guerra López: Francisco es un papa que vive su ser latinoamericano las 24 horas al día. No se ha asimilado a la cultura-ambiente vaticana, sino que al contrario ha mantenido su perfil personal y pastoral, la paternidad que siempre había mantenido como pastor, y todo eso lo mantuvo sin haber sido absorbido por el aparato. Esto nos alecciona a los nuevos para que podamos continuar sirviendo sin renunciar a nuestras identidades. El papa ha mantenido su identidad latinoamericana, a la que muestra en su dinamismo. Es un hombre que está profundizando y madurando en muchas de sus convicciones de antes. Hay cosas que él ya había hablado como arzobispo de Buenos Aires y ahora las profundiza, o que encuentra fórmulas pedagógicas más asequibles. El papa es un hombre en proceso, él se define e invita a los demás a definirse como "personas de pensamiento incompleto".
-T: En varios discursos el papa habló de la integración regional. ¿Cómo ve usted desde la Comisión Pontificia para América Latina (CAL) que ese impulso papal puede ayudar a la construcción de la denominada Patria Grande?
-RGL: Ya mismo hay que promover la integración regional a todo nivel. Si esperamos a que las cosas estén menos tensas vamos a llegar al próximo siglo y no vamos a haber hecho nada. El sueño de una Patria Grande, de una región que, preservando sus diferencias, logre encontrar una forma más sinérgica de colaborar y de defender sus intereses geopolíticos, es una prioridad. No solo a nivel ético, sino a nivel pragmático. Solo una América Latina fuerte y unida puede enfrentar los desafíos comerciales de la nueva realidad económica real y financiera, que imponen una serie de fuerzas tan grandes que si la región está dividida no puede afrontar. Por ejemplo, el problema de la deuda externa. Qué distinto sería que tuviéramos una unidad latinoamericana para contratar y pagar deuda en bloque. La CAL, con ayuda del papa, tratará de estimular acciones que ayuden a que la Iglesia facilite los procesos de diálogo para que la unidad latinoamericana pueda ser más visible y efectiva. Y este pontificado es una oportunidad que no hay que dejar pasar para esa construcción. América Latina tiene una enorme fragilidad si se mantiene dividida.
-T: ¿Cómo se para la CAL ante la creciente latinoamericanización de Estados Unidos, a raíz del reciente encuentro que organizaron para acercar al papa al público de ese país?
-RGL: La CAL tiene el nombre de América Latina no por una región geográfica sino por un fenómeno cultural que somos los latinoamericanos. Parte de nuestro horizonte está donde están los latinoamericanos, como Estados Unidos y Canadá. Por eso parte de nuestro plan de acción para los próximos años será el estimular el diálogo Norte-Sur a nivel de Iglesias, de sociedades, de académicos, de inmigrantes. Debemos realizar el viejo sueño de Juan Pablo II, de una América más fraterna y más colaborativa. Una sola región geopolítica, que se reconoce hermanada por la historia, la Tierra y que requiere de mayor unidad para poder interactuar con el resto de las regiones del mundo. Esta geopolítica pontificia no es una chabacanería, es en el fondo lo que puede ayudar a nuestras regiones a no vivir siempre siendo objeto de sacrificios por parte de los poderosos. Si algo padece América Latina es la división y la fragmentación. Se requiere una región más unida y con una colaboración solidaria con los países que están más al Norte.
-T: El papa ha insistido mucho también en su lucha contra la polarización creciente. ¿Es otro tema para el que la región debe tenerlo en cuenta?
-RGL: Francisco escribió en 2020 su encíclica Fratelli tutti, en la que nos llama a superar la tentación de la polarización y del extremismo de izquierda o de derecha que hoy está fracturando tanto las sociedades. Es una vergüenza que en América Latina estemos tan divididos. El extremismo siempre ha existido: el peligro ahora es que devore al centro, que es la geografía política que siempre ayuda a procesar pacíficamente las controversias más extremas. Cuando el centro es muy reducido es que se acercan los escenarios de violencia. Y Francisco en eso es una gran esperanza para la región si lo seguimos desde la conducta comunitaria, especialmente desde la política.
-T: ¿Cómo se ve desde su lugar de nexo entre el Vaticano y la región la proliferación de referencias al papa en la dirigencia política?
-RGL: Francisco es más citado que leído en la política. Es el problema de la cultura del post, de la frase pequeña, de sacar una cita para decorar nuestros discursos y creer que así ya estamos en la línea del papa Francisco. Hay que superar eso: los puros fragmentos no nos permiten ver la riqueza del todo. Un desafío es cómo los políticos pasan de la cita al hecho: de citarlo a ponerlo en práctica. Y ahí yo distinguiría entre los nacidos antes de los años 90, por ejemplo y los posteriores. Los que estamos acercándonos a la denominada tercera edad creemos que ya entendemos todo muy bien y que nuestro único papel es enseñar. Así es muy difícil ayudar al político mayor de 40 años a descubrir que debe abrirse y valorar positivamente a su adversario. En las nuevas generaciones veo más esperanza, porque el gran desencanto que generó entre los jóvenes el fracaso social y cultural de la generación de los adultos, y que se llamó como la crisis de la modernidad, les permitió al menos darse el permiso de experimentar nuevos caminos. Y ahí es donde hay que apostar, a esa nueva generación de jóvenes políticos. Y ahí es donde entra la última encíclica del papa, Fratelli tutti, que creo que es ante todo un método de educación política para jóvenes. En América Latina necesitamos sentirnos más orgullosos de nuestro papa latinoamericano. A veces los latinoamericanos, por alguna cuestión histórico cultural, no apoyamos tanto a los nuestros y es muy importante no solo cuando alguien destaca, sino cuando sirve a la humanidad entera que lo valoremos en plenitud. Creo que si hace falta que lo apreciemos más, y no solo a nivel de admiración intelectual, que es lo menos importante, sino que lo sigamos.
Con información de Télam